sábado, 9 de marzo de 2019
MARTIN LE CHEVALLIER (1968): RÉALITÉ (REALIDAD, 2019)
Realidad es una obra sencilla del artista canadiense Martin le Chevallier: una simple placa metálica, legible, clavada en una puerta siempre cerrada, en la que está escrita, en mayúsculas, la palabra RÉALITÉ.
Las placas indican lo que se encuentra en el interior, detrás de la puerta. Sirven para saber hacia donde dirigirse, y qué nos espera.
Si la realidad estuviera, no aquí, entre nosotros, de este lado del umbral -como si fuera un sueño, o una ficción-, sino tras la puerta infranqueable, la realidad sería -o ¿es?- invisible. pero la señal nos aboca a la realidad. Allí justo detrás de la puerta. Tan solo una puerta nos separa del despertar del sueño (o la pesadilla). ¿Aguantará? ¿Sabremos aguardar -o daremos la espalda a la realidad?
Pero es posible que la puerta mantenga a la realidad encerrada, y nos proteja de ella, a fin que tengamos la ilusión de vivir en un sueño.
jueves, 7 de marzo de 2019
¿Sueñan los androides con obras de arte?
¿Puede darse una obra de arte sin "raíces", sin pasado? ¿Una obra de arte que no se inscriba en una trayectoria? Es cierto que se conocen artistas que solo llevaron a cabo una sola obra, sin que ésta carezca de interés ni explicación: si así no fuera, A la búsqueda del tiempo perdido, de Marcel Proust, no tendrá sentido ni razón de existir. Una obra, una sola obra, fruto de una vida, apenas concluida justo antes de morir.
Una obra de arte no existe sin obras que la preceden, a las que da réplica. Una obra dialoga con obras del pasado, las interpreta. Su forma y su contenido depende de los rasgos formales e ideales de obras que ha escogido como modelos, a los que ensalza o critica, a las que se enfrenta; obras que son acicates, que invitan a sobrepasarlas, o tan solo -a modo de admiración- de homenajearlas, por extrañas que parezcan las formas de honrar que se hayan escogido.
Una obra se inscribe en una trayectoria personal, así como en la historia del arte. Actualiza o denuncia formas de pensar, de actuar, de crear del pasado, remoto o cercano.
Una obra de arte se inspira de historias personales, de visiones íntimas o del mundo, sin que la obra sea un simple reflejo de lo que piensa o siente el artista. La obra no es autobiográfica, y se "explica" -y se tiene que interpretar- sin tener en cuenta la biografía del artista (la obra no es una proyección de la vida de éste, ni deriva directamente de la personalidad y las vivencias del creador), pero ofrece un punto de vista personal sobre su concepción del arte -de la función del arte- y su visión del mundo (laudatoria, despreciativa o crítica).
Aunque la obra de arte deba ser juzgada (interpretada, valorada, analizada) por si misma, no se puede explicar fuera de todo contexto. Su sentido depende de la época en la que ha sido creada. En tanto que mirada al mundo (exterior o interior) o al mundo del arte, dichos mundos no pueden obviarse. La obra de arte es una fuente de conocimiento; por lo que es necesario saber sobre lo que nos ilustra. La manera de ilustrarnos, el punto de vista adoptado se dirimen juzgando la obra, pero tenemos que saber hacía donde enfoca su mirada crítica.
Es por eso que para que las máquinas puedan crear obras de arte, al igual que los humanos, deberán tener un conocimiento directo de obras de arte que las inspiren y capacidad para escoger las que las motiven, así como deberán vivir como vivimos, tener experiencias y recuerdos, curiosidad por el mundo, por el mundo interior, y sentimientos de amor, rabia, indignación o entrega que impelen y alimenten la creación. Deberán tener ojos para tener puntos de vista propios.
Quizá acontezca un día. Pero quizá entonces se hayan convertido en seres humanos o nosotros en máquinas.
(Dedicado a los estudiantes de la asignatura de Teoría II, de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, tras un intenso debate propiciado por Lucas Dutra, a quien agradezco la propuesta. Gracias a todos los participantes por las reflexiones)
Una obra de arte no existe sin obras que la preceden, a las que da réplica. Una obra dialoga con obras del pasado, las interpreta. Su forma y su contenido depende de los rasgos formales e ideales de obras que ha escogido como modelos, a los que ensalza o critica, a las que se enfrenta; obras que son acicates, que invitan a sobrepasarlas, o tan solo -a modo de admiración- de homenajearlas, por extrañas que parezcan las formas de honrar que se hayan escogido.
Una obra se inscribe en una trayectoria personal, así como en la historia del arte. Actualiza o denuncia formas de pensar, de actuar, de crear del pasado, remoto o cercano.
Una obra de arte se inspira de historias personales, de visiones íntimas o del mundo, sin que la obra sea un simple reflejo de lo que piensa o siente el artista. La obra no es autobiográfica, y se "explica" -y se tiene que interpretar- sin tener en cuenta la biografía del artista (la obra no es una proyección de la vida de éste, ni deriva directamente de la personalidad y las vivencias del creador), pero ofrece un punto de vista personal sobre su concepción del arte -de la función del arte- y su visión del mundo (laudatoria, despreciativa o crítica).
Aunque la obra de arte deba ser juzgada (interpretada, valorada, analizada) por si misma, no se puede explicar fuera de todo contexto. Su sentido depende de la época en la que ha sido creada. En tanto que mirada al mundo (exterior o interior) o al mundo del arte, dichos mundos no pueden obviarse. La obra de arte es una fuente de conocimiento; por lo que es necesario saber sobre lo que nos ilustra. La manera de ilustrarnos, el punto de vista adoptado se dirimen juzgando la obra, pero tenemos que saber hacía donde enfoca su mirada crítica.
Es por eso que para que las máquinas puedan crear obras de arte, al igual que los humanos, deberán tener un conocimiento directo de obras de arte que las inspiren y capacidad para escoger las que las motiven, así como deberán vivir como vivimos, tener experiencias y recuerdos, curiosidad por el mundo, por el mundo interior, y sentimientos de amor, rabia, indignación o entrega que impelen y alimenten la creación. Deberán tener ojos para tener puntos de vista propios.
Quizá acontezca un día. Pero quizá entonces se hayan convertido en seres humanos o nosotros en máquinas.
(Dedicado a los estudiantes de la asignatura de Teoría II, de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, tras un intenso debate propiciado por Lucas Dutra, a quien agradezco la propuesta. Gracias a todos los participantes por las reflexiones)
martes, 5 de marzo de 2019
Barcino Monographica Orientalia
Sobre todo, no se pierdan la interpretación del Himno a la diosa Nikkal, la canción ( el himno religioso) más antigua de la historia llegada hasta nosotros (s. XIV aC, cuya letra no está descifrada aún), hallada en Ugarit, a cargo del joven barítono, músico y arquitecto Joan Borrell, el mejor arquitecto y músico de España.
domingo, 3 de marzo de 2019
JOAN FOLDES (1924) & PETER FOLDES (1924-1977): A SHORT VISION (1956)
Uno de los dibujos animados más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, de los cineastas húngaros, afincados en Gran Bretaño, Peter y Joan Foldes.
KAZIMIR MALÉVITCH (1879-1935): ARQUITECTONES (1920)
Fotos: Tocho, marzo de 2019
Las pequeñas maquetas "arquitectónicas " de yeso -un juego de volúmenes verticales y horizontales- originales de Malévitch raramente se incluyen en exposiciones debido a su fragilidad. Se suele optar por réplicas modernas.
La extraordinaria exposición sobre las vanguardias rusas y soviéticas, en la fundación Mapfre, en Madrid, muestra una serie de estas piezas acompañadas, lo que es singular, de estatuillas antropomórficas, que cambian la "percepción" de las evocaciones urbanas que las maquetas constituyen. Lejos de la frialdad de la ciudad inhumana, dichas estatuillas, también de yeso, aún más frágiles y diminutas que las maquetas, pero bien asentadas en la base, otorgan al conjunto, blanco, monolítico, un aspecto terrenal, casi cotidiano, casi como si dichas figuras fueran más importantes o necesarias que los rascacielos y los desmesurados edificios industriales, que dan la medida de la ciudad futura que Malévitch proyecta: una ciudad donde la imperfección humana tiene aún cabida.
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