"Si el único juez es la efusión de sangre, jamás terminará la discordia entre las ciudades de los hombres.
Así es como tantos obtuvieron su sepultura en la tierra de Príamo [donde tuvo lugar la guerra de Troya], cuando hubieran podido las palabras arreglar la querella"
(Eurípides: Helena, 1155-1160)
martes, 7 de enero de 2020
lunes, 6 de enero de 2020
GAËTAN BORDE Y OTROS: THE LEGEND OF THE CRABE PHARE (LA LEYENDA DEL CANGREJO FARO, 2015-2016)
The Legend Of The Crabe Phare from Crabe Phare on Vimeo.
Un trabajo de fin de carrera multipremiado.
Un trabajo de fin de carrera multipremiado.
LOPE DE VEGA (1562-1635): DE NINO Y SEMIRAMIS (RIMAS, CDXXXVII, 1602)
- Semiramis fue una legendaria reina de Babilonia, ciudad que habría fundado. Esta figura, quizá basada en una reina neo-asiria que sí existió en el siglo IX aC, fue tratada primeramente por el historiador griego Herodoto (s. VI aC), y retomada por diversos autores -novelistas e historiadores- helenísticos y romanos, desde quizá el novelista pastoril Longo hasta el historiador o mitógrafo Diódoro Sículo.
- Se trata de un personaje central en el descubrimiento o redescubrimiento del imaginario mesopotámico en Occidente. Sobre ella pivota el temprano conocimiento de una cultura perdida, que completa lo que la Biblia -que ofrece una imagen negativa de los imperios de Babilonia y de Asiria- narra, y que, al igual que la Biblia, incide en la fascinación y el rechazo occidental por el mundo oriental, quizá desde la invasión persa de Grecia y la destrucción de Atenas.
- Varias tragedias manieristas y barrocas, de Calderón de la Barca (La hija del aire), por ejemplo, estuvieron dedicadas a esta figura, central también en innumerables óperas barrocas. La tragedia que Voltaire, ya en el siglo XVIII, le dedicó, acabó por imponer a esta reina, encarnación de la desmesura y depravación orientales, que tanto han afectado a la visión o el juicio occidental de la cultura mesopotámica.
- La trama mítica o novelesca recoge las andanzas de una ambiciosa mujer, esposa de un general del emperador asirio Nino -quizá basado en una figura histórica- que reinaba en Nínive, que acabaría abandonando y denunciando a su esposo, antes de seducir, primeramente al emperador, y luego al hijo que tuvieron juntos, cometiendo incesto. Tras desembarazarse de las sombras de los varones relacionados con ella, se convertiría en emperatriz, fundaría o embellecería Babilonia, proyectaría los míticos jardines colgantes (que nunca existieron), y ampliaría el imperio tras conquistar la India y Egipto, antes de ascender a los cielos, convertida en paloma (el emblema de Afrodita)
- Pasaría en el imaginario occidental como el prototipo de la ambición desmesurada, de la falta de principios, y del lujo y la lujuria desenfrenados, una imagen, que la opera cultivó y trasmitió -la opera era un arte particularmente adecuado para retratar una vida embriagada- que aún hoy pervive.
- Un poema de Lope de Vega, en sus Rimas, da cuenta de la fascinación, mezclada con la repulsión, que Semiramis ha suscitado:
- De Nino y Semíramis
- Soneto 187
Al rey Nino, Semíramis famosa
por último pidió de tantos dones
el cetro, que tan bárbaras naciones
redujo a paz y a sujeción forzosa.
Rendida pues la mano victoriosa
a la lasciva, humillan sus blasones
los capitanes, y entre mil pendones
corona de laurel su frente hermosa.
«Pasadle el pecho, dijo, pues ya reino,
con una flecha de una persa aljaba,
que no quiere el gobierno compañía».
Perdiendo Nino, en fin, vida, honor, reino,
dijo muriendo: «Justamente acaba
con muerte vil quien de mujer se fía».
domingo, 5 de enero de 2020
La envidia de los dioses (y la suerte de los mortales)
Los humanos -los mortales- gozaban de muy poco crédito en la Grecia antigua -al igual que en Mesopotamia-: eran " sueños de sombras", "títeres" -como los calificaban Píndaro y Platón, por ejemplo- seres de corta y mísera vida que desembocaba, tras la muerte, en un mundo de sombras y fantasmas tan espantoso que hasta un héroe como Aquiles afirmaba, por "boca" de su espectro, que hubiera preferido ser campesino, con la espalda doblada sobre la árida tierra, a "vivir" en el infierno.
Tan solo algunos héroes de los primeros tiempos, gozaban, tras la muerte, de una plácida y luminosa vida en la Isla de los Bienaventurados, que ni siquiera Aquiles alcanzó. Otros héroes, como Sísifo, que desafiaron a los dioses, en cambio, acabaron en un lugar aún más tétrico que el Hades.
Los dioses, ellos, gozaban de una vida alejada de las penalidades humanas; distantes, lejanos, alimentados de ambrosía, conocían el nacimiento pero no la muerte, aunque hubo dioses gravemente heridos en la guerra de Troya -dioses sanados "milagrosamente" por otros dioses. Eso sí, incluso heridos, los dioses no sangraban. Podían ser castigados, encerrados, encadenados, pero no morían.
Por este motivo, sorprende que, a menudo, los griegos creyeran que las duras condiciones de la vida -enfermedades, muertes inopinadas o injustas, asesinatos, engaños, etc.- fueran el fruto de la envidia de los dioses que así castigaban a los mortales. La suerte de los humanos, no se sabe porque, era a veces preferible a la de los dioses.
"¡Tanto mal sufres cuanto bien tuviste en otro tiempo! Un dios te aniquila contrapesando tu felicidad de antaño", exclamaba el espectro de un príncipe troyano, tras su asesinato (Eurípides: Hécuba, 56-58)
Pero es posible que los griegos tuvieran razón.
El mismo dios cristiano quiso probar las mieles de la vida humana.
Tan solo algunos héroes de los primeros tiempos, gozaban, tras la muerte, de una plácida y luminosa vida en la Isla de los Bienaventurados, que ni siquiera Aquiles alcanzó. Otros héroes, como Sísifo, que desafiaron a los dioses, en cambio, acabaron en un lugar aún más tétrico que el Hades.
Los dioses, ellos, gozaban de una vida alejada de las penalidades humanas; distantes, lejanos, alimentados de ambrosía, conocían el nacimiento pero no la muerte, aunque hubo dioses gravemente heridos en la guerra de Troya -dioses sanados "milagrosamente" por otros dioses. Eso sí, incluso heridos, los dioses no sangraban. Podían ser castigados, encerrados, encadenados, pero no morían.
Por este motivo, sorprende que, a menudo, los griegos creyeran que las duras condiciones de la vida -enfermedades, muertes inopinadas o injustas, asesinatos, engaños, etc.- fueran el fruto de la envidia de los dioses que así castigaban a los mortales. La suerte de los humanos, no se sabe porque, era a veces preferible a la de los dioses.
"¡Tanto mal sufres cuanto bien tuviste en otro tiempo! Un dios te aniquila contrapesando tu felicidad de antaño", exclamaba el espectro de un príncipe troyano, tras su asesinato (Eurípides: Hécuba, 56-58)
Pero es posible que los griegos tuvieran razón.
El mismo dios cristiano quiso probar las mieles de la vida humana.
sábado, 4 de enero de 2020
Sacrificios humanos en la Grecia antigua
Si las ejecuciones eran legales en la Grecia antigua, no parece que los sacrificios humanos se practicaran en la época clásica.
Sin embargo, los textos referidos a la guerra de Troya abundan en la descripción de dicha práctica.
De hecho, tras un primer intento fracasado de llegar a Troya, los griegos logran partir de nuevo, esta vez con éxito, tras un primer sacrificio humano, de consecuencias casi interminables. El jefe de la expedición, Agamenón, tuvo que sacrificar a su hija Ifigenia para obtener un viento favorable que permitiera que las naves emprendieran el viaje.
El final de la guerra de Troya y los acontecimientos posteriores no consisten sino en una serie interminable de sacrificios humanos, detallados tanto en los textos cuanto en las artes plásticas. La Ilíada y las tragedias de Eurípides son una crónica sanguinolenta. Dichos sacrificios son requeridos por los dioses o por las costumbres, aunque a veces son actos vengativos, sanguinarios, no siempre realizados con el consentimiento divino -aunque en este caso, los ejecutores pagarán un precio, que puede ser la vida. Actos de una crueldad insoportable como el asesinato del rey de Troya, Príamo, golpeándolo hasta morir con un arma horrísona: el cuerpo de su nieto aún en vida. La defensa de la honra exige sangre, así como el honor de los difuntos.
Tras la caída de Troya, las mujeres son entregadas a los héroes aqueos, como víctimas o como esclavas. Sus hijos, sacrificados. Aquiles recibe como botín a Casandra. Pero Aquiles está muerto. Es su túmulo, por tanto, el que la recibe, o su espectro. Por tanto, apenas Casandra es apartada de las ruinas de Troya, se la ejecuta sobre la tumba del héroe -responsable de un sinfin de matanzas y ejecuciones.
¿Documentan textos, escritos centenares de años más tarde que los acontecimientos que supuestamente retratan, sacrificios humanos que realmente tenían lugar en época micénica o en la "edad oscura" griega, o son historias inventadas?
Es imposible saberlo. La "verdad" de la realidad contada está en el propio texto, en las palabras escogidas y en la lógica de la narración. Pero cuesta creer que dichas prácticas no hubieran tenido lugar; habitualmente o no, no sé si se puede asegurar.
Pero parece que una vez que la cultura urbana se hubiera desarrollado e impuesto, a partir del siglo VIII, los sacrificios humanos desaparecieron -al menos como práctica habirtual. Aunque su recuerdo aún era tan perturbador que no cesó de rondar a los escritores -al parecer horrorizados por dichas prácticas, reales y recordadas, o inventadas.
Sin embargo, los textos referidos a la guerra de Troya abundan en la descripción de dicha práctica.
De hecho, tras un primer intento fracasado de llegar a Troya, los griegos logran partir de nuevo, esta vez con éxito, tras un primer sacrificio humano, de consecuencias casi interminables. El jefe de la expedición, Agamenón, tuvo que sacrificar a su hija Ifigenia para obtener un viento favorable que permitiera que las naves emprendieran el viaje.
El final de la guerra de Troya y los acontecimientos posteriores no consisten sino en una serie interminable de sacrificios humanos, detallados tanto en los textos cuanto en las artes plásticas. La Ilíada y las tragedias de Eurípides son una crónica sanguinolenta. Dichos sacrificios son requeridos por los dioses o por las costumbres, aunque a veces son actos vengativos, sanguinarios, no siempre realizados con el consentimiento divino -aunque en este caso, los ejecutores pagarán un precio, que puede ser la vida. Actos de una crueldad insoportable como el asesinato del rey de Troya, Príamo, golpeándolo hasta morir con un arma horrísona: el cuerpo de su nieto aún en vida. La defensa de la honra exige sangre, así como el honor de los difuntos.
Tras la caída de Troya, las mujeres son entregadas a los héroes aqueos, como víctimas o como esclavas. Sus hijos, sacrificados. Aquiles recibe como botín a Casandra. Pero Aquiles está muerto. Es su túmulo, por tanto, el que la recibe, o su espectro. Por tanto, apenas Casandra es apartada de las ruinas de Troya, se la ejecuta sobre la tumba del héroe -responsable de un sinfin de matanzas y ejecuciones.
¿Documentan textos, escritos centenares de años más tarde que los acontecimientos que supuestamente retratan, sacrificios humanos que realmente tenían lugar en época micénica o en la "edad oscura" griega, o son historias inventadas?
Es imposible saberlo. La "verdad" de la realidad contada está en el propio texto, en las palabras escogidas y en la lógica de la narración. Pero cuesta creer que dichas prácticas no hubieran tenido lugar; habitualmente o no, no sé si se puede asegurar.
Pero parece que una vez que la cultura urbana se hubiera desarrollado e impuesto, a partir del siglo VIII, los sacrificios humanos desaparecieron -al menos como práctica habirtual. Aunque su recuerdo aún era tan perturbador que no cesó de rondar a los escritores -al parecer horrorizados por dichas prácticas, reales y recordadas, o inventadas.
La corriente
“Soporta que se tuerce tu suerte, navega siguiendo la corriente, siguiendo el destino, y no opongas la proa de tu vida a las olas de la Fortuna en que navegas”
(Eurípides: Las troyanas, 101-104)
(Eurípides: Las troyanas, 101-104)
miércoles, 1 de enero de 2020
DIA AL-AZZAWI (1939): GILGAMESH (1966, 1987)
Dia Al-Azzawi -cuya obra se incluye en una exposición actual que el Museo de Arte Moderno (MoMA), ha organizado sobre la Guerra del Golfo, a través de la mirada de artistas iraquís, en su sede del PS1, en Nueva York-, es un artista iraquí, que desde la llegada de Saddam Hussein al poder, a mediados de los años setenta, vive en Londres.
Formado como arqueólogo, fue director general de antigüedades de Iraq, en los años sesenta, y ha tratado de armonizar su interés por el arte mesopotámico, y por figuras mitológicas, como el rey de Uruk, Gilgamesh (a quien dedicó esta serie de cuadros y dibujos), divinidades como Ishtar, temas míticos como la torre de Babel, o leyendas como las Mil y Una Noche, y por el arte moderno: un arte desgarrado, cercano a la ilustración, marcado por Picasso de los años cincuenta y su representación de la guerra, una guerra que desde finales de los años setenta asola intermitentemente Iraq y el Próximo Oriente en general (Gaza, Siria....).
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