domingo, 12 de enero de 2020
ALBERT ROUSSEL (1869-1937): AENEAS (1935)
Composición para ballet dedicada al héroe troyano, hijo de Afrodita, escapado con vida de la destrucción de la ciudad, llegado -tras una larga travesía, interrumpida por su idilio con Dido, la reina de Cartago-, a Italia donde fundaría Alba Longa, pequeña ciudad de los gemelos Rómulo y Remo, fundadores de Roma.
La figura de Eneas, huida a Italia, por indicación del dios Apolo, permitió que Roma pudiera ser considerada la nueva Troya -que se tomó cumplida venganza cuando conquistó Grecia, aunque sucumbiera a sus encantos.
Sobre el relativamente olvidado compositor francés Roussel, véase, por ejemplo, este enlace.
SIGNE TVEITAN (¿1994?): CITY OF MEMORIES (LA CIUDAD DE LOS RECUERDOS, 2018)
Sobre esta cineasta de animación danesa, que trabaja ahora en los célebres estudios ingleses Aardman, véase este enlace
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Animación y arquitectura,
Ciudades
jueves, 9 de enero de 2020
BAD GYAL CHEZ CODERCH
El vídeo de anuncio de la entrega de los próximos premios Gaudí, de cine catalán, protagonizado por la cantante de trap Bad Gyal, está rodado en la Casa Paricio, construida por el arquitecto Juan Antonio Coderch y amueblada por el diseñador industrial Miquel Milá, en Sant Feliu de Codines (Barcelona) en 1961.
¿Les suena Malamente?
La productora del vídeo Gaudir -La Web De Canadá- es, en efecto, la misma de varios videoclips de Rosalía
Agradezco a la profesora de Teoría de la UPC-ETSAB, Celia Marín, esta información.
El engaño en la Grecia antigua
Si no hubiera sido por un engaño casi herético -una falsa ofrenda a los dioses-, la guerra de Troya habría cumplido con su función: acabar con los mortales que se habrían aniquilado uno tras otro. El caballo de madera, que los griegos dieron a entender que lo ofrecían al cielo para obtener vientos clementes y favorables para abandonar el asedio y regresar a Grecia, pero que constituía una trampa mortal dentro de la cual se escondían guerreros ávidos de sangre, permitió la toma y destrucción de la ciudad, al parecer con la aprobación divina.
Toda la guerra de Troya se desarrolla, en la tierra y en el cielo, pautada por sucesivos engaños. También los dioses recurrían a artimañas. Hera hizo creer que quería a su esposo Zeus, seduciéndole con las joyas de Afrodita, para que el padre de los dioses, durante dos noches seguidas, dejara de interesarse y de intervenir en la contienda, favoreciendo uno u otro bando. De este modo, Hera pudo incidir en la batalla.
Los griegos necesitaban el arco de Heracles -primer destructor de Troya- si querían derrotar a los troyanos. Mas esta arma estaba en posesión de un héroe, Filoctetes, que sus propios compañeros habían abandonado en una isla desierta porque la herida que se había causado inadvertivamente con la flecha del arco de Heracles estaba tan infectada que hedía y Filoctetes no cesaba de lamentarse. Los griegos tenían que volver a la isla y obtener el arco que Filoctetes, lógicamente, se negaría a entregarles, después del cruel abandono que sufrió. De nuevo, un engaño permitió que el hijo de Aquiles se hiciera con el arma.
Pero la misma guerra de Troya se desencadenó por otro truco. El príncipe troyano Paris creyó haber raptado a Helena, la esposa del príncipe griego Menelao, lo que obligaría a todos los jefes griegos a unir esfuerzos y fatigas para recatar a Helena. Pero los dioses, en el último momento, sustituyeron a Helena, que llevaron a Egipto, por un doble hecho de humo que, una vez Troya destruida, se esfumó. La guerra que debí acabar con los humanos se desató por una cortina de humo.
Una guerra sin compasión, en la que no se respetaba ningún código de honor. Guerra descarnada, donde se evidenciaba la falta de principios de los hombres, dispuestos a todo para lograr sus fines: los ataques por la espalda, a traición, eran comunes. Los mismos dioses indicaban cómo proceder. Así, Patroclo murió, tras ser herido, por la espalda, por una divinidad. También Héctor falleció engañado por la diosa Atenea que le hizo creer que la victoria iba a ser suya para que se expusiera y no huyera ante Aquiles.
Si Odiseo (Ulises) logró llegar con vida a su palacio de Itaca y volver a ocupar su trono, fue tras un sin número de engaños, desde el que usó para cegar al cíclope Polifemo y poder huir, hasta las mentiras y los disfraces a los que recurrió para confundir a los pretendientes -que asediaban a su esposa Penélope- que ocupaban su palacio.
El engaño, sostenía Homero, es el medio con el que los mortales y los inmortales se mantienen en vida a costa de los demás. La Ilíada, la Odisea y las tragedias griegas -impresiona el aplomo y la frialdad de la reina de Micenas Clitemnestra cuando, a la llegada de su esposo, Agamenón, le hizo creer que lo recibía con los brazos abiertos para poder sorprenderle mejor y acabar con su vida- son una descarnada presentación de la importancia del engaño en las relaciones personales y con los poderes invisibles.
No debe extrañarnos que Platón condenara tan duramente a Homero y a los trágicos -reconociendo, empero, las fascinación que provocaba la manera como los poetas contaban atrocidades.
Toda la guerra de Troya se desarrolla, en la tierra y en el cielo, pautada por sucesivos engaños. También los dioses recurrían a artimañas. Hera hizo creer que quería a su esposo Zeus, seduciéndole con las joyas de Afrodita, para que el padre de los dioses, durante dos noches seguidas, dejara de interesarse y de intervenir en la contienda, favoreciendo uno u otro bando. De este modo, Hera pudo incidir en la batalla.
Los griegos necesitaban el arco de Heracles -primer destructor de Troya- si querían derrotar a los troyanos. Mas esta arma estaba en posesión de un héroe, Filoctetes, que sus propios compañeros habían abandonado en una isla desierta porque la herida que se había causado inadvertivamente con la flecha del arco de Heracles estaba tan infectada que hedía y Filoctetes no cesaba de lamentarse. Los griegos tenían que volver a la isla y obtener el arco que Filoctetes, lógicamente, se negaría a entregarles, después del cruel abandono que sufrió. De nuevo, un engaño permitió que el hijo de Aquiles se hiciera con el arma.
Pero la misma guerra de Troya se desencadenó por otro truco. El príncipe troyano Paris creyó haber raptado a Helena, la esposa del príncipe griego Menelao, lo que obligaría a todos los jefes griegos a unir esfuerzos y fatigas para recatar a Helena. Pero los dioses, en el último momento, sustituyeron a Helena, que llevaron a Egipto, por un doble hecho de humo que, una vez Troya destruida, se esfumó. La guerra que debí acabar con los humanos se desató por una cortina de humo.
Una guerra sin compasión, en la que no se respetaba ningún código de honor. Guerra descarnada, donde se evidenciaba la falta de principios de los hombres, dispuestos a todo para lograr sus fines: los ataques por la espalda, a traición, eran comunes. Los mismos dioses indicaban cómo proceder. Así, Patroclo murió, tras ser herido, por la espalda, por una divinidad. También Héctor falleció engañado por la diosa Atenea que le hizo creer que la victoria iba a ser suya para que se expusiera y no huyera ante Aquiles.
Si Odiseo (Ulises) logró llegar con vida a su palacio de Itaca y volver a ocupar su trono, fue tras un sin número de engaños, desde el que usó para cegar al cíclope Polifemo y poder huir, hasta las mentiras y los disfraces a los que recurrió para confundir a los pretendientes -que asediaban a su esposa Penélope- que ocupaban su palacio.
El engaño, sostenía Homero, es el medio con el que los mortales y los inmortales se mantienen en vida a costa de los demás. La Ilíada, la Odisea y las tragedias griegas -impresiona el aplomo y la frialdad de la reina de Micenas Clitemnestra cuando, a la llegada de su esposo, Agamenón, le hizo creer que lo recibía con los brazos abiertos para poder sorprenderle mejor y acabar con su vida- son una descarnada presentación de la importancia del engaño en las relaciones personales y con los poderes invisibles.
No debe extrañarnos que Platón condenara tan duramente a Homero y a los trágicos -reconociendo, empero, las fascinación que provocaba la manera como los poetas contaban atrocidades.
martes, 7 de enero de 2020
Armas y palabras
"Si el único juez es la efusión de sangre, jamás terminará la discordia entre las ciudades de los hombres.
Así es como tantos obtuvieron su sepultura en la tierra de Príamo [donde tuvo lugar la guerra de Troya], cuando hubieran podido las palabras arreglar la querella"
(Eurípides: Helena, 1155-1160)
Así es como tantos obtuvieron su sepultura en la tierra de Príamo [donde tuvo lugar la guerra de Troya], cuando hubieran podido las palabras arreglar la querella"
(Eurípides: Helena, 1155-1160)
lunes, 6 de enero de 2020
GAËTAN BORDE Y OTROS: THE LEGEND OF THE CRABE PHARE (LA LEYENDA DEL CANGREJO FARO, 2015-2016)
The Legend Of The Crabe Phare from Crabe Phare on Vimeo.
Un trabajo de fin de carrera multipremiado.
Un trabajo de fin de carrera multipremiado.
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