jueves, 12 de marzo de 2020

RUTH ZYLBERMAN (1971): LES ENFANTS DU 209 RUE SAINT MAUR PARIS Xe (LOS NIÑOS DEL NÚMERO 209 DE LA CALLE SAINT MAUR EN EL DISTRITO DÉCIMO DE PARÍS, 2017)

https://www.arte.tv/fr/videos/065861-000-A/les-enfants-du-209-rue-saint-maur-paris-xe/

Contemplación legal

Un documental fundamental sobre un bloque de pisos de una gran ciudad, sobre lo que encierra, las vidas presentes y pasadas relacionadas con este refugio, y sobre los recuerdos que suscita. En este bloque vivió una pequeña comunidad judía durante la ocupación nazi de París.
Una maravilla.

Arquitectura y construcción

Los teóricos de las artes y profesores Félix de Azúa y Xavier Rubert enunciaron hace años que la diferencia entre la arquitectura y la construcción -diferencia que asumían- residía ya sea en un añadido a la construcción -un ornamento- que la convertía en una obra de arquitectura, ya sea en una manera distinta de operar, basada en un objetivo distinto, que no era meramente funcional o utilitario, sino simbólico -sin obviar la función: la arquitectura no era un decorado, pero tampoco se limitaba a ser un simple techo.

Cabría preguntarse si la diferencia reside en el objeto y no en el sujeto: no el que crea sino en el que observa.
La construcción se usa; la arquitectura se contempla. Eso no significa que estemos ante dos obras distintas, sino ante dos maneras de situarnos ante una misma obra. La construcción se usa, la arquitectura se piensa, da qué pensar. En cuanto buscamos un significado, un sentido o una razón que no sea la respuesta que la obra ofrece a una necesidad, quedando clara la relación entre necesidad y respuesta, la construcción se convierte en arquitectura. La arquitectura, podríamos decir es "cosa mentale". Se halla en nuestra mente, en nuestra manera de abordarla, de relacionarnos con ella, no solo para usarla -que también- sino para observarla, como si fuera un tema de estudio o un objeto que admirar: admirando su forma y las ideas "personalizadas" o "encarnadas" por dicha forma material. La materia no tiene porque ser pétrea. Un dibujo, cualquier manifestación sensible en verdad, musical, literaria, escenográfica, puede dar pie a una arquitectura: una construcción que se vive, se disfruta y se piensa. La arquitecta es lo que nos detiene o nos intriga. Su razón de ser no es evidente. Nos plantea un problema. O, también podríamos decir, nos planteamos un problema ante la obra. Eso significa que una construcción puede ser o no ser arquitectura en función de la manera cómo se sitúa y juzga la persona que se halla delante de aquélla.  Lo que puede ser percibido como una construcción, lo que puede pasar desapercibido como arquitectura, para otras personas aparecerá como un enigma, es decir una obra de arquitectura. La arquitectura plantea dudas. Sus razones se encuentran más allá de sus muros. Se encuentran en nosotros, en cómo nos "situamos" ante la obra, en las preguntas que nos plantea o nos planteamos. La arquitectura no es evidente. Requiere adiestrar la mirada, intrigada por lo que ve, y el juicio, que intuye que la obra encierra algún significado, o que podría ser la depositaria de un significado que el observador le concede.
Las puertas de la arquitectura no se abren fácilmente. No son un refugio, un lugar donde descansar y dejar de hacerse preguntas, sino que constituye un permanente problema que nos mantiene despiertos, inquietos, tratando de saber porqué está allí, ante nosotros, o envolviéndonos, qué nos aporta, en qué nos beneficia o nos constriñe. La arquitectura sería casi la cara oculta de la construcción, el anverso que esconde lo que da sentido a la construcción y la instituye como algo más que un abrigo.  Por el contrario, la arquitectura nos deja a la intemperie, detenidos ante el reto que nos plantea, o nos planteamos ante ella, intentando hallar lo que explique y justifique el que estemos atentos y desconcertados ante ella.
No se puede vivir sin construcciones; cubre nuestras necesidades físicas. La arquitectura responde a esas otras necesidades que convierten una vida en una vida plena y problemática. Los animales que construyen, posiblemente, nunca hagan arquitectura. 

martes, 10 de marzo de 2020

GEHRARD RICHTER (1932) Y CORINNA BELZ (1955) -FILMACIÓN- & STEVE REICH (1936) -MÚSICA: 946-3 (2019)



Composición musical y visual -basada en el cuadro abstracto de Richter, el óleo de 2016 titulado  946-3- estrenada en Nueva York: una colaboración, entre pintura y música, de Reich y Richter.



YOKO ONO (1933): IMAGINE (1971)




No se da acto solidario o concienciado sin la canción Imagine interpretada por John Lennon.
Mucho menos conocida, y quizá mejor, más sobria, es la versión de su esposa (y quizá co-autora) Yoko Ono.

Nerón y los Beatles: una cúpula geodésica en Londres












La Domus Aurea, el descomunal palacio oriental que Nerón, que no soportaba la austeridad de los palacios palatinos, mandó construir en el centro de Roma (y que su sucesor, Vespasiano, ordenó enterrar para borrar su recuerdo), destacaba por el Coloso, una gigantesca estatua del emperador disfrazado de Apolo, y por una sala central: una estancia circular, cubierta por una bóveda, y con una plataforma giratoria en la que Nerón, llegado por alguno de los oscuros pasillos que desembocaban en la estancia, se colocaba para que los emisarios del mundo, lo admiraran, mientras giraba como el sol,  antes de desaparecer por otro de los conductor.

El arquitecto sudafricano Digby Bridges (1933) construyó en 1967 una peculiar cúpula geodésica de vidrio en el centro de Londres -el barrio de Saint John´s Wood, cerca de Regent Park- que aún existe. Cubre una plataforma de madera, que se eleva mediante un sistema hidraúlico, de manera que se acerca a la bóveda hasta tocarla perimetralmente creando una burbuja en la que los usuarios se desmarcan del entorno y solo están en contacto con el cielo, a través de los cristales de la cúpula.
Dicha cúpula fue un encargo del músico Paul McCartney, inspirado por las "follies" dieciochescas inglesas -palacetes sin función, o falsas ruinas construidas, dispersos por parques y la campiña, para solaz de los aristócratas y sus invitados- para la que aún es su vivienda en Londres, y de la que es un anexo donde compone, cuando aún formaba parte del grupo The Beatles.
La plataforma sostiene una cama redonda para meditar, un regalo del cantante Alice Cooper quien a su vez lo recibió de Groucho Marx para su mansión en Hollywood.

viernes, 6 de marzo de 2020

Breve historia del "Parking"

Resultado de imagen de Arman voitures beton


Arman: Compression


La próxima Semana Cultural de la Escuela de arquitectura de Barcelona -cuyo acto más importante es un concurso de pasteles (el año pasado fue de paellas)- tendrá lugar en el "parking" subterráneo de la universidad. Sabia decisión que solventa dos problemas: uno, moral y otro, físico. El aparcamiento deberá estar libre de vehículos durante una semana, lo que impedirá llegar a la zona universitaria en transporte privado contaminante, un gesto adecuado al tema de la Semana: la "emergencia climática"; por otra parte, se solventará en parte la masificación estudiantil: como el aparcamiento subterráneo no tiene ventilación, la mitad de los alumnos sin duda se asfixiarán.

Mas, ¿cuál es el origen del "parking"?
Los aparcamientos están asociados a la multiplicación de los automóviles a principios del siglo XX -y al uso de la electricidad en las ciudades-, sobre todo en ciudades norteamericanas, a causa de un problema que hoy parecería una bendición: los caballos. El número de animales eran tal que las ciudades requerían extensísimas superficies de pasto para alimentar a los animales, amén de recipientes desmesurados para depositar los excrementos y la orina.
Los primeros aparcamientos estaban mecanizados, pese a que las fachadas simulaban ser de viviendas burguesas o palacetes, con ventanales, balcones y relieves. Los vehículos se dejaban en la entrada y un numeroso personal de servicio los ubicaba gracias a plataformas elevadoras eléctricas, y a pasos mecánicos.
Pronto, este sistema decayó. Los conductores gustaban de poder aparcar personalmente del vehículo considerado, no un útil mecánico, sino un bien, casi un ser vivo al que se tenía que cuidar. La tipología de los aparcamientos elevados cambió a principios de los años treinta. Las dobles rampas en hélice, gracias al uso del hormigón armado, permitieron circular libremente por los aparcamientos, lo que obligó a aumentar considerablemente el tamaño de los mismos (las rampas, de poca pendiente y por tanto de gran longitud, ocupaban mucho espacio).
La solución la trajo la Segunda Guerra Mundial. El creciente número de refugios antiaéreos subterráneos dejó de tener un uso militar o defensivo a partir de 1945. Los de mayor extensión se reutilizaron como aparcamientos subterráneos.
Hoy, con la creciente condena de los vehículos motorizados privados, los aparcamientos siguen siendo refugios, mas no ya de coches sino de personas (como durante la Guerra): se empieza a reconvertirlos en hoteles de bajo coste -y sin vistas.

Una historia que la exposición A House of Cars contó hace ya diez años el Museo del Automóvil hace diez años.



Joseph Losey: M (1951): final dantesco en un aparcamiento subterráneo

miércoles, 4 de marzo de 2020

FERNANDO BRYCE (1965): CORBU/GROPIUS/VAN DER ROHE, 2020






Fotos (con reflejos, por desgracia): Tocho, febrero de 2020

El artista peruano Fernando Bryce, conocido por sus meticulosos dibujos a tinta, en papel DIN-A3, que reproducen documentos gráficos y escritos impresos, cuyos originales suelen estar al alcance del público en archivos y bibliotecas, pero suelen pasar desapercibidos, y que ilustran sobre un hecho histórico sobre el que se suele pasar de puntillas pese a la documentación existente, ha presentado en la feria de arte contemporáneo de Madrid, ARCO, un escueto conjunto de dibujos con retratos, basados en fotografías impresas, de arquitectos renombrados del movimiento moderno, y de bocetos de los mismos.
Se reconocen de inmediato -la obra de Bryce es característica, incluso reiterativa en su técnica y composición- los arquitectos retratados: Le Corbusier, Gropius y Mies van der Rohe y, al menos, un boceto: un apunte de un pabellón alemán de Mies van der Rohe. Una mirada más atenta, y sorprendida -que se pregunta si no hay un error- lee que el pabellón fue construido en 1934, cuando el célebre pabellón alemán de este arquitecto fue construido para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929, cuya reproducción -el pabellón fue desmantelado tras la Exposición-, de la segunda mitad de los años ochenta, constituye la meta del peregrinaje de todo arquitecto y estudiante de arquitectura en Barcelona.
Pero no se trata de un error. Mies van der Rohe proyectó un segundo pabellón en 1934, para otra exposición internacional, esta vez en Bruselas. El proyecto -que no se construyó- se presentó después de que Mies van der Rohe fuera invitado a un concurso restringido. Dicho concurso pretendía disponer de un pabellón que cantara las excelencias del gobierno nacional-socialista alemán. Mies van der Rohe fue probablemente invitado por consejo del arquitecto de Adolf Hitler, Albert Speer. El pabellón difiere en un detalle del que Mies van der Rohe construyó en Barcelona. La planta se asemeja. Pero el pabellón de Barcelona carecía de los descomunales medallones de la entrada sobre los que se despliega una cruz gamada. Cuando la donación del archivo del arquitecto al Museo de Arte Moderno de Nueva York, aquél retiró discretamente los bocetos que mostraban la entrada del pabellón.

El dibujo de Le Corbusier, que utiliza un esquema arbóreo, que Bryce copia es conocido. Pertenece al libro la Casa del Hombre que Le Corbusier escribió en 1942. El arquitecto, por el aquel entonces, se había instalado en una gran villa en la ciudad balnearia de Vichy, para estar cerca del gobierno pro-nazi del General Pétain con el que ya había trabajado para la nueva urbanización de la ciudad de Argel, una colonia francesa, por orden del gobierno de Vichy. El libro pretendía edificar a un nuevo hombre perteneciente a una raza superior, sólidamente enraizado en la tradición: la tierra y la familia. El dibujo, casi una ilustración infantil, recubre un sub-texto menos "amable" de lo que puede parecer.