En estos tiempos confusos, cuidemos a los estudiantes.
Véase, sino, lo que le ocurrió a un maestro arisco y adusto italiano, de Imola, excesivamente exigente y severo con sus estudiantes que trabajaban con un "puntero" y una "tabletas", un día:
"Casiano era un maestro de escuela, y se sentaba, como profesor de gramática, rodeado de espesa cuadrilla. Diestro en saber condensar todas las palabras en reducidas abreviaturas y en apresar rápidamente en veloces siglas todo cuanto se hablaba, muchas veces los duros preceptos y el severo rostro habían agitado con ira y con miedo a sus alumnos..
Ya es sabido que el maestro es siempre intolerable para el joven escolar y que las asignaturas son siempre insoportables para los niños (...)
Gusta sobremanera a los niños que el mismo severo maestro sea el escarnio de los discípulos a quienes contuvo con dura disciplina. Le atan las manos a la espalda y le despojan de su ropa; se apiñan a él como un enjambre con los agudos estiletes. Cuanto odio le había inspirado a cada uno su ira reconcentrada, tanto más furioso se manifestó dejando ya libre su hiel. Le arrojan unos y rompen sus tabillas en la cabeza del maestro, y la madera se aparta dejándole herida la frente. Golpean las tablillas enceradas lanzadas contra las sangrantes mejillas y la pequeña página se humedece en sangre con el golpe.. Otros blanden luego sus punzones o sus estilos metálicos por la parte que se traza en la cera los signos arados (...)
Por una partes es taladrado (...) por otras es desgarrado; unos hincan hasta lo recóndido de las entrañas, otros se entretienen en desgarrar la piel. Todos los miembros incluso las manos, recibieron mil pinchazos, y mil gotas de sangre fluyen al momento de cada miembro. Más cruel era el verduguito que se entretenía en surcar a flor de carne que el que hincaba hasta el fondo de las entrañas. Y cuanto más profundamente llega éste a tocar las vísceras vitales, proporciona mayor descanso, porque aplica más cerca ya la muerte. (...) pero aun los más tiernecitos se animan y los débiles se esfuerzan (...)
"¿Por qué lloras -le pregunta uno-: tú mismo, maestro, nos diste estos instrumentos y nos armaste las manos. Mira, no hemos hecho más que devolver los miles de letras que recibimos de pie y llorando en la escuela. No tienes razón para airarte porque escribamos en tu cuerpo; tú mismo lo mandabas: ¡qué nunca esté inactivo el estilete en tu mano!. Ya no te pedimos, maestrillo tacaño, las vacaciones que siempre nos negabas. Ahora nos gusta puntear con el estilo y trazar paralelos unos surcos a otros y trenzar en cadenita las rayas truncadas. Ya puedes enmendar los versos acoplados en larag tiramira, si en algo erró la mano infiel. Ejerce ahora tu autoridad; tienes derecho a castigar la culpa si alguno de tus alumnos ha sido remiso en trazar sus rasgos en tu cuerpo.
Así jugaban los niños por los miembros del maestro...."
Tras horas de agónicas torturas, lacera y desmembrado, el profesor falleció.
Se llamaba Casiano de Imola, y vivió a finales del siglo II dC en el Imperio romano.
Narra la venganza infantil el poeta hispano Prudencio, de Calahorra, en su libro Peristephanon, IX, dedicado a mártires, de finales del siglo III dC.
Casiano no fue el único profesor torturado.