lunes, 30 de noviembre de 2020

Recortables de teatro (Museo Marés, Barcelona)














Imágenes: Tocho, Museo Marés, Barcelona, noviembre de 2020


La recientemente reabierta tercera planta del museo Marés en Barcelona, que contiene la segunda parte del sorprendente, delirante y fascinante Gabinete de Curiosidades establecido por el escultor Frederic Marés antes y después de la Guerra Civil, contiene teatrillos de papel pintado, que representan escenografías teatrales y operísticas, minuciosamente representadas. El detalle de los telones y las figuras exige una observación detallada. Dichos teatrillos tenían diversas medidas; algunos eran diminutos: cabían en la palma de la mano.
Estos papeles o cartulinas recortados -telones, figuras, complementos- se vendían en cajas, y servían de entretenimiento familiar, como juegos de mesa: se recortaban, se montaban, se fijaban y se iluminaban -con velas. Pese al éxito que tuvieron, en los siglos XVIII y XIX, pocos han llegado hasta nosotros.
La colección del Museo Marés, muy bien instalada e iluminada, es única. Y deslumbrante 

domingo, 29 de noviembre de 2020

Casa de muñecas

 



















Fotos: Tocho, Museo Marés, Barcelona, noviembre de 2020


Hace dos días, abrió de nuevo, tras años de cierre por restauración, la última planta del Museo Marés, dedicada, al igual que la planta inferior, a un descomunal Gabinete de curiosidades, con obras de arte decorativo, entre los siglos XIII y XIX, coleccionada febrilmente por el escultor español Frederic Marés (1893-1991).

De cada tipo de objeto, Marés adquiría, tras búsquedas por toda España, decenas o centenares de ejemplares casi idénticos, tipos de objetos a punto de desaparecer, a menudo desechados, a los que nadie concedía valor alguno.

Hoy, las vitrinas, semejantes a las de un museo de ciencias naturales victoriano, llenas de objetos perfectamente ordenados y clasificados, componiendo archivos alucinados, fascinan por el carácter absurdo, inútil y obsesivo del incesante coleccionismo que revelan.

Entre las obras más singulares, que se descubren después de tanto tiempo, una colección de muñecas de porcelana, del siglo XIX, que miran con ojos de cristal bien abiertos y que, en la débil luz de la sala, saturada de vitrinas cargadas de obras, parecen aguardar al visitante, atentas y sin moverse, como pequeños fantasmas al acecho, poblando un universo digno de A través del espejo que Lewis Carroll escribiera.  

2020

 


Foto: Tocho, Feria de Santa Lucía (Navidad), Barcelona, noviembre-diciembre de 2020

viernes, 27 de noviembre de 2020

Patas para arriba

 





El profesor abre la puerta y entra en el aula. Porta sus apuntes. Saluda al vacío. Se dirige hacia la mesa. Aprieta un interruptor. Enciende el ordenador y escribe la clave de acceso. Activa un programa de filmación con dos cámaras (o webcams) en "streaming" (decir en directo está desfasado). Y habla ante aquéllas.
Los estudiantes, desde sus habitaciones o desde el baño, siguen la retransmisión.
Los taburetes, sobre las mesas, se portan bien.

Mientras, otro profesor, desde su casa, habla a la pantalla de su ordenador y retransmite una clase que los estudiantes, esta vez sentados en un aula ante una tarima vacía, siguen en directo

La nueva docencia....

TED CRONER (1922-2005): NUEVA YORK (1940-1950)















 








Siluetas en una ciudad sepultada por la nieve que difumina los contornos, convierte a los paseantes en sombras y compone abruptos contrastes de luz y oscuridad; imágenes de coches circulando a toda velocidad, desde los que se descubre una ciudad barrida por anuncios luminosos cuyas imágenes se funden, como si un manto de luz, o de nieve, las hubieran recubierto y unificado.

Ted Croner fue uno de los más importantes fotógrafos urbanos norteamericanos de los años 40 y 50 del siglo pasado. Retrató la ciudad de Nueva York, sobre todo, casi siempre de noche, licuada por los neones, o de día, envuelta bajo la nieve que reverbera disolviendo la nitidez, la altivez de los rascacielos.

Una exposición colectiva sobre la "Escuela de Nueva York" fotográfica, estos días, en Montpellier (Francia), destaca su importancia a la hora de captar o de crear una imagen de la ciudad.
Esta exposición, temporalmente cerrada a causa de la pandemia, reabrirá puertas el 1 de diciembre

jueves, 26 de noviembre de 2020

El origen del museo

Las Musas

 

El museo es una institución -y una tipología arquitectónica- aparecida en Europa como consecuencia de la Revolución Francesa y el desmantelamiento de las monarquías absolutas -y en algunos casos del poder eclesiástico- tras las invasiones napoleónicas. Tenía como fin poner a disposición del público bienes y tesoros cuya contemplación, hasta entonces, solo estaba al alcance de la corte.

La creación del museo se sustentaba en un nuevo concepto creado a mediados del siglo XVIII: la obra de arte, entendida como una creación humana que se ofrecía para el disfrute o el deleite, pero también la reflexión de quienes la contemplaban, algo así como un mensaje cifrado, presentado bajo una forma sensible, que debía ser interpretado.

Esta noción de obra de arte -formalmente semejante a un amuleto, una obra sagrada o un útil, pero conceptualmente muy distinta, ya que la obra de arte no pretende ni educar o aleccionar, influir mágicamente en el mundo ni ser el receptáculo de ninguna fuerza sobrenatural invisible-, a su vez, se apoyaba en la noción de genio, determinada un siglo antes (aunque ya en el helenismo se creía en la existencia del genio, no necesariamente dedicado a actividades artísticas, sin embargo), entendido como un creador capaz de producir obras innovadoras, sorprendentes e inigualables -aunque más cercanas a obras mágicas, capaces de incidir en el mundo pero no necesariamente placenteras, que a obras de arte tal como se definieron un siglo más tarde.

Que un museo sea una institución relativamente reciente no significa que no existieran colecciones anteriormente. Éstas, hasta el siglo XVIII, formaban lo que se denominó gabinetes de curiosidades (Barcelona posee el gabinete completo más antiguo de Europa, el Gabinete Salvador). Los museos de Oxford y el Museo Británico, nacieron, precisamente, como Gabinetes de Curiosidades a mediados del siglo XVIII, antes de la moderna conceptualización de la noción de arte y de obra de arte. Un gabinete d curiosidades, en efecto, no atesoraba tanto pinturas, esculturas y objetos decorativos -que constituyen la mayor parte de las colecciones museísticas, tanto clásicas cuanto contemporáneas-, como maravillas naturales, tales como piedras, fósiles, esqueletos, cristales, etc., que se coleccionaban porque eran testimonios de la inventiva divina, de la omnipotencia creativa sobrenatural, muy superior a la humana.  Eran maravillas (mirabilia, en latín, designa a un objeto sorprendente, digno de mirarse)

Los gabinetes de curiosidades nacieron con el Renacimiento. Antes, en Europa, también se coleccionaban creaciones humanas: pinturas, esculturas, objetos, telas, etc.: eran ofrendas para los santuarios y las tumbas. Eran obras sagradas o funerarias. No se creaban para el disfrute humano sino como mediación con los poderes sobrenaturales o para acompañar el tránsito de los difuntos al más allá. Eran obras creadas para no ser contempladas por los humanos.

Estas obras, en Grecia, se depositaban en los llamados Tesoros, edificios destinados a albergar las ofrendas a una divinidad. Entre éstos, seguramente el Tesoro más conocido, sea el Partenón en Atenas. Del mismo modo, el Arca de la Alianza contenía todos los objetos del culto a Yahvé.

La primera institución que recibió el nombre ce Museo no se dio en la Europa ilustrada sino en África, en el Egipto faraónico bajo dominio alejandrino. El Museion, en efecto, se construyó en Alejandría en el siglo IV aC. Sin embargo, poco tenía que ver con un museo tal como lo entendemos desde finales del siglo XVIII. El Museion albergaba todo tipo de ofrendas a las Musas, las diosas, hijas de la diosa de la Memoria (la diosa Mnemósine), que velaban por la excelencia creativa humana, que inspiraban y alentaban a los humanos para producir obras, cantos, poemas que honraran dignamente a las divinidades. Las Musas, eran, en verdad, las inspiradoras de la creación humana. Y las creaciones modélicas, dignas de verse, se atesoraban en el Museion, que también acogía a pensadores y creadores que quisieran intercambiar conocimientos bajo la protección divina. El Museo era, por tanto, un espacio sagrado, un Tesoro y un taller de producción de ofrendas.

Hoy, el Museo protege y expone manifestaciones sensibles de la intuición humana, de su percepción del mundo, que el artista tiene a bien comunicar a la comunidad. Pero, al mismo tiempo, el museo mantiene una de las funciones del Museion de Alejandría, aunque de manera profana: se trata también de un lugar desde el cual reflexionar sobre el mundo,  produciendo obras o realizando acciones que muestran dichas reflexiones que se consideran dignas de ser tenidas en cuenta. Esta función se apoya en la moderna noción de genio que no existía en el mundo helenístico, ya que entre los morales y los inmortales mediaba un abismo que las ofrendas a los dioses apenas salvaban.

El Museo como un lugar de creación y de reflexión entronca con el Museo helenístico, mas éste reflejaba la creencia en la existencia de las Musas y su devoción por estas, mientras que, desde el siglo XVIII, las Musas invisibles han cedido el paso al artista genial muy visible en la sociedad actual, especialmente en la Occidental -los magos y los chamanes, en cambio, productores de amuletos y sobre todo, figuras capaces de utilizarlos para entrar en contacto con las fuerzas sobrenaturales, siguen activos en otras sociedades.