lunes, 28 de diciembre de 2020

La matanza de los inocentes, II (Josep Ginés , 1768-1823)

 

















Entre 1789 y 1794 -el Terror que la Revolución francesa extendió por toda Europa, con toda clase de ajusticiamientos y asesinatos, resuena en la obra-, el escultor valenciano Josep Ginés recibió el encargo del rey Carlos III de un desmesurado belén para el futuro Carlos IV. 

El conjunto, de seis mil piezas de terracota, incluye un extenso apartado dedicado a la masacre de los inocentes. 

Las figuras, reciente y oportunamente expuestas , en tiempos de pandemia, en el Museo de Bellas Artes de Valencia, se conservan en la Real Academia de San Frenando de Madrid -de la que Ginés fue director. Una de las más dramáticas se muestra en la colección permanente del museo Marés de Barcelona.

La matanza de los inocentes, I


 
















28 de diciembre: tras la Natividad, la muerte.

Mateo -el único evangelista que se refiere a este hecho, imaginario- cuenta que el rey Herodes, furioso que los Reyes Magos, de vuelta de Belén, no le hubieran informado, como les había pedido, acerca de donde se hallaba el nueve rey de los hombres, el rey de reyes, ordenó la masacre de todos los recién nacidos en su reino. Los Reyes Magos, avisados por un ángel, habían regresado a Caldea sin detenerse.

No hace falta preguntarse cómo es que la matanza es anterior a la llegada de los Magos.

Este hecho simbólico es importante porque repite la matanza de los recién nacidos hebreos ordenada, eras antes, por el faraón, para evitar que naciera Moisés que liberaría a su pueblo del yugo egipcio y los conduciría a la tierra prometida, y augura pues la separación de los cristianos de los hebreos y augura una nueva era luminosa.

Como ocurre reiteradamente en los Evangelios -que no son textos históricos sino políticos, éticos y religiosos, redactados todos tras la destrucción del Templo de Jerusalén en manos romanas, lo que implicaba que el pueblo elegido había caído en desgracia por no reconocer al Mesías, y era necesario separarse de aquél, so pena de no alcanzar la gracia-, los distintos acontecimientos contados y las mismas palabras atribuidas al Mesías repiten hechos y palabras de los profetas, de modo que queda claro que la palabra de dios se cumple, tanto sus advertencias como sus promesas, lo que da fe del sentido de la vida y las palabras del Mesías: son la confirmación de los anuncios divinos.

La matanza de los inocentes, que rememora la matanza de los recién nacidos ordenada por el faraón, fue ilustrada sobre todo en los siglos XVI y XVII (Giotto, excepcionalmente precursor, Ghirlandaio, Guido Reni, Brueghel, Rubens, Poussin,, sobre todo), como un símbolo de la devastación causada por las guerras de religiones que asolaron el centro y el norte de Europa. Católicos y protestantes aparecían, en según qué bandos, como los verdugos o las víctimas. 

Un cuadro de Poussin es quizá el emblema más conocido, suplantando la extensión de la masacre, casi anónima, inevitable, por el dolor íntimo de un madre, con la que cualquiera podía identificarse, ante el asesinato de su hijo.

La versión de uno de los cuadros de Poussin por Picasso es, sin duda, la mejor ilustración del tema en el siglo XX.

domingo, 27 de diciembre de 2020

La Sagrada Familia


 


























El Maestro de Franckfurt, Mantegna, Bellini, Giorgione, Rafael, Miguel Ángel, Juan de Juanes, El Greco, Rubens, van Dyck, Rembrandt, Poussin, Velázquez.... Nolde.

Algunos de los grandes pintores que han tratado el tema de la Sagrada Familia, que se celebra hoy domingo 27 de diciembre -tras la Natividad, el primer sacrificio (Esteban), y antes de la realeza y el reconocimiento (como veremos en los próximos días). 

Un tema muy tratado por la pintura entre los siglos XV y XVIII, antes de desaparecer entre motivos de estampita (apenas se encuentran imágenes no relamidas, incluso de Chagall). Antes del Renacimiento, -La baja Edad Media estaba más preocupada por la pérdida (la Crucifixión, el Descendimiento, el Enterramiento) que por la frágil unidad-, el tema de la Sagrada Familia no se representó. 

La noción y el culto de la Sagrada Familia se establecieron precisamente con esas primeras imágenes clásicas que el concilio de Trento divulgó. Curiosamente, la tardía imposición del culto a la Sagrada Familia, ya en el siglo XIX, coincide con su desaparición como tema artístico representativo, seguramente porque la noción de familia estaba cambiando.

Sin embargo, las primeras imágenes de la Sagrada Familia no se limitaban a José, María y el niño Jesús, sino que la noción de familia se extendía y podían incluir a Ana, la madre de María, la prima de María, Elisabeth (la concepción de cuyo hijo, Juan Bautista, fue milagrosa, ya que Elisabeth tenía sesenta años), y el primo segundo de Jesús, Juan Bautista, una visión amplia que se redujo en el siglo XIX.


sábado, 26 de diciembre de 2020

Esteban

 26 de diciembre: san Esteban.


Stephanos, en griego, significa corona. Una corona vegetal, trenzada (stephoo, significa trenzar), como la que se otorgaba a los ganadores de los juegos (olímpicos, por ejemplo), o la corona de espinas que recibió Jesús. 

El trenzado era un acto gracias al cual se domesticaba la naturaleza (las plantas selváticas), insertándola en una forma perfecta, ideal: una circunferencia. El trenzado era un gesto que está en el origen de la arquitectura: los elementos vegetales se unen y se relacionan, abandonan sus características distintivas y excluyentes para integrarse y formar un todo protector, que encapsulaba un espacio protector, defendiendo de las adversidades externas. Trenzar -con un gesto continuo circular- y tejer -yendo y viniendo, de abajo arriba- son gestos con los que se ordena la naturaleza, y se la somete a un plan superior, una forma determinada. Los elementos vegetales tienen la flexibilidad para aceptar este nueva, primigenia forma que los realza.

La corona (stephanos) era real o metafórica: una corona de luz que realza la corte celestial, como se describe en numerosos párrafos del  Apocalipsis, un signo de gloria y la señal de la presencia del espíritu.

Tal era la corona de Esteban. 

Esteban hace su entrada en las Actas de los Apóstoles (6).Es un judio helenizado. Se opone a los judios del Templo. Será condenado y lapidado. Es ejecutado el mismo año que Jesús . Y muere pronunciando las mismas palabras que aquél. Sus figuras se confunden. Son los dos primeros mártires. Al igual que Jesús , Esteban está imbuido de la gracia De Dios Padre.

Morir lapidado: las piedras con las que Jesús (o Cristo) levanta su ecclesia (la comunidad) son las que acaban con la vida de su doble. 

Más estas piedras no son las que edifican la nueva comunidad, sino que proceden del orden antiguo -y certifican su ruina-. Echándolas se derriba una construcción que ha dejado de tener sentido. Y este sacrificio, el don que Esteban hace de su vida, es lo que permite levantar la nueva construcción, la nueva comunidad, imbuida de la Gracia que corona a Esteban y se transfiere a la ecclesia. La muerte de Esteban es necesaria y “corona “ o culmina la edificación real y espiritual iniciada por el Uncido -cuyo sacrificio abre la nueva construcción que un segundo sacrificio, de Esteban, cierra.


Por eso, se honra a Esteban un día después de la Natividad. El sentido de la misma, la buena nueva, adquiere ahora pleno sentido, se hace efectiva.  

La ecclesia cubre techo. Desde entonces, es habitable, acogedora y protectora.

viernes, 25 de diciembre de 2020

IVRY GITLIS (1922-2020) & YOKO ONO (1933): WHOLE LOTA YOKO (1968)

 

 Ivry Gitlis, virtuosista violinista clásico israelí, conocido por sus interpretaciones de composiciones de Paganini, fallecido ayer, formó parte, hace más de cincuenta años, de un grupo llamado The Dirty Mac -una irónica referencia al grupo Fleetwood Mac-, formado por John Lennon, Keith Richards, Eric Clapton, Yoko Ono y él mismo, e interpretó una obra de la misma en un concierto en 1968. 

 Dedicado a Gregorio Luri

jueves, 24 de diciembre de 2020

Dando vueltas

 Aún lo recuerdo. Explicaba, ligeramente encorvado, mirándonos a la cara. Callaba; giraba a un lado y empezaba a andar lentamente, de un lado a otro de la tarima, la cabeza gacha, mirando al suelo, fumando. Se detenía un momento, envuelto en humo, reemprendía el paseo, en silencio. Caminaba no como una fiera en una jaula, sino que parecía que meditaba (sobre) cada paso que daba. Y, de pronto, se paraba, se volvía hacia nosotros, y reemprendía la clase.

Así las daba el filósofo Eugenio Trías en las clases de Estética de la Escuela de Arquitectura, a finales de los años setenta hasta principios de los noventa del siglo pasado.

El silencio no se hacía cansino o interminable, nadie se evadía mentalmente de la clase,  sino que, por el contrario, se creaba una atmósfera tensa que las nuevas palabras evacuaban y rompían. Éstas no habrían sido tan efectivas ni se las recordaría tanto, si no hubiésemos quedado hipnotizados por los callados movimientos circulares.

Eugenio Trías se comportaba peripatéticamente, es decir caminaba dando vueltas, que es lo que la palabra de origen griego peripatético significa literalmente. 

Esta palabra se aplicaba a la manera de comportarse de Aristóteles aleccionando a sus discípulos en el Liceo, un centro educativo compuesto por un patio porticado, cerca del templo de Apolo Licio en Atenas (Apolo el Lobo: Apolo venía de los fríos y tenía la aguda, inquietante e inmisericorde inteligencia de un animal de presa, mandando sobre una manada de fieles). Los claustros medievales, creados para la callada meditación ambulante, derivan del Liceo aristotélico.

El pensamiento surge del movimiento circular que permite hallar una solución a un problema. Aún hoy, damos vueltas alrededor de una cuestión, y el dar vueltas es un signo de que aún no hemos dado con una respuesta satisfactoria, con una explicación convincente, pero que ya estamos en camino, rodeando el problema, asediándolo.

¿Cómo podemos pensar, pues, en una clase virtual, sentados ante un ordenador, una "webcam"? Podemos leer, recitar de memoria, mas ¿podemos resolver problemas a medida que agarramos una cuestión y le damos la vuelta?

Es cierto que las clases pandémicas pueden desarrollarse en el aula, ante una cámara lejana suspendida del techo, que enfoca a la tarima y la pizarra, el escenario en el que se desenvuelve el profesor: una solución, que parece definitiva, tan alababa modernamente. Mas, éste no puede quedarse callado. Cualquier silencio es pronto interpretado como un fallo del sistema de transmisión. Movemos el cursor del volumen, salimos y volvemos de la retransmisión y volvemos a entrar; nos preguntamos no lo que el profesor piensa sino qué ocurre para que no hable. ¿Qué deficiencia está ocurriendo. ¿Acaso el programa ha dejado de funcionar, quizá por culpa nuestra?

En una clase son tan importantes las palabras como los silencios, los movimientos como la quietud. Una clase se da, se construye, mientras uno se va acercando a una solución, cuando aborda un problema y se desplaza hacia él, tratando de verlo desde todos los ángulos, observando su cara oculta, en un movimiento de aproximación que tiene en cuenta todas las facetas de un tema.

Mas, una clase virtual castiga el silencio (y a menudo el movimiento). 

No es una clase; es un programa televisivo donde todas las cartas están ya sobre la mesa, durante el que el profesor hace ver qué piensa pero no puede pensar en nada.