Imagen enviada por la Dra. Mariagrazia Masetti-Rouault (historiadora de las religiones y arqueóloga, EPHE, Sorbona, París), a quien agradecemos este recordatorio
Cuando el equinoccio, en el mes de Nisannu (Nisán, en hebreo, hoy), en marzo-abril, el mes del Año Nuevo mesopotámico, tenía lugar la celebración del Akitu (de una palabra sumeria que significa siega de cebada), con el que se imploraban a los dioses una cosecha abundante.
Fiesta agrícola, el Akitu ya tenía lugar en Sumeria, en el cuarto milenio aC, pero su desarrollo en Babilonia, en el primer milenio, llevó a que la celebración, presidida por el rey el sumo sacerdote del dios de la ciudad, el dios Marduk, se alargara, perfectamente codificada, durante doce días. Se celebró hasta la época imperial romana.
La ceremonia honraba al dios de Babilonia y a su hijo Nabu. A lo largo de los días, el rey y la tierra se purificaban. El sumo sacerdote humillaba al rey para lavarlo de sus males, se sacrificaba una cabra que se echaba al río Eúfrates para que el agua lavara las faltas que el cadáver asumía, se tallaban efigies en madera que eran quemadas llevándose los últimos males y, sobre todo, se llevaba a cabo una procesión, durante la cual las estatuas de los dioses Marduk y Nabu eran lavadas, revestidas y paseadas entre el templo del Akitu (un templo construido para esta fiesta anual, construido en el lugar donde el dios Marduk derrotó a la diosa Tiamat, monstruo de las infértiles aguas salobres) y el Esagila (el templo principal de Babilonia, coronado por un zigurat -que dio lugar al mito de la torre escalonada de Babel-, dedicado a Marduk).
A lo largo de las festividades, el rey y la tierra se renovaban, desprendiéndose de lo que empañaba el año que moría. Esta purificación y renovación se acentuaba a través del recitado, por el rey, del llamado Poema de la Creación (Enuma Elish) que contaba, en un lenguaje exaltado, que cantaba las excelencias de Marduk, la creación del mundo que culminaba con la victoria del dios de Babilonia sobre los poderes de la noche, victoria que se esperaba se repitiera cuando en inicio del año nuevo. El largo poema escenifica dicha creación así como el triunfo de Marduk, al mismo tiempo que lo garantizaba.
Doce días más tarde, el mundo volvía a su estado primigenio, puro y fértil como el primer día de la creación, cuando el tiempo destructor no había empezado aún su oficio.
Qué Marduk triunfe de nuevo en 2021 tras los males del Año que ha fenecido.
"Señor, cuya cólera nadie iguala,
Señor, rey lleno de gracia, señor de las tierras,
que ha bendecido a los grandes dioses,
Señor, que derrota al violento con la mirada,
Señor de los reyes, luz de los hombres,
Que repartes los destinos,
Oh Señor, Babilonia es tu sede,
La ciudad santa de Borsipa, tu corona,
Los cielos son tu cuerpo...
Abrazas al fuerte con tus brazos,
Les concedes la gracia con tu mirada,
hazles ver la luz para que
proclamen tu grandeza.
Señor de las tierras, luz de los Igigi (los dioses primigenios),
que pronuncias las bendiciones,
¿quién no cantaría tu potencia?
¿quién no hablaría de tu majestad, y alabaría tu dominación?
Señor de las tierras, que vive en Eudul (¿?),
que levanta al caído;
Ten piedad de tu ciudad, Babilonia
Vuelve tu faz hacia el Esagila, tu templo,
Concede la libertad a los que habitan en
Babilonia, la pupila de tus ojos"
(Secreto del Esagila)