lunes, 20 de diciembre de 2021

RICHARD ROGERS (1933-2021) & SUSAN BRUMWELL (1939): ZIP-UP HOUSE (1967-1969)

 To zip up : un verbo inglés singular; significa tanto abrir como cerrar. En cualquier caso designa dos acciones antitéticas ejercidas sobre una cosa.

Una casa zip up es un ente que se puede montar y desmontar fácilmente, una casa que asume valores contrapuestos. Crece y decrece, se alarga y se acorta, se ubica, se adapta a un terreno, plano o inclinado, y puede instalarse en otro lugar, una casa que es casi una caravana, apoyada en unos tubos metálicos delgados, arácnidos, sin cimentación, cuya longitud se amolda a la pendiente del terreno, una casa compuesta de módulos metálicos cuya piezas sueltas se adquieren en una ferretería, que el usuario puede levantar por su cuenta. Una casa lunar para cualquier sitio, para ninguna parte.

Esta casa es un prototipo que respondía a un concurso, que hubiera tenido que fabricar industrialmente, pero que no se comercializó.

Y, sin embargo, se trata posiblemente de la mejor y más hermosa obra de los arquitectos Rogers, fallecido ayer, y Brumwell, mucho antes que Rogers junto con Piano ganara el concurso del nuevo museo de arte moderno de Paris, el Centro Pompidou.






















domingo, 19 de diciembre de 2021

Modestia (aparte)

 


































Fotos: Tocho, La Virreina.  Centro de la Imagen, Barcelona, diciembre de 2020


Pequeña exposición barcelonesa dedicada a un celebrado museo recién inaugurado en un país europeo, obra de un discreto, humilde, casi anónimo arquitecto español.

Dichas cualidades se proyectan en los muros de las tres salas expositivas. Éstas se han cubierto, de suelo a cielo,  con un papel pintado con un estampado de alrededor de un millar de hojas de revistas y periódicos internacionales con la imagen en blanco y negro del museo y la foto del arquitecto, de cuerpo entero, medio cuerpo, primer plano, mirando de frente, de perfil a la derecha y a la izquierda, recibiendo premios, pensando, meditando, dibujando, inmerso en su obra, como una parte de un crucigrama, de las que cuelgan pantallas planas de gran tamaño con entrevistas y conferencias del arquitecto, a todo color y en primer plano, hablando, riendo, platicando, moviendo las manos, agitando la cabeza…., que rodean muebles que contienen tabletas en las que se proyectan imágenes inéditas del arquitecto, antes de una tercera y última sala también tapizada con decenas de miles de imágenes del museo y de su autor sacadas de Instagram. Y así, quizá podamos evitar cometer un imperdonable pecado de lesa majestad olvidándonos de santa faz del influencer y de su magna obra, en esta moderna capilla  dedicada a un opus dei.

Se echan a faltar unas nubes de incienso. 


http://ajuntament.barcelona.cat/lavirreina/es/exposiciones/archivos-lambda-el-proyecto-del-museo-munch-de-oslo/543








sábado, 18 de diciembre de 2021

CARLO FONTANA (1634-1714): UNA IGLESIA EN EL COLISEO (ROMA, 1683)








Iglesias construidas en templos paganos no son raras. Dos ejemplos vienen de inmediato a la memoria: la catedral barroca  de Siracusa que encierra un templo dórico  griego, y la iglesia bizantina insertada en un templo imperial dedicado a Zeus, construido en el recinto de gran un templo siro-mesopotámico, iglesia transformada entonces en mezquita, la gran mezquita de Damasco.
Mezquitas en santuarios paganos (Partenón), en catedrales bizantinas (Santa Sofía en Estambul) o románicas (Barcelona), iglesias en mezquitas (Córdoba), todas las combinaciones han llevado a la deformación, mutilación, desacralización, o alteración (para bien o para mal) de los edificios intervenidos. Intervenciones conscientes de lo que hacían, que buscaban alterar un edificio para adaptarlo a un nuevo credo, borrando su conexión con creencias anteriores, distintas de las vivencias de tantas construcciones, sagradas o profanas -las catedrales asumieron o soportaron todos los estilos a lo largo de su dilatada construcción, cambiando de forma como cambiamos los seres vivos-  a lo largo del tiempo, construidas, reconstruidas, ampliadas, reducidas, en las que la historia va dejando sucesivas capas, sin que las trazas y los significados de las capas o estados anteriores se pierdan o se borren intencionadamente.

Pero en la historia del encuentro entre el pasado y el presente, en el que el pasado decide, condiciona o guía la formación del presente, un ejemplo ejemplar y único, que respeta el pasado y lo mantiene en vida, capaz de anidar y animar una obra del presente, es un proyecto que quizá por desgracia no se llevó a cabo: la inserción, obra del arquitecto barroco Carlo Fontana, de una iglesia de planta circular en el óvalo del Coliseo Romano, confirmando un conjunto inspirado en los pórticos ovalados barrocos ante la fachada de la basílica del Vaticano.
Una inserción que apenas hubiera afectado, al menos en el proyecto, al edificio romano , pero que lo hubiera dotado de una función y un significado muy distintos. El Coliseo -su nombre proviene de una estatua de culto colosal dedicada a Nerón como luz del mundo, ubicada cerca de donde se asentaría el Coliseo tras la destrucción de la estatua-, en el que las leyendas ubicaban el martirio de los Santos, se hubiera convertido en una plaza ante la fachada del templo, cuya forma, sin embargo, resultaba de la pronunciada curva cerrada en el eje mayor de la elipse, en una de las más logradas, singulares e inesperadas simbiosis entre el pasado y el presente, un edificio sagrado pagano -en el que las víctimas entregaban su vida, a modo de sacrificio o de ofrenda, en beneficio del emperador divino o divinizado- convertido en un santuario cristiano, manteniéndose, en cualquier caso, la sacralidad del espacio. La fachada del templo se hinchaba grávidamente apoyada o delimitada por un pórtico convexo que daba la vuelta a la concavidad del pórtico del Coliseo, tensándolo, acercándolo al espacio central aprisionado entre los garfios del Coliseo, estableciéndose un juego y un reto entre los antiguos pórticos y el desafiante de la Iglesia -retando al pórtico romano porque es consciente que es hijo suyo, que lo necesita porque le da sentido, que no puede prescindir de aquél, homenajeándolo en cierto modo. 
 
Agradezco al arquitecto Lucas Dutra la información sobre este deslumbrante proyecto, que solo se conoce a través de un volumen sobre el Coliseo, de Fontana, editado tras la muerte del autor.