Un cartel anunciando la nueva colección permanente de diseño gráfico e industrial en el Museo de Diseño de Barcelona, divulgado por la ciudad en marquesinas y banderolas repartidas por doquier, suscita algunas preguntas.
El hermoso cartel presenta las siluetas en negro de varios objetos casi todos bien identificables. No son meros útiles de uso diario , sillas, bancos públicos, lámparas de mesa y de pie, pequeños electrodomésticos de cocina, sino objetos muy conocidos, con nombre y apellido, firmados por diseñadores españoles en algunos casos aún activos (Miquel Mila, André Ricard, Rafael Marquina)’, etc.).
¿Qué es un objeto común?
Común se opone a propio. Un nombre propio es personal. Identifica a una persona, fácilmente reconocible por su nombre propio. El nombre propio introduce una brecha en un conjunto, distingue, separa, individualiza. Dos seres o entes, cada uno con un nombre propio, son inconfundibles. El nombre propio es todo. El ser de una persona, en algunas culturas, recae en el nombre, su nombre. La eliminación de una figura, de cuya existencia no se quiere saber nada, se quiere borrar de la historia, pasa necesariamente por la destrucción de cada una de las letras de su nombre personal. Con el rasgado, rayado o borrado del rótulo, hasta convertirlo en ilegible o inidentificable, la persona se desmorona, y cae en el ominoso olvido.
Un nombre común, por el contrario, es un nombre genérico, compartido, precedido por un artículo común. Un nombre común señala una clase de objetos o seres. Cada uno de éstos pasa a ser un ejemplar intercambiable, sin rasgos propios, percibidos, cuando existen, como errores o excepciones prescindibles, que no deben ser tenidos en cuenta a la hora de juzgar el ejemplar. Pues tan solo se trata de un ejemplo, sustituible. Lo común no tiene rostro ni forma propios. No es nada fuera del grupo. Lo común no puede ser individual o singular. Grupos con un solo ejemplar tienden a desaparecer. Son un error, pues lo común, por definición agrupa a varios entes o seres que comparten características. Lejos de distinguirse, se funden en la masa, y pasan desapercibidos, no se singularizan, no se hacen ver, no ocupan la primera fila, no dan un paso adelante, sino que solo existen disueltos en un colectivo.
Los diseños que el cartel muestra viven entre dos mundos, están atrapados o marcados por una doble vida. Quieren ser unos útiles, ser en tanto que sirven a cada ser, al servicio del ser humano, y solo existen en tanto que atienden a las necesidades básicas, sustituibles por otros idénticos, cuando se vuelven inservibles por el desgaste; solo viven en tanto y mientras cumplen una función de manera discreta, casi anónima, evitando ser descubiertos, llamar la atención, mientras no sirven, no cumplen un servicio. Son objetos en permanente estado de guardia, atentos, dispuestos siempre a echar una mano.
Pero, al mismo tiempo, son objetos que tratan de ser entes aventajados, que suplen las deficiencias de sus pares, y responden a necesidades -más que a deseos- que hasta entonces nada había satisfecho o incluso descubierto, necesidades existentes pero latentes y que de pronto se manifiestan cuando un objeto las manifiesta, facilitando la vida diaria. Son objetos, pues que se adelantan y se singularízan, objetos que se vuelven preferentes y preferibles, y cuya presencia acaba por relegar al olvido los que los han precedido. Son los primeros de la clase, de su clase, imitados desde entonces y a veces inimitables. Objetos nada comunes.
Mas, objetos que aspiran a atender a necesidades básicas o comunes, a ponerse al servicio de la comunidad, y a no tener un protagonismo por si mismos, sino solo a destacar por la manera efectiva, eficaz y discreta de responder a las necesidades básicas humanas, objetos que aceptan y asumen que un día, serán mejorados; que son mejorables, todo y habiendo hecho todo lo que han podido y sabido para ponerse al cuidado de los humanos.
Objetos admirables y paradójicos; objetos comunes y singulares, con voz propia y coral, objetos reconocibles pese a estar tan solo silueteados, y que aprecian aparecen como formas sombreadas, reducidos a sombras porque soben que, por un tiempo, serán insustituibles -aunque no pretendan a la eternidad. Viven en el tiempo, en aquí y el ahora, y envejecen, lo más dignamente posible, con nosotros, acompañándonos en nuestro tránsito .
A AR, MM, PFP