La exposición del año sin duda está en este momento en Madrid: la nuestra antológica dedicada al diseñador, escultor, pintor, escritos de cuentos infantiles e inventor italiano Bruno Munari.
Una dosis de optimismo, humanidad, generosidad, inventiva y humor en estos tiempos sombríos que parecen sacar lo peor de nosotros.
Muebles sencillos y económicos, atractivos, agradables, útiles e innovadores, lámparas, anuncios, juegos, cuentos, tipografías, esculturas, pinturas, dibujos, juegos, todo lo que pudiera contribuir a la mejora, a la expansión y comodidad de la vida, con el menor coste posible, siempre sorprendente, descubriendo, como explica la arquitecta Montserrat Domínguez, las múltiples caras de los objetos, desvelando que pueden ser lo que no parecen, y pueden servirnos sin rebajarse ni ser meros utilitarios, fueron las aportaciones de Munari. Una cama es mucho más que un lecho: es un mundo que cada uno puede hacer suyo, permitiéndonos descubrir aspectos de nosotros que desconocíamos, convirtiendo un mueble funcional en un terreno de juego siempre cambiante, por explorar. Un Habitáculo”, que no una casa: un espacio habitable, hecho a medida de nuestros hábitos, un haber nuestro que evoluciona con nosotros, que nos invita y permite evolucionar; una construcción que transita, que se hace y se deshace, se levanta y se desmonta, como nosotros, al ritmo de nuestros sentimientos, sensaciones y humor, un espacio en el que encontrarse a gusto, viviendo sin pensarlo, como si todo estuviera por hacer, y las posibilidades de jugar con el entorno, inagotables.
Una exposición excepcional, muy bien montada, rechazada por instituciones públicas de Barcelona, pero también por el Museo Vitra en Suiza o el Museo del Diseño de Londres, quizá porque la ligereza (que no la liviandad) ya no son de recibo. Hoy imperan los cañonazos. El juego se ha extinguido.
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