La teoría es una mirada atenta sobre las cosas que trata de saber o intuir qué significan, valorando o apreciando cómo, de qué manera, a través de qué formas el supuesto contenido se comunica (se visualiza). La teoría, por tanto, le da vueltas al impacto y el significado de las cosas -naturales o artificiales- que nos llaman la atención, que nos llevan a detenernos para contemplarlas e "interrogarlas" acerca de su razón de ser, de las razones de su presencia en el mundo, de su "necesidad". ¿Podríamos vivir sin ellas? ¿Cómo y por qué nos afectan, para bien o para mal? ¿Qué nos aportan? Los posibles mensajes de los que las cosas (las obras de arre, por ejemplo) nos parece que son portadoras, ¿están realmente en ellas, han sido "introducidos o conformados sensiblemente (visual, auditivamente) por el creador, o son fruto de nuestra imaginación, que encuentra sentidos a cosas que no lo tienen, pero que son capaces de suscitar semejantes consideraciones?
Estas consideraciones "teóricas", acerca de la necesidad, la oportunidad, el sentido, la razón de ser de las cosas, que nacen de una relación sensible y prolongada con lo que entra en contacto con nosotros -ya sea porque nos sorprende (nos toma por sorpresa), ya sea porque responde a nuestras expectativas, o las supera, cuando decidimos acudir al encuentro de un objeto (como cuando acudimos a un museo o un espectáculo, por ejemplo)- no se producen solo cuando dialogamos con la creación ajena, sino también cuando reflexionamos sobre lo que hacemos o estamos a punto de emprender.
Reflexionar: un verbo que cuenta un gesto o una acción que se observa a sí misma. Nombra una segunda mirada, una nueva mirada sobre la acción (a punto de llevarse a cabo o que se ha llevado a cabo), una acción cuyo resultado es un objeto, una creación del tipo que sea, que tendrá, posiblemente, una influencia en las personas convertidas en espectadoras si y cuando descubran este objeto o este espectáculo. La teoría, por tanto, recapacita sobre lo que hacemos o vamos a hacer, nos obliga a mirarnos. Se pregunta por los fines o los objetivos y los medios empleados, sobre la necesidad del acto y sobre sus consecuencias para nosotros y para los demás, para la comunidad en la que la creación se inserta, a la cual va dirigida. La creación no consiste en un gesto o un acto impune, sino que conlleva consecuencias benéficas o no, que alegran, perturban, decepcionan, irritan o enfurecen a quienes se la encuentren, la acepten, se muestren indiferentes o la rechacen. La teoría (la estética: la apreciación de las cualidades de las cosas, de su manera de ser y de presentarse ante el mundo, de lo que aportan o comunican), en suma, es una ética, no se distingue o se desvincula de la ética, puesto que la teoría recapacita sobre el sentido y los valores de lo que queremos hacer, de las obras que emprendemos. La teoría mide, tiene en cuenta, el alcance de lo que hacemos, y nos obliga a calibrar, lo queramos o no, que nada de lo que hagamos no vaya a incidir en el mundo y en los demás. Del mismo modo que juzgamos la obra ajena, la teoría (la reflexión o la ética) nos fuerza a volver la mirada sobre nuestros gestos, a fin de que estemos advertidos del impacto de nuestras decisiones.
La teoría no nos detendrá, no impedirá que acometamos ciertas acciones, pero sí nos muestra qué puede pasar, y cómo estos gestos pueden afectar a la comunidad y a nosotros mismos. La teoría nos advierte que nada queda impune, que la cultura incide en la naturaleza (física, humana), para mejorarla, completarla o mutilarla.
En todos les estudios formativos, aprender no solo cómo se debe operar, y qué se hace, sino también (o sobre todo) si es necesario, conveniente, oportuno operar, y a qué precio, evitaría quizá, el daño y el afeamiento del entorno (y de nuestra vida) que los arquitectos, entre otros, causamos.