La ciudad parece Nueva York: bosques de rascacielos, calles o pasos elevados que empequeñecen las últimas casas de una planta ateridas a los pies de edificios que ningunean el cielo. A pie de calle, pocos paseantes, y algunos extraños, pequeños animales humanizados, topos vestidos, que contrastan con perros que compiten con los edificios más altos, pero que no causan excesiva extrañeza, como si los animales de Alicia hubieran vuelto a salir de la madriguera, al menos en sueños.
Pero no se trata de Nueva York -pese s las ratas que ocasionalmente discurren-, sino de Nueva York -en-el-Loira, al sur de París, una ciudad imaginaria, en verdad, creada, a partir de fotografías, por el autor francés de cómics, Nicolas de Crécy, uno de los mejores artistas en este género, que ha hecho del retrato de la extrañeza urbana -una cualidad que no se percibe a primera vista, sino que se intuye apenas- su tema predilecto.
Una exposición en Francia celebra la obra de este artista con su mirada entre tierna, curiosa y perturbadora, sobre la ciudad convertida más en una urbe abandonada, deslucida y entrañable, que una colmena.