Instrumentos musicales Zenúes, anteriores al siglo X, Museo del Oro Zenú, Cartagena de las Indias (Colombia)
Fotos: Tocho, Cartagena de las Indias, enero de 2024
Una sugerente exposición de instrumentos musicales -flautas y sonajeros- precolombinos, del pueblo Zenú, de la costa pacífica del noroeste de Colombia, entre el primer milenio aC y el primer milenio dC, pone explícitamente de manifiesto una característica de los instrumentos musicales de la antigüedad.
Salvo que una lengua antigua siga viva -como algunas lenguas precolombinas, o el latín hasta la Edad Media europea-, y no solo como lengua de culto (como el copto), la única manera de (tener la ilusión de) percibir el mundo tal como se percibía hace milenios, asumiendo diferencias culturales, se logra con el uso de instrumentos musicales antiguos (aún cuando no se esté seguro de tonos y ritmos utilizados en ls antigüedad) y la audición de sonidos o notas tocadas con dichos instrumentos. El sonido puede ser el mismo, aunque las imágenes y los recuerdos que evoca inevitablemente no lo sean ni lo puedan ser. Sin embargo, por unos momentos, se puede tener la sensación que el tiempo se suspende, produciéndose un cortocircuito, como si el tiempo se hubiera detenido y se estuviera aún en el tiempo originario de las primeras melodías. La música suena, al menos así lo creemos, lo queremos creer, sin tener certeza alguna, como sonaba hace dos mil años. Los instrumentos musicales antiguos son las únicas obras arqueológicas que no están muertas, que no son el testimonio de lo que se ha perdido.
Los instrumentos musicales Zenúes eran útiles de curación con los que se invocaban a los poderes invisibles y se dialogaba con ellos , al mismo tiempo que permitía entrar en contacto, hablando el mismo idioma, con los animales y las plantas.
Flautas y sonajeros, ilustrados con tallas de efigies animales, casi siempre acuáticos -caimanes, sobre todo-, minuciosamente tallados y pulidos, y capaces de producir notas con una precisión que no se sabe bien cómo se lograba -pues exigía el pulido del interior de la flauta, hasta dotarla de distintos espesores según las zonas-, permitían a los humanos superar sus limitaciones para “entrar en contacto” y “dialogar” con otros seres vivos, cercanos y a la vez distintos. La música sorteaba distancias espácieles, temporales y “ontológicas” (la distinta “esencia” de los seres vivos).
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