jueves, 21 de marzo de 2024

CHRISTELLE TEA (1988): PARÍS AL VUELO






































 Christelle Tea es una dibujante francesa formada en China y en Japón. Dibuja en la calle. Tinta china. Sin bocetos. Pacientemente, tomándose su tiempo, sentada en un taburete, la hoja en blanco sobre una delgada plancha de madera apoyada en las rodillas. Suele trabajar por series: bibliotecas, museos, a menudo por encargo, son sus temas predilectos. París, la ciudad que más ha retratado, una ciudad insólita, casi irreconocible, pese a haber reproducido los elementos del entorno. Una ciudad que solo existe en sus dibujos, pese a que éstos no son imaginarios. Vistas urbanas e interiores sin personas, ancladas en un tiempo pasado, densas de objetos y libros, y sin embargo actuales.

Los premios de dibujo se multiplican 

Véase su página web: https://christelletea.com/


martes, 19 de marzo de 2024

Esconjuradero

 


























La construcción es de planta cuadrada, orientada a los puntos cardinales. El volumen, un cubo coronado por un tejado a cuatro aguas. Los muros gruesos de piedra, con estrechas oberturas verticales terminadas con un arco de medio punto. Las paredes interiores albergan hornacinas en las que se ofrendan ocasionalmente velas.. Son los únicos elementos vagamente decorativos, junto con una cruz ocasional. La sobriedad, la dureza es de rigor, junto con la precisión geométrica y constructiva. En algún caso, un soporte cúbico también levantado con sillares se ubica en el centro del edificio cuyo techo se cubre con una bóveda levantada con hileras de lastras de piedra. El espacio puede acoger tres o cuatro personas.

Pero solo acoge uno: el sacerdote que con invocaciones trata de anular los conjuros lanzados sobre la comarca, y apartar las tormentas, azuzadas por el diablo, que asolan los cultivos.

Los esconjuraderos son un tipo de construcciones tradicionales de los Pirineos aragoneses, aunque se encuentran también en menor medida en Castilla y León y en Cataluña . Construidos entre los siglos XVI y XVIII, en altozanos, en ocasiones cabe las iglesias: tienen como función desactivar maldiciones. Eran espacios sagrados en relación con el maligno. Dominaban el territorio. Su función mágica se reforzaba con los conjuradores, pequeños volúmenes, dotados de un balcón, ubicados en lo alto de los campanarios, desde los que el conjurador -una función eclesiástica- concluía la purificación de los campos ahuyentando a Satanas. El edificio no pretendía ser amable. Su hieratismo, su firmeza permitía encajar los envites del mal.

Todo el alto Aragón está salpicado por estos edificios que se han conservado en buen estado aunque suelen estar en desuso. A veces se desearía que se edificasen hoy  nuevos enconjuaderos en el centro de algunas ciudades españolas. Quizá escampasen los nubarrones.


Agradezco la información al doctorando en arquitectura Gerard Romeu, cuya tesis doctoral versa sobre los símbolos profilácticos en la arquitectura popular aragonesa, co-dirigida por el profesor doctor Carlos Bitrian, experto en arquitectura popular aragonesa. 

La tesina de Romeu ya desarrollaba este tema y recibió el premio AJAC de ensayo en 2023.