lunes, 10 de febrero de 2020



















































Fotos: Tochoocho, febrero de 2020

Se sabe que el palacio micénico cuyas ruinas se desenterraron -y se siguen excavando (hace apenas un mes, se hallaron tumbas excepcionales, aún no visitables), entre los años cincuenta y ochenta-, que mira al mar Jónico, se llamaba, gracias a una inscripción, Pilos, el mismo nombre que el del palacio del rey Néstor, uno de los héroes sabios de la Ilíada homérica.

Néstor, el rey anciano, que ya no podía guerrear, pero que podía aconsejar, y que trató, en vano, de desactivar el feroz enfrentamiento entre Aquiles, que se sentía ultrajado, y Agamenón, implacable antes de caer de rodillas, sin éxito, ante Aquiles, para suplicarle que depusiera su rabia y su desprecio, y volviera a la contienda, dada por perdida por los griegos, sin la presencia de Aquiles.

En este caso, no se recurría al nombre de un lugar mítico para exaltar unas ruinas.
Pero algo de la tranquilidad de Néstor desprenden las ruinas, bien ordenadas, de piedra y adobe, del palacio.

No se sabe si este palacio es el que cita (o inspiró a) Homero, pero la planimetría, la buena conservación, la ubicación en el paisaje (incontaminado) desde el que se percibe a lo lejos el mar, al que se llega por una serpenteante estrecha carretera entre bosques (salpicados de tumbas cupulares micénicas), la presencia de escaleras en perfecto estado, de un hogar descomunal en un patio porticado, de innumerables copas, jarras y recipientes de vino y aceite, aún en su sitio, y de la insólita existencia de una bañera -quizá para usos rituales- sin un rasguño, hacen del palacio de Pilos la obra maestra de la arquitectura palaciega micénica.

El pequeño y nuevo museo arqueológico, en la fortaleza otomana que vela sobre la moderna Pilos, un diminuto y recoleto puerto, apenas visitado, incluso en verano, contiene unas pocas pero excelentes obras, desde estatuas romanas de los Dioscuros (Cástor y Pólux, hijos de Zeus, semidioses de la arquitectura), que reciben en la entrada, hasta pequeños fragmentos de frescos micénicos, de mediados del segundo milenio, con un perfil femenino, y un barco, procedentes del palacio.

Pilos bien vale un viaje a Grecia.

El origen


Los orígenes: las culturas ensimismadas, elegidas, buscan sus orígenes, siempre en un tiempo lejano, un tiempo antes del tiempo.
Un tiempo antes de las fronteras, las barreras, y los orígenes distintivos. Un tiempo ideal, en suma. Un tiempo perfecto para ser presentado como un modelo, y un origen, de cualquier manifestación cultural. Un origen que no se comparte, y que define y justifica todas las diferencias, reales o imaginarias, las exclusiones.
Así, una cueva paleolítica puede ser presentada como el origen de un arte nacional (opuesto y, sin duda, superior, a otras artes "nacionales").

Teoclastia

Resultado de imagen de Rafael Moneo sala Gaspar barcelona



La galería Theo (posteriormente, Sala Gaspar), en Barcelona, de los arquitectos Rafael Moneo y de un joven Elías Torres fue, desde su inauguración, en 1973, la mejor galería de arte desde el punto de vista arquitectónico,  y aún hoy, es una de las mejores obras de Moneo.
O era.
Su escalera, escenográfica, causaba admiración. En la segunda mitad de los setenta, era un espacio de estudio obligatorio.
Tras la destrucción de la galería Joan Prats, de José Luis Sert (una de sus últimas, y más sensible obras), también en Barcelona, le llega el turno de la galería Theo.
Y, luego...



domingo, 9 de febrero de 2020

Tirinto (Museo de Tirinto)










































Fotos (salvo las dos últimas, sacadas de una publicación, por la imposibilidad de retratar la obra en directo debido a los reflejos): Tocho, febrero de 2020.
Todas las fotos, libres de derechos, salvo las dos últimas


Al contrario que en Micenas, una breve inscripción hallada en las ruinas indica que éstas son o deberían ser de una ciudad llamada Tirinto, nombre citado en la Ilíada de Homero.

Tirinto, al igual que Troya y Micenas, descubierta y explorada por el rico alemán aficionado a la arqueología Heinrich Schliemann, a finales del siglo XIX, también se distingue de Micenas por su tamaño.
Se trata más de una fortaleza, complejamente defendida por altas y gruesas murallas "ciclópeas" -de unos diez metros de anchura- y estrechas rampas secretas que conducen fatalmente a los posibles atacantes a fosos rodeados de altos muros desde donde se les disparaba flechas, que defendía un palacio y un santuario micénicos, de la segunda mitad del segundo milenio.
Como Micenas, y Pilos, el definitivo abandono de Tirinto, a finales del segundo milenio, por razones aún aclaradas -cambio climático, revueltas, o la llegada de nuevas poblaciones (los llamados Pueblos del Mar y, posteriormente, los dorios -si es que esta llegada se produjo)-, sin que volviera a ser ocupado nuevamente, ha permitido que los restos no se hallen sepultados por nuevos niveles de ocupación. Al igual que las ciudades o palacios antes citados, Tirinto se alza en medio de un paisaje incontaminado, sin apenas asentamientos humanos cercanos.

En efecto, el museo de Tirinto se halla en el pequeño puerto de Nauplia, un tranquilo -en invierno- villorio marítimo, no muy lejos de Atenas.
El nuevo museo, ubicado en una mansión renacentista, contiene, como el Museo de Micenas, una extraordinaria colección de obras micénicas, de mediados del segundomilenio, muy bien presentadas, entre las que destacan, como en Micenas, estatuas y estatuillas femeninas, quizá de divinidades, un collar micénico compuesto por sellos cilindro mesopotámicos, y algún sello cilindro mesopotámico suelto, hallado en un hogar -lo que prueba a los intercambios comerciales y culturales entre la Grecia micénica y el impero neo-asirio-, y, sobre todo, un escudo de terracota, de uso representativo, del siglo VIII, cuando Grecia, tras la debacle micénica, se recuperó (o recuperó la escritura, y los asentamientos volvieron a crecer, ya organizados como ciudades), tres siglos más tarde, pintado con una escena de la Guerra de Troya: el fatal momento en que Aquiles mata a Pentesilea, la reina de las Amazonas, que han acudido en ayuda de los troyanos, y mientras la degolla, la mira a los ojos, cruza su mirada, y cae, demasiado tarde, perdidamente enamorado de la reina, un gesto humano casi imposible en Aquiles (salvo por los desgarradores lamentos por la muerte de su amigo o amante Patroclo).