sábado, 6 de diciembre de 2025

Hijos del Cuervo



 

Un mago malvado había capturado el sol, la luna,  las estrellas matutina y vespertina y los cuerpos siderales  más brillantes,  y los encerró en una cajita.

La noche se extendió sobre la tierra. Los hombres iban a ciegas.

Un cuervo de blanco plumaje se apiadó de la suerte de los humanos. Se hizo muy pequeño, tanto que pasaba desapercibido, y se echó a las aguas. Se había convertido en una diminuta espina.

La hija del jefe de la tribu bebió el agua del río. Sin darse cuenta se tragó, sin notar nada, la espina. 

Nueve meses más tarde, dio a luz a un bebé revoltoso.

Pronto, el niño empezó a explorar el poblado. Halló la caja, y sus gracias conmovieron al mago que se la ofreció. 

El niño abrió la tapa, y todos los cuerpos celestes retornaron a su lugar de origen. 

Se hizo de nuevo de día. 

El niño recuperó su condición, y las plumas se oscurecieron debido al humo de los fuegos que los humanos, que recobraron la vitalidad, encendieron por doquier.

El cuervo les devolvió la vida, a la vida. El cuervo, un pájaro astuto, engañosos y ladrón a sus horas, tan parecido por tanto a los humanos, que podía imitar el sonido de todos los animales y la voz de los hombres.

Y los hombres se alzaron y adoraron al cuervo, su creador.

El cuervo, el pájaro emblemático en las tribus de la costa del noroeste de lo que hoy es Canadá.

Para nosotros, el cuervo también inquieta por su inteligencia. 


Cris cuervos….



Agradecimientos a Steve Bourget por esta revelación en un seminario en París 



viernes, 5 de diciembre de 2025

Santa Faz

 Los dioses politeístas tenían  un rostro: el que, aún siendo invisibles y no sabiéndose qué forma tenían, adoptaban cuando se disfrazaban de un ser humano cercano o al menos conocido, y aparecían ante quien instruir o advertir.   Las imágenes también los dotaban de un rostro característico que facilitaba el reconocimiento de la divinidad cuya naturaleza espiritual se manifestaba a través de su imagen pintada o esculpida. 

Todos sabían que las imágenes no eran un verdadero retrato, entre otras razones, porque los dioses no poseían un cuerpo material, pero se asumía que las plegarias dirigidas a la imagen se transferirían a la divinidad si ésta, desmaterializada -o inmaterial-, no se hallaba en la imagen.

Este juego complejo entre visible e invisible es más sencillo con el cristianismo. Puesto que la divinidad era, al mismo tiempo, un ser humano, poseía un rostro que podía ser plasmado en una imagen. Ésta era un verdadero retrato, es decir, era la representación o la duplicación incluso de los rasgos del rostro reproducido. Dichos retratos se basaban en un retrato primigenio: la impresión del rostro del dios-humano (la impresión del rostro de su “faceta” humana) en una tela cuando se secó el rostro empapado de sudor durante un esfuerzo -la ascensión del monte Gólgota, cargando la cruz en la que sería clavado tras haber sido condenado a muerte.

Este juego no existe en el Islam. El dios es invisible e informe. Es una luz y un nombre (una multitud de nombres cuya totalidad es desconocida, fuera del alcance del ser humano).

Mas, cuando éste vence a la muerte, deviene un inmortal y entra donde hubiera pasado sus días si no hubiera sido expulsado por sus fechorías, inevitables en todo ser humano -son las faltas las que lo convierten en un humano-, el Paraíso, la faz de la divinidad se le aparece: revela su rostro verdadero; un rostro que solo alcanzan a contemplar después de la muerte. Un rostro que rechaza mostrarse en la tierra; un rostro que le es propio, que los ojos humanos no pueden ver o reconocer.


PS: de las lecciones comunicadas en un taller sobre arte y religión en París . 





jueves, 4 de diciembre de 2025

BILAL HAMDAD (1987): PARIS, UNA CIUDAD MODERNA
















 
Recuerdo que, unas amigas, cuando eran adolescentes, recorrían saltando  los vagones de metro, a voz de grito, así como en los autobuses: “SON TRISTES”, al mismo tiempo que reían a carcajadas, sin pudor, antes de bajar en la siguiente parada. Sus ojos brillaban. Alrededor, pasajeros encorvados, vestidos de gris, con gruesos abrigos, y caras sin expresión. Apenas se inmutaban.
Hablaban en francés: ILS SONT TRISTES: tristes están, o tristes son. Sin duda la tristeza no era casual. Los constituía
Hoy, años más tarde, en los transportes públicos…

La tristeza está incrustada en las ciudades grises. Forma parte de las mismas. Como el musgo, la humedad y las manchas oscuras de incierto origen, máculas vergonzosas sobre los muros sucios de las construcciones. Los habitantes son sombras que pasan apresuradas, mirando al suelo -hoy, al móvil.  Siempre parecen apresurados. O quietos, perdidos, perdidos en sí mismos.  Raras son las caras sonrientes, y los gritos solo emanan de patios de escuela lejanos, siempre a la misma hora.

Esta es la ciudad que el pintor argelino Bilal Hambad, formado y afincado en París, retrata. No son necesariamente personas sin techo, sino, en el sentido fuerte de la palabra, figuras desanimadas, y rendidas, en entornos de aparcamientos, rampas grasientas, y estaciones de metro en las que el aire no corre, o solo un aire glacial.
Tras haber expuesto en Madrid y en la Comunidad Madrid, una exposición en el Petit Palais de París sobrecoge casi más que a menudo, la vida, si vida así de califica, borrosa y mortecina  en las calles de la gran ciudad. 


jueves, 27 de noviembre de 2025

Misterio en Bagdad: la casa de Agatha Christie en Bagdad
























































Fotos: Tocho, Bagdad, noviembre de 2025

Asesinato en Mesopotamia, supuestamente acontecido en una misión arqueológica en un yacimiento neo -sumerio en el norte de Iraq, pero que describe en verdad lo que Agatha Christie más conoció, la misión arqueológica que excavaba en Ur, cerca de las marismas del Sur, es una de las novelas de misterio más conocidas de la escritora inglesa. 
Su conocimiento del ambiente de una misión y del trabajo del arqueólogo, que ella misma llevó a cabo tanto en el norte como en el sur de Iraq a finales de los años 20, tenía dos causas: sus estancias en misiones y su matrimonio con el joven arqueólogo inglés Max Mallowan, el segundo de a bordo de la misión de Ur.
Su célebre novela es una indisimulada venganza en contra de la esposa (¿una mujer -el misterio, el verdadero misterio de Ur, sigue y sin duda seguirá? ) de Charles Leonard Woolley: ésta -que estuvo casada con Woolley durante cuatro años- llegó a desplazar a Mallowan en la jerarquía de la misión.
Agatha Christie y su segundo esposo Max Mallowan tuvieron una casa de planta y piso, de gran tamaño, al borde mío del rio Tigris, en pleno centro de Bagdad. La casa o supuesta casa -no es segura su ubicación - que algunos consideran podría ser una mansión real del rey Faysal I, Beit Melek Alí, que Christie describe en otra de sus novelas, Intriga en Bagdad, de 1951, halla al borde del colapso, pese a ser una propiedad privada. Una casa de tejado plano, y una amplia balconada casi colgada sobre el río, organizada alrededor de un patio.  Desde hace años se han llevado infructuosos intentos de restaurarla, incluso por parte británica . Hoy, se debería reconstruirla enteramente. Nuevas propuestas de restauración y conversión en un museo dedicado a la escritora siguen en pie, mientras la mansión lentamente cae físicamente y en el olvido

Agradecimiento a Alexander Kravetz por este descubrimiento y su entrega a esta casa.
Y a Oriol Jutglar, Aurelio Santos y Pedro García del Barrio, entre otros, que sueñan el espectro de Agatha Christie de vuelta a su casa -su verdadera casa, muy lejos del frío y la grisura británicos.