lunes, 20 de septiembre de 2010

Étienne-Martin (1913-1995): Les demeures (Las moradas), años 50 y 60





El Centro Georges Pompidou de París clausuró el 13 de septiembre última una pequeña antología dedicada a un escultor francés, menor, sin duda, Étienne-Martín, pero una parte de cuya obra está inspirada por el tratado La poética del espacio de Gaston Bachelard (1957).
Entre 1954 y finales de los sesenta (aunque siguió trabajando el tema ocasionalmente hasta los años ochenta), Étienne-Martín modeló una serie de esculturas de yeso (fundidas luego en bronce), tituladas Demeures (Moradas) (a las que el Centro Pompidou dedicó una exposición en 1984)

La serie estaba inspirada por los recuerdos de casa familiar, de varias plantas, partida verticalmente por un muro portante, que daba acceso, desde cada parte de la casa, a otro mundo, y cubierta por un techo a dos aguas en cuyo frontón se ubicaba un óculo, una ventana redonda a través de la cual Étienne-Martín, de niño, se pasaba las tardes.

El recuerdo de la casa materna se le hizo patente, y se dotó de sentido, gracias al texto de Bachelard sobre el imaginario del hogar (la primera casa, amada u odiada, que marca, desde entonces, para bien o para mal, nuestra manera de seleccionar y ocupar las sucesivas casas por las que pasamos, y de habitarlas).
Por otra parte, los recuerdos de estancias en un bunker, durante la Segunda Guerra Mundial, tras su liberación de un campo de concentración en 1941, asociaron formas opresivas (verdaderos cuerpos y brazos de hormigón que pueden ahogar) con la extraña sensación de seguridad que proporcionaban.

La casa materna se asociaba a imágenes de un vientre, de la gruta, de la tumba. Especies donde descansar, incluso para siempre. Étienne-Martin se refería a una casa que se convirtió en mítica.

Sus Moradas están compartimentadas, como los panales (o los castillos laberínticos). Recogidas sobre sí mismas, abiertas y cerradas al mismo tiempo, evocan formas orgánicas, órganos del interior del cuerpo humano, cálidas y húmedas, pero también espacios atrincherados donde no es fácil desplazarse.

La ambivalencia de la casa materna (al menos según el patrón, hoy abandonado, de la "familia tradicional"), queda bien expresada en estas extrañas esculturas.

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