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sábado, 1 de febrero de 2025

Lalish, o los “adoradores del diablo”

































 

Fotos: Tocho, enero de 2025

No debería utilizar impunemente la grosera e insultante expresión “adoradores del diablo” que, aplicada a los yazidis, ha justificado las exacciones, represiones, prohibiciones y asesinatos  que han sufrido desde que el sunismo extremista, y la política otomana en el siglo XIX, los estigmatizara.
El yazidismo es una religión monoteísta preislámica, con influencias del Zoroastrismo y, muy posteriormente, de la mística sufí.
Entre el dios único y los humanos se disponen siete escalas de mediadores, entre los que destaca el primogénito que creó el mundo a partir de un huevo, y el ser humano a partir del barro.
El dios padre descansa. Es el hijo quien medía con los humanos. Mas, para acercarse a éstos, se hizo humano, es decir asumió las luces y las sombras de los hombres.
Es al hijo a quien adoran los yazidis. 
Al asumir la divinidad una doble naturaleza, angelical y demoniaca, el sunismo los decretó adoradores del diablo, condenándolos al exterminio, lo que practicó el Estado Islámico entre 2015 y 2017, aniquilando cuerpos y santuarios.
Éstos se ubicaban en un valle al norte de Mosul. Han sobrevivido unos treinta templos de los cien que punteaban el angosto valle. Los templos mutiladas pero no destruidos de raíz se están restaurando.
Aunque estudiosos consideran que su tipología se remonta a la edad del bronce, parece que los más antiguos se construyeron en el siglo XII. 
Los templos se caracterizan por un cuerpo cónico sobre el santuario. Dicha alto y esbelto cono se compone de planos con entrantes y salientes a modo de un perímetro que se pliega, cuyas aristas evocan los rayos del sol que descienden de la esfera que los corona. En el interior, una serie de cuevas oscuras conducen a una cámara funeraria, presididas por la sala de las plegarias, siempre individuales, mirando hacia el sol cuando la oración acontece en las terrazas superiores sobre las que se alzan las pirámides cónicas.
Hoy, la comunidad yazidi, a la que los recién nacidos se integran tras un bautizo, se halla no solo en el valle de Lalish, al norte de Mosul, en el Kurdistán iraquí, sino dispersa en Rusia y en la India, entre otros países.
Un valle tranquilo, hermoso, silencioso y en paz.

Agradecimientos al arquitecto Marc Marín quien estudia los templos y su restauración como parte de su tesis doctoral en la universidad de Filadelfia. Sin él no habríamos sabido nada de este remoto valle en el que la vida discurre sin aristas.