miércoles, 6 de octubre de 2010

El cuenco y la casa

Durante mucho tiempo, agricultura, domesticación de animales y sedentarización fueron fenómenos culturales asociados, que supusieron el paso del paleolítico al neolítico, en la amplia y estrecha franja llamada el Creciente Fértil (sobre todo en Palestina, a lo largo del valle del Jordán, en las estribaciones anatólicas y en  los valles norteños del Eúfrates, hoy en Siria), hacia el 9000 aC. Estas manifestaciones estaban relacionadas. Los humanos se asentaron, abandonaron las prácticas de caza y recolecta con las que habían sobrevivido desde hacia decenas de miles de años, y las reemplazon por el cultivo de cereales, fibras vegetales como el lino, y leguminosas (cuyos excedentes almacenaban en silos construidos en la periferia de las aglomeraciones). La única duda se refería al orden de aparición de estas tres prácticas: los humanos ¿se asentaron para, a continuación, cultivar y domesticar? o ¿el cultivo y el ganado les llevó a abandonar su vida errante o nómada?

La realidad, sin embargo, ha resultado ser más compleja que la teoría. Se han encontrado poblados de hace doce mil, o de hace siete mil años, en los que los habitantes, bien asentados, cazaban y recolectaban; y territorios en los que se cultivaban las tierras y se poseían rebaños, sin que hubieran poblados: los humanos se ufanaban en trabajos duros como la agricultura y la ganadería, pero seguían teniendo una vida nómada.

Hace nueve mil años, no obstante, el número de poblados creció desmesuradamente en todo el Próximo Oriente (Palestina, Siria, norte de Irak, y Anatolia). Al mismo tiempo, las ruinas de estos poblados, cuyas cimentaciones e, incluso, cuya parte inferior de los muros se conservan, están salpicados de un nuevo tipo de objeto: cerámicas, vasijas de cerámica (la cerámica apareció hace unos diez mil años -vasijas de piedra, como el alabastro, son incluso anteriores-, pero se extendió masivamente unos mil años más tarde).
Casualmente o no, la "urbanización" del territorio -el número creciente e imparable de pueblos-, coincidió con la producción masiva de la cerámica (elaborada sin torno). ¡Casualmente?

Las jarras, las tinajas, los cuencos servían para almacenar alimentos. Quizá también como útiles de "cocina". Pero, es posible que la función principal no fuera utilitaria, sino simbólica. La cerámica (cajas y cuencos) sirvió también, o sobre todo, para almacenar y guardar a los difuntos, los "ancestros": urnas cinerarias y osuarios fueron muy comunes. Los tamaños eran variados: desde objetos considerables hasta receptáculos más pequeños que una botella.

La cerámica, entonces, constituyó el hogar del difunto; su última morada. Un espacio recogido, bien defendido por una boca estrecha o una tapa (de madera) que protegía al difunto, a sus restos. En algunos casos, estas urnas, tan abundantes, tenían forma de casa -o de animal.
Se almacenaban en el hogar, o se depositaban bajo éstos (afin que los "ancestros" protegieran a los descendientes). Entonces, las casas brotaban de estos receptáculos, verdaderos gérmenes de un espacio protector. Constituían modelos, en el sentido literal: prototipos a partir de los cuáles las casas se edificaban.

La creciente importancia de los asentamientos, cuyos primeros espacios eran de planta circular y estaban semi-enterrados, o enterrados enteramente (una tipología que, ya en pleno neolítico se usó sólo para espacios comunales y posibles santuarios, además de para almacenes, mientras que las viviendas adoptaron la planta rectangular), ¿fueron acaso inspirados por los cuencos cerámicos, por las "casas de los difuntos" moldeadas en barro y cocidas? La forma de gruta o de vientre de las chozas procede precisamente de estas formas primordiales, o bien de la de los cuencos? o ¿acaso la forma de éstos ya estuvo dictada por la forma de un vientre grávido, o de una cueva donde inverna un animal?

Es posible que los vivientes hubieran deseado una morada como la que concedían a los muertos. Las casas, las cabañas, semienterradas- en la tierra, serían como gigantescas tinajas (recordemos que en la Grecia arcáica, miles de años más tarde, tinajas desmesuradas, de unos dos metros de alto, casi tan grandes como chozas, y más altas que los héroes cuyas estatuas estaban diseminadas por recintos sagrados y funerarios, sirvieron como estelas funerarias, erguidas sobre la tumba). La casa sería un cuenco; un cuenco, el modelo o maqueta de una casa. En ambos casos, un refugio, como lo son las manos juntas con las que tratamos de retener agua para beber, o con las que nos tapamos y protegemos la cara. Espacios cóncavos protectores.

Quizá, entonces, los cuencos empezaron a ser utilizados para alimentarse. De algún modo, actuaban en beneficio de la vida. Daban de comer al hambriento, de beber al sediento. Eran su última esperanza, un último espacio de acogida. Receptáculos de vida. Como las casas y las últimas moradas.

La casa sería un fráguil recipiente.

2 comentarios:

  1. Podría ser que la forma mas elemental de trabajar el barro, fuera el cuenco, objeto destinado a que no se desparramara lo que en el se depositaba? y que este objeto con material impermeable ( al estar cocido)se utilizara para dejar a los difuntos y evitar así que se los comieran las alimañas? y por otra parte la posición fetal en que en muchas épocas se han enterrado a los muertos,y dentro de cuencos o vasijas con cuello mas o menos ancho, no seria como una forma de retornar al vientre materno? Lo de las casas semienterradas, pensaba que era una pura técnica de aislamiento de térmico, usted me dirá que es arquitecto!!

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  2. Estimada Glauka

    ¿Usted de nuevo? ¿Qué estaba posada en una roca en el Mar Egeo?

    ¡Cuánta razón tiene! ¡Ya piensa acertadamente, es decir, casi como un arquitecto!

    Seguramente los cuencos evocaban el vientre materno, y esta imagen esté muy posiblemente en el origen del uso de jarras para recoger a los difuntos en posición fetal, a fin de que renacieran. Que el barro estuviera cocido, y la jarra impermeable y, por tanto, conservara mejor los restos de quien iba a convertirse en un ancestro, es una razón utilitaria, que seguramente se tuvo en cuenta a la hora de escoger este tipo de objeto como última morada, pero creo que la razón simbólica, como defiende Cauvin en sus textos sobre el neolítico, primó. Pero es imposible demostrarlo.

    No sé si razones climáticas estuvieron detrás del semi-enterramiento de las viviendas, o si razones funcionales, en parte -es más fácil de construir, y esta técnica se abandonó con el paso del tiempo cuando los conocimientos técnicos, supuestamente mejoraron-, y simbólicas por otro lado -la asociación entre la casa, la cueva y la madriguera, de la que los animales salen renacidos cuando el ciclo de la vida, el año nuevo, acontece.

    No regrese a su isla tan pronto

    Tocho fundacional

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