domingo, 27 de marzo de 2011

Habitar

"El ser humano habita como un poeta": esta tan citada frase del poeta alemán romántico  Holderlin que ha dado título a un célebre texto de un filósofo alemán del siglo XX (Heidegger) sobre la arquitectura suena cursi o es incomprensible; queda bien, es misteriosa, pero no queda claro si para vivir hace falta ir vestido de Dante, o hablar en endecasílabos. Normal, no parece.

El enigma o el absurdo se resuelve si pensamos que Heidegger utiliza "poesía" en el sentido literal griego; en efecto, poiesis significa hecho u obra (hecha), y el verbo poieo, hacer; el vulgar o simple verbo hacer. Poiesis es una obra (de arte).

¿Por qué se aclara el sentido de la frase, y qué dice?
El hombre habita como un artista o un hacedor. Si no se comporta como un creador, no habita; solo yace en un sitio -con el que no comparte nada-. No está "instalado", porque no se ha hecho al lugar. Está como un extraño. La tierra lo rechaza: es un errante. No puede asentarse.
Habitar consiste en hacerse un lugar, es decir, convertir un espacio en un lugar apto para la vida; significa transformar un espacio indiferenciado en un lugar dotado de valores o significados, en el que nos reconocemos;
Este cambio no requiere necesariamente grandes obras. Solo necesita estar a la escucha de lo que el lugar dice, nos sugiere; Podemos, entonces establecernos solo allí donde establecemos un contacto con el lugar. Lograr que un espacio se vuelva un lugar conlleva más prestar atención que incidir físicamente en el sitio. Es muy posible que se tenga que intervenir, ciertamente, pero solo después de haber interpretado las imágenes que el lugar nos evoca. Se habita en un espacio evocador; lugar en el que la memoria se asentará; un lugar que nos dejará un recuerdo imperecedero, vital, como si siempre hubiéramos estado ahí, y solo hubiéramos podido estar  en ese preciso lugar.

Del mismo modo que las obras de arte no las crea solo o tanto el artista, sino el espectador cuando entra en contacto con la obra y la dota de sentido, convirtiéndola, precisamente porque le presta atención, en un objeto significativo, digno de ser escuchado o mirado, la arquitectura no es (solo) el fruto del trabajo del arquitecto ni del constructor, sino del habitante (el usuario). La arquitectura es el resultado de una instalación, una instauración: quien instala y se instala es el habitante; éste se ha hecho un hueco: le parece que vivirá siempre allí -es decir, morirá allí-, o que podría siempre vivir allí.  El espacio, hasta entonces inerte, se anima; se convierte en un espacio protector, un techo.

Si uno habita es porque ha entendido el lugar, le ha prestado atención, o le ha dotado de sentido. La tierra, entonces, acoge al habitante; para siempre, en esta y la "otra" vida; en la tierra y sepultado.

2 comentarios:

  1. La obra de arte hace, genera. Pero el que la observa, usa, también. Me recuerda a algunos vídeos de trazas de luz, habilitando (iluminando, creando) el espacio en cuanto pasaban, y haciéndolo desaparecer en cuanto se iban. Un tanto empiristamente, lo ente desaparecería cuando nadie lo viera... Pero Heidegger, creo, sigue más allá, y la obra de arte permanece. Su "brillo", una vez habitado, una vez dotado de sentido, cambia, muta hacia algo que seguirá ahí. Otra forma de ser. Para seguir con esto, me re-leería de nuevo el 'Origen de la obra de Arte', de Heidegger, en el 1935-36.


    Nota a pie: como no he podido evitar recordar el texto, y que tenía un texto -fragmental, como de costumbre- a recuperar de dicho escrito del señor Heidegger, acerca de la obra de arte. Tu escrito me ha recordado profundamente su presencia, y, como siempre, inspirado en cierto modo :) Aquí tienes..!

    http://recopilandofragmentos.blogspot.com/2011/03/el-arte-vinculador-de-lo-ente.html

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  2. Hola Ángel

    ¡Muchas gracias por el comentario! No sé si la obra permanece -no como trasto, objeto inerte, sino como obra "de arte"- cuando el espectador se ausenta. Si la obra surge -si se dota de sentido y deja de ser una cosa para convertirse en un ente vivo capaz de dialogar o influir, de transmitir un contenido- del encuentro entre el espectador y ella (y, a lo lejos, o desde lejos, el artista), en cuanto se apagan las luces, la obra regresa a la oscuridad y vuelve a ser un montón de materiales carentes de significación. Hasta en Heidegger, creo, las obras son obras de arte si son habitadas, si yacen o moran en un entorno habitado -entorno habitable gracias a las obras, es decir gracias a la presencia humana que acude a un espacio que se convierte en un lugar acotado y habitable justo en el momento, como si una chispa prendiera y se hiciera de día, cuando el espectador o habitante entra en contacto con el objeto el cual se metarmorfosea en una obra de arte.

    ¡Y gracias por tu selección de textos!

    Hasta luego

    Tocho

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