sábado, 19 de noviembre de 2011

Los sumerios: unas figuras literarias

No debe de ser casualidad si dos de los sumerólogos más inquietos, Jerry Cooper y Piotr Michalowski, han expuesto hoy, uno tras otro, en el congreso anual de la ASOR (American Society of Oriental Research) que está teniendo lugar en la ciudad de San Francisco.


La ponencia de Jerry Cooper ha versado sobre qué era el sumerio y quiénes eran los sumerios.

Tradicionalmente, se ha pensado que los sumerios eran étnicamente distintos a los acadios, los medas y los babilonios, por citar tres "pueblos" importantes en el tercer milenio aC; que ocupaban un territorio propio y hablaban exclusivamente sumerio, señalando así la identidad entre etnia, territorio y lengua, bien conocida en Europa desde el siglo XIX, y que aún impera, por ejemplo en España, Bélgica, la ex-Yugoslavia, etc.

Los reyes solían tener el título de "Rey de Sumer y Acad". Esta expresión real ha servido a los estudiosos para destacar que en Mesopotamia se tenía conciencia de la pertenencia a una u otra identidad (sumeria o acadia), siendo los reyes los que mandaban sobre dos territorios y etnias.

Sin embargo, aduce Cooper, este título empezó a ser utilizado a finales del tercer milenio aC, cuando hacía siglos que el sumerio se había convertido en una lengua muerta. Por otra parte, fueron los reyes de Babilonia, no de Sumer, quienes lo emplearon, a fin de mostrar quizá la extensión de los territorios sobre los que mandaban. Finalmente, el nombre Sumer nunca fue empleado independientemente de Acad, como si "Sumer y Acad" fuera una expresión que designaba, a partir de principios del segundo milenio aC, las tierras situadas al sur de Babilonia.

Cooper ha mostrado que, mientras el término Sumer designa hoy una lengua y un territorio, estas nociones recibían dos nombres distintos en el tercer milenio aC: la lengua era independiente de la tierra. Nadie se sentía sumerio.
Emegir era el nombre de la lengua sumeria. Significa, literalmente, "lengua materna", lo que ha dado pie a la interpretación nacionalista que ha equiparado lengua y tierra madre. Sin embargo, Cooper muestra que este nombre deriva del nombre de una de las diosas de los infiernos, y designaba a la lengua que se imaginaba se hablaba en el más allá. Esta importancia del más allá fúnebre quizá explicara los sacrificios humanos que se practicaron en Ur. Desde luego, no cabría establecer ninguna relación entre la tierra de los vivos y la lengua sumeria.

En verdad, según Cooper, sumerio habría sido un sinónimo de "letrado" o "educado", sin ninguna conexión ni lingüística ni territorial. Sumerio habría sido el sustantivo con el que se habría designado a quienes sabían escribir (sumerio, acadio, meda, etc.), independientemente también de dónde vinieran y dónde vivieran, independientemente de cualquier ideología.

La historia no siempre evoluciona hacia una mayor lucidez.

Mas, ¿qué significaba ser un letrado? Este es el tema que Michalowski ha tratado.

Se ha pensado que existían escuelas en las que se formaban los escribas desde pequeños. En estos centros habrían aprendido la escritura así como la "literatura" (mitos, himnos, epopeyas) sumerias.

Michalowski sostiene que, contrariamente a lo que se ha supuesto, los escribas no formaban una clase especial, ni formaban un grupo poco numeroso. Por el contrario, muchos eran los que sabían escribir: es decir, muchos eran los que conocían unos ciento veinte signos con los que lograban redactar la mayoría del ingente número de tablillas encontradas: escuetos textos administrativos, sencillos, cuentas y listas, sin alardes literarios. El aprendizaje y dominio de la escritura de esos signos no habría costado demasiado.

Eso significa que no existían escribas, sino personas que, siendo comerciantes, mercaderes, etc., sabían escribir, es decir eran capaces de verter por escrito contratos y cuentas. Mas eso no significa que estuvieran versados en "literatura".

Por el contrario, afirma Michalowski, el hecho que el tanto por ciento de textos literarios mesopotámicos sea tan pequeño en comparación con el número de textos administrativos no es casual. Muy pocos eran quienes eran capaces de redactar complejos textos literarios, y pocos quienes estaban versados en literatura. Este dominio solo estaba al alcance de unas pocas casas nobles, y servía para demostrar la pertenencia a una élite. El dominio de la literatura, tanto en acadio como en sumerio, no habría tenido ninguna función práctica. Solo habría sido un signo de superioridad social.

Por tanto, la sociedad mesopotámica, inventora de la escritura, y que ha dejado el mayor número de textos antiguos, no habría sido una sociedad letrada, tal como lo entendemos hoy. La literatura habría jugado un papel limitado, mientras que habrían sido muchos los que habrían poseído los rudimentos de una escritura instrumental.

La poco importancia de la literatura escrita habría sido debido a que los textos referentes al pasado y a los dioses habrían pertenecido a la tradición oral. Casi todos los conocían, mas ninguno sabía leerlos ni escribirlos, puesto que ¡apenas habrían sido transcritos!. La escritura no habría servido para conocer el pasado, sino para negociar con los problemas del presente (y del futuro). El pasado era plenamente conocido; no necesitaba ser puesto por escrito.

Solo a partir de la primera mitad del segundo milenio aC, tras profundas revueltas en Babilonia, el conocimiento de este legado se habría estado perdiendo, apareciendo entonces la necesidad de escribirlo, lo que corresponde bien con los descubrimientos arqueológicos. La litetatura sumero-acadia aparece en época relativamente tardía, mucho más tarde que la invención de la escritura: casi dos mil más tarde. Quienes habrían tenido la capacidad de escribir de leer textos literarios habrían pertenecido a una clase social alta que, quizá, estaría descubriendo que su importancia declinaba, por lo que habría reivindicado la importancia de un instrumento fuera del alcance de la mayoría de las personas -porque no la necesitaban. La literatura nada habría tenido que ver con la vida diaria. Habría sido una vía de escape.

Como debe ser.

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