martes, 12 de noviembre de 2013

¿Arte o cocina (2012)? La creación y el gusto de Pyotr Pavlensky y de Mao Sugiyama (1989)


La reciente y turbadora "performance" del artista ruso Pyotr Pavlensky, consistente en su exhibición, desnudo, sentado en la Plaza Roja de Moscú a principios de noviembre, con el escroto clavado a martillazos en el suelo pavimentado, a fin de denunciar la política represiva del gobierno ruso, evoca una reciente performance similar del artista japonés Mao Sugiyama.

A fin de denunciar las limitaciones que el género impone a la vida, y exponer cómo el género condiciona lo que podemos esperar a lo que podemos aspirar, el artista se hizo extirpar los genitales, y los utilizó, hervidos, para aderezar, como hojitas de menta, la preparación de un té servido, con la debida etiqueta a ciertos comensales seleccionados.
La extirpación de los genitales, en efecto, abolió las diferencias de género. Ya no era ni un hombre ni una mujer, pues éstos se "caracterizan" por un "tipo" de órgano sexual. Extirpado el órgano, fenecida la diferencia. Mao tampoco entraba a formar parte de un tercer género, toda vez que el género se basa en la diferenciación sexual, inapreciable cuando el órgano, signo de identidad y diferencia, es extraído. Mao tampoco podía equipararse a un ente inanimado, precisamente porque seguía formando parte, todo y habiendo perdido su órgano vital, de los seres vivos.

Sin embargo, otras cuestiones de género no desaparecieron; o, mejor, dicho, se instituyeron. En tanto que obra de arte, ¿a qué "género" pertenecía? Y, antes ¿"dónde" estaba el arte?: en ¿la operación , o en el servicio de té? Que una operación pudiera ser una obra de arte no es extraño. La artista francesa Orlan ha hecho de sus operaciones de cirurgía estética, retransmitidas en directo en una galería de arte, una obra performativa, con la plena participación lúcida de la artista que conducía la operación y la filmación.
Servir té bien pudiera ser también una "performance", con la presencia activa y autoral del público.
Mas, ¿no podría ser la obra el té? En este caso se trataría de una obra del arte culinario. Toda vez que el arte se juzga a través de la colaboración activa de los sentidos, coordinados por la imaginación, y la razón, que asigna una idea a una impresión sensible -idea que la impresión sensible sugiera o despierta-, el sentido del gusto puede ser perfectamente un sentido, bajo o elevado, pero sentido al fin, apto para emitir un juicio estético. Tener gusto significa ser capaz de enjuiciar correctamente una obra de ate, como si la obra pudiera ser apreciada, ser sentida gracias al sentido del gusto, como si se pudiera, literalmente probar. Bien se dice de algo o alguien bello que está  "como para ser comido". "Belle à croquer" (Tan hermosa que se podría comer de un mordisco es una expresión habitual francesa.

Por tanto, el té podría ser una obra de arte, saboreada o disfrutada al ser tomada, por el sentido del gusto. Una obra de arte puede ser evaluada solo si es apreciada. Los sentidos de la vista y el oído y, en menor medida, del tacto, no agotan la obra. Sin embargo, sí lo hace el sentido del gusto. A medida que se entra en contacto con la obra -a menos que solo se huela, con el sentido del olfato, que tampoco desgasta lo que siente-, ésta se desvanece.
Entonces, si el servicio del té no fuera una "performance" o una acción, que se valora a través de la vista, principalmente, sino una obra culinario, disfrutada por el gusto, la obra solo puede estar al alcance de los elegidos. Como ocurre, por otra parte, con todo ritual, artístico o religioso, que implica la manducación o la ingesta del elemento central de la obra.
¿Obra de arte, o sagrada? ¿Obra performativa, o culinaria? ¿A qué genero pertenece?

La obra de Sugiyama no deja de suscitar preguntas. Es una pena que el artista no pueda ya repetirla para que nos siga haciendo pensar (en que el arte pone en cuestión las nociones más establecidas o asumidas sobre lo que somos) .
Una obra irrepetible, sin duda.
No así la de Pavlensky.
Ay.

lunes, 11 de noviembre de 2013

NACHA POP: LUCHA DE GIGANTES (1987)

Las Siete Moradas del Cielo, o el Origen del mundo según Ferécides de Siro

La Teogonía del poeta griego Hesíodo (s. VII aC) es el relato más completo sobre la creación del mundo y de los dioses en la Grecia antigua. Marca detalladamente como el mundo fue engendrado a partir de tres fuerzas divinas (el Abismo -Caos-, la Atracción -Eros-, y la Tierra-madre -Gea-), unidad entre sí, o generando nuevos dioses por sí mismas.
Esta cosmogonía no era la única. Los griegos tuvieron distintos relatos acerca de los orígenes del universo. En Homero, por ejemplo, se detecta ocasionalmente que creía en -o se basaba en- una historia que daba la primacía al Océano: las aguas matriciales; un relato que podría estar emparentado con mitos mesopotámicos, aunque ambas narraciones pudieran ser independientes.
Textos menores o tardíos (algunos atribuidos a Orfeo) guardan el recuerdo de diversos otros relatos.

Ferécides de Siro fue un poeta -que algunos consideran como un pensador pre-socrático- del s. VI aC que escribió un relato mítico acerca de la creación del universo. Éste difiere sustancialmente de lo que Hesíodo narra, y que se anticipa a las descripciones del universo de sabios pre-socráticos como Tales, para quien el universo fue constituido a partir del agua -aunque no fue engendrado por una divinidad de las aguas-. Se titulaba Los Siete Espacios, o las siete Estancias (Heptamuchos -muchos nombra la parte más recoleta o secreta de una casa o una ciudad: un lugar seguro, un verdadero abrigo).

El poema de Ferécides se ha perdido. Se conservan empero citas suficientes, a veces en autores tardíos, cristianos incluso, para esbozar las grandes líneas del relato, y que demuestran que refleja una creencia o una concepción que llegó hasta finales de la antigüedad.

En los orígenes éranse tres divinidades increadas, existentes desde siempre: precedían la creación del universo -una visión que contrasta con el resto de los mitos cosmogónicos y teogónicos-. Estos dioses se llamaban Zas (emparentado quizá con Zeus), Crono (El Tiempo) y Ctonia (una divinidad de las profundidades). El Tiempo crea -y destruye-, pero no es creado: discurre desde siempre: dibuja el marco temporal en el que la vida acontece, del mismo modo que las Estancias conforman el espacio en el que anidan y se configuran los seres y los entes.

Crono se masturbó cuantos tantos otros dioses principales mesopotámicos o egipcios. Su semen dio lugar al fuego, el aire o el viento (el pneuma, es decir, el espíritu o, mejor, el soplo vital), el agua, la tierra, y un quinto elemento desconocido dado que parte del texto se ha perdido. Estos cinco elementos o potencias divinas fueron depositados en cinco concavidades: cinco moradas, cerradas con puertas selladas. Cinco oquedades que evocan vagamente las del cuerpo del dios sumerio Enki en el que engendró a diversas divinidades femeninas. Estas estancias celestiales también pre-existían a los inicios del mundo. Existía, así, un espacio compartimentado en el que moraban El Tiempo, su hijo el dios de la luz, y la diosa madre.
De la fecundación de los elementos depositados en los antros matriciales, éstos,, las moradas divinas, dieron a luz a una serie de nuevos dioses. La creación se había desencadenado.

Fue entonces cuando nació Ofión: una serpiente descomunal que se alzó contra Crono. La lucha a muerte entra ambas divinidades, que quizá simbolizaran los poderes de la luz de la noche, recordaba la que ya habían sostenido divinidades babilónicas como Tiamat y Marduk, cananeas como el solar Baal y Yam, una serpiente marina, o griegas como Zeus y el dragón Tifón -según el mito cosmogónico de Hesíodo, distinto del posterior de Ferécides-. La contienda fue sin duda dramática y revolvió los cimientos del mundo.  Concluyó con el triunfo del Tiempo.

Entonces, Zas, hasta entonces quieto, se metamorfoseó en Eros -o Eros lo impulsó hasta convertirlo en un dios deseoso- y acercó a la diosa Ctonia para esposarse con ella, y estabilizar el universo. Los esponsales duraron tres días.  Tuvieron lugar en múltiples estancias amuebladas y requirieron el trabajo de un sin número de sirvientes. Zas regaló a Ctonia un manto bordado: en él estaban punteadas las figuras de Ge, la tierra, y Ogeno -el Océano-, así como las estancias del dios de los mares: doomata, que significa tanto moradas cuanto estancias propias (de un texto sobre papiro del s. III dC: G.S. Kirk & all: Los filósofos presocráticos. Textos, Gredos, 1987, n. 53, p. 98).
Zas tendió el manto sobre una encina (el árbol  propio Zeus), cuyo tronco y cuyas ramas estructuraban y sostenían el universo. El manto, alzado como una tienda, cubrió el vientre de Ctonia, convertida, desde entonces, en Gea, la tierra florida entre las aguas de los océanos. La vida había prendido en la tierra. la creación había concluido. Las fuerzas draconianas habían sido vencidas y el mundo estaba armado de tal modo que se podía cubrir con un manto deslumbrante, fruto de la unión del cielo y de la tierra.
El resto del poema se ha perdido.
La ceremonia nupcial significaba el control definitivo de Zas sobre el universo y sobre los instrumentos o procedimientos de la creación. A partir de entonces, las sucesivas generaciones estarían bajo la égida de Zas. Hasta entonces, el Tiempo, y la Tierra mandaban. Eran capaces de engendrar sin discernimiento. Ahora el universo crecería ordenadamente. Las bodas, que simbolizaban uniones con vistas al crecimiento planificado de seres y enseres, quedaban instituidas como ritual necesario y preferente en la historia del cosmos, e implicaban que éste -Gea o Ctonia, principalmente, pero también el Océano, que formaba parte de la superficie de Gea- se sometía a los designios del dios padre Zas.
La composición es un mito. Sin embargo, se desmarca de un mito tradicional -o de un verdadero mito- por la preexistencia de fuerzas divinas increadas, y por la concepción del universo como un todo orgánico compuesto por espacios separados y articulados, en los que la vida prende como en una matriz: espacios de vida. El universo es concebido así como un conjunto de siete estancias que aguardan la vida que se albergará con toda seguridad en ellas.  Siete estancias para Siete días.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Via crucis

El ayuntamiento de Barcelona inicia la reforma del Parque de la Ciudadela, que acoge, entre otras áreas, el zoológico. Este relativamente extenso parque se interpone entre el casco antiguo (el barrio de la Ribera) y la Villa Olímpica, edificada cabe el mar hace más de veinte años, lo que obliga a dar un largo  rodeo que desorienta y confunde el tránsito.
A fin de facilitar los desplazamientos peatonales, se va a construir lo que parecía iba a ser una simple y funcional pasarela sobrevolando en línea recta los cercados de los animales, pero que, en verdad, será una "unión conceptual de todo el recinto", incluso "el hilo argumental de las diferentes zonas de la instalación".
Los ángeles, sin duda, circulan en cualquier condición, mas los simples mortales ¿cómo podremos caminar por una unión conceptual"?; ¿al filo de lo conceptual?
"Solo los visitantes" podrán experimentar semejante viaje (por si se sospechara que por una pasarela pasan solo viandantes y no elefantes o vehículos acorazados).
¿Quién no siente ya el hormigueo previo al inicio del camino  por -o ¿sobre?- un concepto, sobre todo si éste se ameniza con "terrarios de hormigas",  no se precisa si conceptuales también.

Las críticas de arquitectura o las memorias de los proyectos de arquitectura abren perspectivas casi tan insospechadas como las de arte contemporáneo.

sábado, 9 de noviembre de 2013

ROBERT STEPHENSON (¿1968?): PARIS LAKES (Fragmentos) (2011)


Excerpt from Paris Lakes from Robert Stephenson on Vimeo.

Los placeres de los suburbios de lujo

Foroneo, el primer arquitecto en la Grecia antigua





Cuando Heracles , en cumplimiento del primero de los doce trabajos impuestos para poner a prueba su condición de héroe civilizador, llegó a Nemea para enfrentarse al gigantesco león que asolaba la región, tuvo que saber que se adentraba en una tierra muy especial: la tierra de los descendientes de Foroneo, el educador de los seres humanos, a quienes tenía que proteger especialmente.
La historia acontecía en tiempos antediluvianos, antes que la tierra, tras el diluvio, se volviera a poblar con los descendientes de Deucalión, el hijo de Prometeo, con quien a veces Foroneo sería comparado o incluso confundido. Ambos fueros los maestros de arte, los educadores de la humanidad.
Hoy, mientras el nombre y los logros de Prometeo -que modeló al primer ser humano- han perdurado, quizá gracias a otra figura creada artificialmente (Frankenstein), casi nadie recuerda a Foroneo, cuya fama, empero llegó hasta la Edad Media tan incólume que Nicolás Pisano lo retrataría en las puertas del baptisterio de la catedral de Florencia, junto con otros héroes a quienes los hombres les deben la vida y el dominio de la naturaleza.


Foroneo fue el primer héroe griego. Sus padres fueron el dios de los ríos Ínaco y una ninfa, llamada Melia, que personificada la tierra fértil. Antes de Foroneo, la tierra entera estaba en manos del dios de los ríos, es decir, la tierra, como base sólida, como fundamento, no existía: solo había agua. Las aguas se retiraron cuando, precisamente, Foroneo,  en tanto que ser que introdujo el orden en la tierra, logró regular el curso de los ríos, siempre imprevisibles en lugares como Grecia, como aun acontece hoy. Su hermana fue Io, célebre porque en sus viajes por el Mediterráneo oriental, crearía la costa ionica (jónica), hasta caer rendida en Egipto donde, poseída por Zeus, alumbraría a un hijo que se esposaría con Menfis, la primera ciudad. Entre sus nietos destacaba Libia. Cadmo, que trajo la escritura a Occidente, también le sucedió. De este modo, el linaje de Foroneo definió una franja costera donde los humanos se instalaron.  Sin duda fueron sus nietos los más recordados; eran los Dactilos (que significa dedos) -o los Curetes, hijos de una hija de Foroneo y de Hecateus, el dios de la danza caracterizada por el movimiento de las manos, dios de las habilidades manuales, que no pudo sino asociarse al ser humano primordial, caracterizado por su saber hacer manual, capaz de desenredar con los dedos toda clase de problemas- seres infernales que vivían en cuevas practicando las tan necesarias artes de la forja que transmitieron a los humanos.
Si bien los griegos sintieron curiosidad por saber quienes fueron los primeros seres en toda clase de campos -los primeros técnicos, los primeros labradores, etc-, casi ningún mito -salvo alguno órfico tardío-, cuenta nada acerca del primer ser humano. Quizá esto fuera debido a que, al menos en ciudades como Atenas, los humanos, brotados de la tierra, ya existían cuando las primeras divinidades, como Atenea, Hefesto o Poseidón, nacieron o llegaron a la tierra.
Por este motivo, la existencia de Foroneo es tan insólita y valiosa en la Grecia antigua. Fue el primer humano en una cultura que no pareció preocuparse por saber quien fue el primer humano.
Foroneo no era un héroe cualquiera. Bien lo sabían los griegos. Fue el primer rey, en el Peloponeso -instauró así el sistema monárquico-, pero fue ante todo, un ser humano a parte entera; su condición humana no estuvo determinada de antemano. Se hizo humano porque, y gracias,. a la práctica (manual) del arte. Se labró, se forjó como humano.  Amén de gobernar a sus semejantes, cultivaba la tierra, fundó ciudades (la primera ciudad, Argos, así nombrada en honor a un nieto suyo, Argus) y transmitió las leyes edilicias y comunales a los hombres. También les enseñó a hacer fuego (como Prometeo, si bien el fuego de Foroneo no fue robado al carro del Sol o a la forja de Hefesto). La tierra, educada, delimitada, dejó de ser un espacio indómito para convertirse en un lugar habitable, ordenado y regulado, gracias a la actividad creadora y legislativa de Foroneo: como se ha comentado más de una vez, definir, ordenar y delimitar eran prácticas parecidas, que obtenían resultados parecidos: la pacificación del espacio, apto así para acoger comunidades creadas en el momento en que se instalaban permanentemente.

"Foroneo, hijo de Ínaco, reunió por primera vez en una comunidad a los habitantes, que hasta entonces vivían diseminados y cada uno por su lado" (Pausanias, II, 15, 5).

Antes de Foroneo, los humanos no habían logrado vivir juntos. No solo o no tanto porque desconocían las técnicas edilicias, sino porque el dios Hermes les había adiestrado en la hermenéutica, el arte de preguntarse por el significado de las palabras y su relación con las cosas. De ahí que los humanos, que hasta entonces hablaban sin preguntarse acerca de la bondad o verdad de lo que decían, se enfrentaron entre sí. Ya no se comprendían. Las lenguas dejaron de ser un medio para convertirse en un bien preciado, que debía protegerse del contacto con las demás hablas. Eran hablas que se convirtieron en lenguajes. Gracias a Foroneo,  el lenguaje también fue regulado. Se empezaron a cuidar las formas, a velar por los modales. Por eso, Peito fue su esposa; Peito, la diosa de las palabras persuasivas, que reinaba en el centro del ágora de ciudades como Corinto -el espacio de debate y de consenso por excelencia, donde se intercambiaban bienes e ideas pacíficamente-, y entre sus hijos destacó, sorprendentemente Apis o Serapis, el dios greco-egipcio, símbolo de la unión entre pueblos tan dispares como los griegos y los egipcios, tras la conquista de Egipto par parte de Alejandro.
La capacidad por apaciguar el mundo y formar comunidades estables de Foroneo parecía no tener límites, logros que obtuvo precisamente gracias a la enseñanza, las buenas palabras. Cuando desapareció, su tumba se convirtió en un lugar de culto, sobre la que se preservaba un fuego eterno hasta casi las postrimerías del Imperio Romano.
Foroneo sabía también que los humanos no podían vivir solos. Necesitaban a los dioses. Foroneo había sido el favorito de la diosa madre Hera, esposa de Zeus. Hasta se enamoró de ella. Por eso, Hera le concedió el permiso y el talento para construir el primer altar con el que los humanos podrían establecer contacto con los dioses -el primer altar fue, en verdad, edificado por Apolo, mas éste era una divinidad; el altar que Apolo levantó mediaba entre divinidades, y los humanos nunca se beneficiaron de este primer logro apolíneo.
Es a Foroneo a quien debemos nuestra humana condición: seres capaces de convivir consigo mismo, con semejantes y con los poderes sobrenaturales.