martes, 8 de noviembre de 2016

Casa del alma egipcia: la ofrenda de la casa



 Fotos: Tocho, octubre de 2015





Las llamadas casas del alma son unos objetos votivos de terracota egipcios, de finales del tercer milenio y principios del segundo, hallados por el arqueólogo británico Petrie a principios del siglo XX. Fueron traídos en su mayoría a Occidente para ser ofrecidos a distintos grandes museos (Museo Británico de Londres, Museo Egipcio de Turin, Museo Egipcio de Berlín, Museo del Louvre de París, Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, Museos Reales de Bruselas, etc.), los cuales, sin embargo, manifestaron un escaso interés por estas piezas, almacenándolas o rechazándolas. Algunas quedaron en Egipto y otras acabaron en la colección del arqueólogo que forma parte hoy del Museo Petrie de la Universidad de Londres.
Estos objetos se componen de una bandeja con reproducciones en terracota de alimentos y vasos de libación, terminada por un canal de evacuación de líquidos. Entre los elementos que sobresalen sobre la bandeja se halla, habitualmente, una construcción, interpretada como una casa -la casa del difunto- o un templo. Estas bandejas, de unos cuarenta centímetros de largo por unos veinte o treinta de alto, aproximadamente, se depositaban directamente sobre la arena que cubría el cuerpo del difunto no embalsamado -se trataba de un enterramiento de clase muy modesta-, a fin de señalar el emplazamiento de la tumba y de mediar entre la tierra y el mundo de los muertos, toda vez que los líquidos vertidos sobre la bandeja caían sobre la arena hasta llegar al difunto.
Estas bandejas son toscas. Pero, sin embargo, son unos objetos fundamentales para conocer la forma de las viviendas populares construidas en adobe, cuyos restos no se han conservado, o se han desestimado cuando, en los inicios de las excavaciones arqueológicas, los egiptólogos buscaban sobre todo tesoros y monumentos de piedra.

Esta bandeja de ofrendas, del Museo del Louvre, presenta unas características singulares: la construcción -templo o casa- ocupa la totalidad de la bandeja. No existe lo que parece un patio, un espacio no construido ante la fachada del edificio -y que constituye la parte propia de la bandeja-. Ésta, sin embargo, cumple con la función para la que ha sido moldeada: alimentos y líquidos pueden ser depositados o vertidos en ella, porque la construcción se representa solo por sus trazas. La planta sustituye al volumen. El canal de libación se confunde con el espacio de entrada, que avanza con respecto a la planta de la casa (no se trata de un pórtico, sino de un cuerpo adosado). La planta es simétrico con respecto a un eje central. El espacio confluye hacia una única estancia, situada en la parte posterior de la construcción. Ésta, posiblemente no sea una casa sino un templo, cuyos espacios se dirigen hacia la capilla más recóndita donde se asienta un objeto indefinible (no he sabido identificarlo, posiblemente un alimento ofrendado, depositado en el interior de la casa, un signo de que el difunto, o su o sus "almas", moran en el interior).
Se trata de una pieza única. Casa y bandeja son lo mismo. La ofrenda es la casa. Toda la planta de la misma, es decir, toda la casa, constituye un espacio ofrendado, sagrado. La planta, además, se presenta como la "base", el fundamento de la casa. Casa que existe en tanto que división espacial. Unas líneas, unos muros que apenas sobresalen del plano del "suelo" sirven ya para organizar la casa, para que ésta ya exista, ya esté presente.
La planta se entiende como el germen de la arquitectura. Ésta se concibe como una partición, una organización y articulación espacial que dibuja tanto un recorrido como una sucesión de espacios interconectados. El espacio exterior que se pierde en la lejanía -estamos en un desierto de arena apenas sin obstáculos visuales- se contrapone a una sucesión de interiores recoletos que se visualizan tan solo con las primeras trazas en el suelo. Antes que un techo, una línea, o un murete ya son arquitectura.




lunes, 7 de noviembre de 2016

Infraestructuras urbanas mesopotámicas

Las ciudades mesopotámicas, ya en el cuarto milenio aC, poseían ocasionales conducciones para la llegada y la evacuación de las aguas. Algunos edificios notables -palacios, probablemente- contaban con salas de agua, dotadas de bañeras y canalizaciones, y sanitarios con desagües. Sin embargo, estos equipamientos no alcanzaban todos los barrios urbanos, y la evacuación de las aguas se realizaba calle abajo, o gracias a los canales que cruzaban las ciudades -construidas en las marismas de lo que es hoy el sur de Iraq.
En el norte, en el primer milenio aC, los palacios neo-asirios poseían salas de agua, y una red de canalizaciones y alcantarillado tanto para el agua limpia como para la evacuación de las aguas negras, llevadas hasta los ríos.

Los partos -procedentes de Persia- que poseyeron el penúltimo gran imperio mesopotámico antes de las invasiones árabes, entre los siglos III aC y III dC, utilizaron una conducciones de agua urbanas creo que singulares. Consistían en largas tuberías de terracota de gran anchura compuestas por piezas encastadas unas dentro de otras. Algunas de éstas estaban agujereadas: eran más bien filtros que conducciones. En efecto, las conducciones llevaban las aguas grises y las aguas pluviales hasta la capa freática. Los filtros retenían las impurezas y desechos sólidos, logrando que las aguas de lluvia no contaminaran las aguas subterráneas que alimentaban a la ciudad.
Este sistema de drenaje parece ser propio del Próximo Oriente antiguo tardío.

Una de estas piezas se expone hoy en la gran muestra La historia empieza en Mesopotamia, en el Museo de Louvre en Lens (Francia)




Fotos: Tocho, octubre de 2016

domingo, 6 de noviembre de 2016

¿Comentario turbador?

El piloto de Germanwings que estrelló voluntariamente un avión con pasajeros es un loco; el camionero que atropelló y mató voluntariamente a decenas de paseantes en Niza es un terrorista.
Desconocemos la religión del primero, alemán; del segundo, sabemos que era musulmán y tunecino (es decir, árabe -supuestamente)

De María-Grazia Masetti-Rouault

sábado, 5 de noviembre de 2016

Alepo

Reunión en París con una arqueóloga francesa que dirige una misión en Siria y ahora en Iraq: gracias a los miembros sirios de la misión, algunos que viven en Alepo, se puede saber qué hoy esta ciudad es irrecuperable. La destrucción de los edificios y las infraestructuras -se salva por ahora la ciudadela, no así el resto de los principales monumentos, la mezquita omeya incluida- es tal, que se deberá arrasar para reconstruir una nueva Alepo, como ocurrió con Berlín. La ciudad milenaria ya no existe ni existirá más. 
En efecto, el proceso de reconstrucción según un modelo urbano muy distinto al que existía hasta 2011 será financieramente viable: especuladores de Arabia Saudí -junto con algunos de Turquía- están adquiriendo las ruinas y pagando a los habitantes que malviven entre escombros para que partan a fin de  hacerse con los terrenos para encabezar la reconstrucción cuando acabe la guerra. Una guerra sigue siendo un excelente negocio.

jueves, 3 de noviembre de 2016

EMERIC LLUISSET (1983): LAST WATER WAR, RUINS OF A FUTURE. أخر حروب المياه ، خراب المستقبل (LA ÚLTIMA GUERRA DEL AGUA, EL FUTURO ARRUINADO, 2016)
















Texto de presentación:

"Since men cultivate the land, rivalries over water are a source of disputes. This concept is expressed directly in the English language, "rivalry" from the Latin rivalis, means "the one who uses the same river as the other."

It was around 2600 BC in Mesopotamia (now Iraq) that took place the first known water war. The city-states of Umma and of Lagash (including Girsu its religious capital) fought for centuries over the exploitation of irrigation canals fed by the Tigris.

Power games between regional powers, the civil war in Syria, the presence of the Islamic State, which has made of control of dams a strategic objective, the control exerted upstream by Turkey on the flow of the Tigris and the Euphrates are all factors of instability and tension. Coupled with high population growth, the increasing scarcity of water resources in the region and to global warming, they feed fears that a "new water war" would burst at the scene of the destruction of the ancient city of Girsu, which marked the end in 2350 BC of 300 years of water war."

El fotógrafo podría añadir que la tierra que se pisa se hunde: es arcilla húmeda recubierta de una costra salitre: agua no potable, salada; tierra por la que apenas se puede caminar -y los pasos deshacen las formas romas-, y en la que no se puede vivir.
Mísera guerra por la posesión de una tierra perdida, devastada, anegada por las aguas que no corren sino que se encharcan y se pudren.

Las fotografías de Lluisset, fotógrafo francés que vive en diversas ciudades del Próximo Oriente, entre se exponen hoy en el Instituto del Mundo Árabe de París.

El libro y la casa








Fotos: Tocho, octubre de 2016

Una activa y letrada comunidad judía instalada en Barcelona hasta los sangrientos pogromos de finales del siglo XIV que causaron la primera expulsión de los judíos -anterior pues a la que ordenó la corona española un siglo más tarde- publicó varias biblias miniadas que responden a una concepción muy particular del libro sagrado (llamado Mikdash-yah: El Santuario de Dios).
La Biblia no era un libro sino un templo: el templo. Su volumen (un término que también designa a un grueso libro) era el de una construcción. Era necesario, entonces, que el templo dispusiera de todo lo necesario para el culto. De ahí las ilustraciones que detallan los objetos empleados en los rituales. No se trataban de imágenes -del mismo modo que el libro no era una imagen o una metáfora del templo, sino que era el templo verdadero, sobre todo cuando el templo de Jerusalén ya no existía en esta ciudad, reemplazado por el libro-templo- sino de objetos reales, que existían en y por la imagen; imagen que daba fe de su existencia, que no era independiente de la imagen. En este caso, la imagen era el modelo, del mismo modo que el icono es la faz del hijo de Dios, una concepción sorprendente en una religión, como la hebrea, que proscribía las imágenes, pero sin las cuales los testimonios de la presencia de Dios entre los hombres se desvanecían.

Estos libros espléndidos se hallan en una exposición -ya comentada- sobre la Jerusalén medieval en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.










Dicha muestra también incluye unos libros de oraciones para fiestas religiosas principales hebreas, llamados Mahzor (o Majzor), muy particulares, también de origen catalán. Son textos del teólogo judío cordobés Maimonides, escritos en árabe con grafía hebrea. Las ediciones manuscritas catalanas están ilustradas. El sistema gráfico recuerda a un caligrama, aunque se trata de una de las mas estrechas relaciones entre grafismo y grafía -aparte de los jeroglifos egipcios, que son dibujos a la vez que signos escritos. Las formas dibujadas están perfiladas con líneas muy sutiles compuestas, en verdad por frases escritas con diminutas letras. Estas frases, sacadas de textos sagrados -los Salmos, principalmente- describen los objetos representados. La representación es, así, doble, a través del dibujo y de la escritura, sin que ambos puedan separarse. Las descripciones escritas hacen aparecen a los objetos, los inscriben en el plano de la hoja.
Este sistema responde a la manera como dios creó a los seres: los llamó. Fueron las palabras -o mejor dicho, las frases enunciadas las que provocaron la materialización de los entes y los seres que se conformaban atendiendo a los órdenes impartidas.
Las imágenes no son gratuitas, ni son independientes del texto, sino que nacen de la manera como las frases se despliegan y se repliegan, abriendo -y cercando- espacios en los que se insertan las cosas, cosas que forman una unidad indisoluble con el espacio definido. Las cosas se definen por el contorno. Son llamadas desde fuera. Las ordenes verbales, las llamadas al orden rodean, resiguen las cosas, y las invitan a concretarse. Es la palabra divina la que logra que las cosas sean, cosas o enseres utilizados para cantar a la divinidad, un canto literal que emana de las órdenes divinas. Las cosas son la metamorfosis de las palabras divinas que se convierten en imágenes -en seres imaginados. palabras imaginativas ante cuyo enunciado las cosas se presentan.
Pocas veces, el poder de la palabra ha sido manifestado de manera más clara -y sutil.

Arquitectura y salud (Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona)