Barcelona es dada a cambiar el nombre de las calles a tenor de donde sopla el viento. Los nombres de cosas (Pi), de animales (Llop, Garça) o de elementos naturales (Mar, Montanya) no suelen generar conflictos, así como el de labores artesanales medievales ( Platería). Son los nombres de personajes reales (en el doble sentido del adjetivo) los que llevan a arquear las cejas. ¿Son merecedores del honor de dar su nombre a una arteria o una plaza?
Seguramente nadie llamaría a un espacio público con el nombre de Pot o de la condesa Sangrienta, y dado que somos humanos, y por tanto, con luces y sombras, la condena de cualquier leve sombra llevaría a tener que limitarse a nombrar el espacio público con nombres de santos, preferentemente imaginarios, como Juan, Sebastián o Eulalia, presentes en el callejero de la ciudad, de personages de cuentos (existen calles Cenicienta o Blancanieves, aunque no en Barcelona, si bien la ciudad posee monumentos o fuentes dedicados a aquéllas), o con letras o números. O no dar nombres, lo que obligaría a replantear la orientación por la ciudad.
Una de las plazas de Barcelona más importantes y singulares por su diseño está dedicada al diplomático francés decimonónico Fernando de Lesseps. Fue cónsul en Barcelona, e intervino para que el mortífero bombardeo de la ciudad desde Montjuic, en 1848, por parte del general liberal Espartero ante una revuelta popular conservadora cesase.
Pero Lesseps fue el causante de la una de las acciones más corruptas en el mundo cuando la construcción del canal de Panamá, cuyo empecinamiento llevó a la muerte de un número considerable de trabajadores, y fue un defensor y propagador del poder colonial. Fue enjuiciado y condenado a años de cárcel (junto con el ingeniero Gustavo Eiffel), acabando proscrito y olvidado en Francia.
¿Habría que cambiar el nombre de la plaza? Seguramente no. El nombre está plenamente asumido y posiblemente desconozcamos las sombras de Lesseps. Pero deben ser muy difícil o imposible hallar nombres de seres humanos sin dobleces, cuyas dobleces puedan ser obviadas (en función de cómo se los considere).
Por cierto, seguramente no daríamos el nombre de Drácula a una avenida. Mas, ¿Almogávares? Los mercenarios ¿merecen ser recordados?
La historia humana es una historia sangrienta y de opresión. Y no puede ser reescrita. Tan solo estudiada y recordaba, sin tratar de borrarla, esconderla o distorsionarla.