Fotos: Tocho, agosto de 2024
Las aguas son traicioneras. El cielo se mira en ellas. Todo lo que surca el empíreo se refleja en las aguas espejadas. Pero debajo de éstas nadan silenciosamente seres fríos, mudos y escurridizos como espectros.
En lo más hondo se halla en palacio delos dioses infernales, Hades y Perséfone.
Estas consideraciones, junto con la concepción del más allá como un jardín, confluyen en el proyecto de la ampliación del cementerio municipal de San Vito, no lejos de Venecia.
Dicha ampliación de un cementerio decimonónico, que incluye un monumento funerario de una familia patricia, fundadora y dueña de una empresa electrónica, se eleva sobre las aguas circundantes, pero también se adentra en ellas. El cementerio deja entrever una ciudad sumergida bajo las aguas glaucas, bajo las que se adivinan poderosas construcciones que se diría son el reflejo de las que se alzan sobre las aguas.
Metales preciosos, cerámicas vitriadas y teselas doradas, que recuerdan los reflejos sobre las aguas y dotan de un atmósfera marina algunos espacios cubiertos por una bóveda que remite a una onda contribuyen a este silencioso juego acuático. Una fuente bautismal de agua bendita, en la capilla funeraria , a través de cuyas estrechas aspilleras se filtran reflejos lacustres, que se funden con los enhiestos y sombrios cipreses, contribuye a aunar muerte y renacimiento.
El propio arquitecto pidió ser enterrado discretamente en el maravilloso universo en miniatura que había construido, más parecido a la hermosa ciudad del país de nunca jamás -a la que nunca se llega salvo en este solitario emplazamiento- que a un tétrico cementerio.
Agradecimientos al arquitecto Arcadio de Bobes por sus agudas observaciones