Cerveteri
Templo perteneciente al anillo de templos que circundaban y protegían la ciudad de Agrigento.
La ciudad aparece en la Edad de Bronce, hacia 3500 aC, en Mesopotamia. Hasta entonces, y desde los inicios del Neolítico (9000 aC9, solo existían poblados, que podían llegar un número considerable de casas. Estos pueblos se componían por la unión de unidades familiares o clánicas autosuficientes y de tamaño parecido que se juntaban, aquizá, para facilitar los intercambios matrimoniales y asegurar una mejor defensa de pobladores y bienes.
En la ciudad, por el contrario, las viviendas tienen tamaños distintos (del palacio a la choza) que reflejan o son consecuencia de una estratificación social (reyes y cortesanos, jefes, sacerdotes, militares, artesanos), y destacan edificios especializados, fruto, sin duda, de la división del trabajo, tales como santuarios, palacios, talleres y almacenes.
Se han aducido causas distintas para explicar la transformación material y social de los poblados en ciudades, o la fundación de éstas en espacios vírgenes. La necesidad de controlar un territorio cada vez más amplio, cultivado para satisfacer las necesidades cada vez más amplias, llevó a la reorganización social y urbanística, con la aparición de un gobierno fuerte, santificado poor el cielo, apoyado en un ejército entregado, y el dominio de unos productores de bienes de primera necesidad y suntuarios. La escritura también se destaca como un mecanismo, que se descubre al mismo tiempo que la ciudad, para administrar y controlar el vaivén de los productos entre del campo y la ciudad, y gestionar los nacientes mercados.
Sin embargo, esta explicación no puede ser demostrada y es considerada como una interpretación que los descubrimientos arqueológicos no siempre corroboran. Ni siquiera las primeras muestras de escritura son siempre contables.
El helenista François de Polignac, estudioso de la ciudad griega antiguo, ya emitió la hipótesis (polémica en su día, y aceptada mayoritariamente hoy), hace casi unos veinticinco años, que el plan de las ciudades coloniales griegas en el sur de Italia y en Sicilia (la Magna Grecia) no respondía siempre a un esquema previo, sino que las trazas de las calles seguían las de las procesiones de los pobladores iniciales, recién llegados de Grecia, que partían de los templos o áreas sagradas de la naciente ciudad hacia un cinturón de santuarios externos, construidos a menudo en emplazamientos que ya eran sagrados para las poblaciones nativas, y que constituían la verdadera defensa del espacio urbano que, de este modo, no necesitaba de murallas. La trama, entonces, no obedecía a un modelo geométrico impuesto, sino que estaba impulsado por el sentimiento religioso que ciertos lugares despertaban, provocando movimientos de fieles cuyos pasos trazaban lo que serían las primeras vías.
Atribuir la fundación de las ciudades coloniales griegas a los ritos procesionales y no a necesidades económicas o sociales ayudó a entender mejor lo que motivaba que ciertos humanos se agruparan, convivieran y delegaran ciertas funciones o poderes en otras personas o colectivos: una compleja tarea común,el culto a una divinidad, les llevaba a unirse.
Este motivo religioso podría quizá extenderse hasta la fundación de la misma idea de ciudad o de espacio urbano. Tanto en Grecia como en Etruria (centro de Italia) existían ligas urbanas, asociaciones de ciudades que el culto a una misma divinidad.
Un culto común podría también explicar que seres humanos decidieran unirse y crear un hábitat de un nuevo tipo formal y social (la ciudad), organizado en función de las necesidades sociales del culto (presencia activa o pasiva de sacerdotes, militares, agricultores y artesanos, productores y guardianes de los bienes ofrendados y las acciones que pautan el rito).
Los ciudadanos comulgarían con una misma divinidad -o una serie de divinidades-. La creencia o la fidelidad en unas mismas potencias sobrenaturales, celestiales o infernales, les habría empujado a unirse y a organizarse. Dado que compartían creencias y alimentos sagrados, fuertes ligámenes se tejían entre ellos, relaciones que se simbolizaban plásticamente a través de lo que conforma una ciudad: un tejido de vías de comunicación, de espacios públicos y de edificios funcionalmente diferenciadas, pensados para que los ciudadanos puedan desplazarse hacia los centros de culto. Todos los caminos conducen a(l corazón de) Roma.
De este modo, un impulso trascendente -no siempre libre de deseos veniales- habría empujado a los humanos a reconsiderados sus modos de vida y hallar la mejor manera de compsartir laa atenciones que una o unas divinidades necesiades.
Las necesidades, entonces, no serían materiales -o no sereían solo materiales- sino espirituales. La ciudad hasbría sido, literalmente, la ciudad de dios: un invento eficaz sobrenatural.
jueves, 13 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Un post muy interesante, Pedro. Pero... ¿a qué llamamos "dioses"?
ResponderEliminarSi, el rito es previo y, por lo tanto, es la ley la que hace a la ciudad, y no al revés. Y en la ciudad antigua la ley es siempre sagrada-
Dos hipótesis:
1. La función principal de la ley es hacernos olvidar la naturaleza (este olvido recibe también el nombre de cultura).
2. El olvido sólo es real cuando es piadoso.
Estimado Goyo
ResponderEliminarAgudo comentario. Difícil respuesta.
Un rito requiere un espacio delimitado. La ciudad -es decir, la delimitación de un espacio- requiere un rito: un rito con vistas a delimitar el espacio, cuya acción rerquiere la existencia de un área ya acotada.
La imagen de los ceremoniantes en procesión que Polignac comenta es útil, en este sentido: la ciudad se hace a medida que se avanza. El rito se desenvuelve al mismo tiempo que el espacio se define. Rito y espacio ciudad son coetáneos: el rito funda la ciudad, la cual permite llevar a cabo el rito.
Norma, en latín, es ley y escuadra: Dibujar, trazar, proyectar, delimitar -espacios rituales, donde el rito, la puesta en orden del mundo, puede llevarse a cabo- y ordenar (verbo significativo: con dos sentidos, que aprlan al verbo y al gesto como medios para poner orden en el mundo) son lo mismo.
Por tanto, no se puede fundar una ciudad sin un ritual. O, mejor dicho, el rito es la fundación o habilitación de una ciudad.
¿Nos hace olvidar la ley a la naturaleza? Sí, nos la hace olvidar en tanto que naturaleza. ¿No nos la convierte en significativa, dotada de sentido -o la dota de sentido, de voz, por ejemplo de los dioses-, culta? ¿No la convierte en arte? Pero, relacionarnos de manera sensorial con la naturaleza -y no de manera "lógica", explotándola-, olvidarla y recordarla, esto es, percibirla como imagen, ¿no es tratarla ya como una obra de arte, es decir como una manifestación cultural, portadora (o creadora) de sentido?
Fundar una ciudad y practicar un rito -que es lo mismo, pues implican trabajar (sobre) el espacio- llevar a delimitar y trazar líneas o surcos: a cultivar la tierra, convirtiéndola en portadora de mensajes.
Desde luego, la fe -la confianza- son indispensables: implican una mirada que trata a lo que tiene delante como un igual, con respecto, aceptando que algo tiene que decir -aunque ese contenido sea recibido o inventado, otorgado, por nosotros-.
Dios, si fuéramos animales sería todo más sencillo. Y más triste
Claro que el rito no es "el" rito, sino siempre "nuestro" rito. La apropiación, el hecho de ser nuestro me parece inseparable del rito y, entonces, todo rito es una frontera que delimita nuestros ritos de los ajenos.
ResponderEliminarPero la pregunta permanece: ¿Por qué es necesario el rito?
Añado que a mi modo de ver el rito es lo esencial del mito y, como tal, es el origen de la ley, divina y política (tengo que volver a leer a Fustel de Coulanges)
Cada vez es más difícil la respuesta.
ResponderEliminarCreo que un rito no se define en oposición a otro. Es un todo. Cuando se lleva a cabo, no se piensa que otro pueda también desarrollarse. Un mito recrea o repite un acto fundación: la creación del mundo, por ejemplo. Y, por tanto, es único. Lo engloba todo. Sus límites son el cosmos.
¿Por qué se llevan a cabo ritos? Quizá por el mismo motivo que tenemos que ser educados, formales. Para evitar comportarnos como bestias. El rito controla y modula nuestros gestos, nos contiene o retiene (nos delimita). Y les da sentido. El gesto o la acción tienen alcance. Ya no parecen gratuitos o, mejor dicho, vanos. Y, pues, dan esperanza. De pronto, todo -el mundo y nosotros- parecemos cumplir una función o un papel, ser algo o alguien. Habiendo sido autorizados por los dioses -que nos hemos inventado- para cumplir con una tarea a la que dotamos de sentido -para no caer en la desesperación, o no hacer nada.
Rito y ciudad: en Roma, el mito fundacional es claro. Se desarrolla en dos partes. Una primera, durante la cual el augur traza un rectángulo en el cielo, llamado templum, que le permite enmmarcar el vuelo de las aves y descifrarlo. Y, luego, la proyección del templum en el suelo, lo que da lugar al trazado arado de un círculo o un cuadrado en la tierra, el límite de la ciudad.
Por tanto, idea -templum- y materialidad o proyección material o sensible (el surco primigenio) se suceden, se necesitan y se completan. El rito funda, inicialmente, la idea de ciudad (idea antes que realidad o realización): el templum.
¿Rito o mito? ¿Qué es lo primero? ¿Otorgamos sentido a los gestos que realizamos sin darnos cuenta, o solo realizamos lo que previamente hemos determinado? No sé si este es un tema de fe o de ciencia. Tiendo a pensar que primero soñamos y luego actuamos y que, por tanto, el mito precede al rito, pero hay quienes que piensan que, por el contrario, el sueño es una idealización o una proyección en el futuro de una acción que, casualmente, ha tenido efectos benéficos. Entonces, este gesto se magnifica y se dota de sentido, es decir de un relato. Y se repite esperando que de lugar (por cierto, expresión espacial, arquitectónica, que significa que algo es emplazado a producirse) a los mismos efectos.
Preferiría pensar que el mito preexiste al rito, mas es cierto que esto es quizá solo un asunto de creencia.
Permíteme un consejo, Pedro: "El nomos de la tierra", de Carl Schmitt. Schmitt nos dice que primero fue el surco y el mojón.
ResponderEliminar¡Gracias por la recomendación bibliografía!
ResponderEliminarPara que el surco primigenio fuera trazado, era necesario que, previamente, el augur trazara el templum en el cielo para leer, en en vuelo de los pájaros que cruzaban por este rectángulo trazado en el aire, y en función de la dirección que seguían, si los hados iban a ser favorables o funestos y, por tanto, si el rito fundacional tenía que proseguir.
Los mojones se empleaban en Mesopotamia, en Babilonia y en Asiria -se discute ahora si los kudurrus (palabra fea, pero se llaman así) eran verdaderamente mojones en el territorio, ya que están demasiado bien conservados y, por otra parte, sobresaldrían poco del terreno, o documentos administrativos o legales, depositados en los archivos de los templos-; desconozco si los agrimensores romanos también recurrían a ellos.