miércoles, 19 de mayo de 2010

La primera arquitecta de la historia



Érase un rey que una noche tuvo un sueño. Un dios se le apareció y le ordenó, en nombre de la divinidad suprema, que le construyera un templo. A continuación, los dioses se sucedieron para detallarle la orden: una diosa se mostró con una tablilla apoyada en las rodillas, con una carta astrológica (dub mul-an dùg-ga: tablilla estrellas buenas), el plano del cielo con la posición de algunos cuerpos siderales favorables, que consultaba; una tercera divinidad le tendió otra tablilla de lapislázuli con la planta del santuario; finalmente, nuevas divinidades le contaron cómo tenía que construir y qué materiales tenía que usar.

La diosa que le mostró una carta celestial con hados propicios, tenía un estilete de plata refinada en la mano. Por otra parte, aunque no se sabe traducir con seguridad el texto, parece que portaba también haces de espigas, o que espigas le brotaban de la cabeza (sag-ga2 e3 ki garadin9 mu-ak: mi cabeza brota lugar haces de hierba o de espigas hace: la frase es bastante enigmática).

Aunque el rey no sabía de quien se trataba ("una mujer es quien no sé quien es"), su "madre" la diosa Nanshe, consultada por el rey cuando despertó inquieto, le aclaró quién le había mostrado la carta astral: se trataba de la diosa Nisaba.

Nisabe era una antiquísima diosa de la vegetación. Posiblemente una diosa-madre. El crecimiento de los cereales de la tierra cultivada estaba a su cargo. Su nombre se escribía con un signo que era el dibujo estilizado de una espiga. Dicho signo se asemeja a otro, que se leía naga, y que se aplicaba a varios tipos de plantas, entre las que destacaban los cereales, y las plantas saponíferas: Nisaba purificaba, limpiaba.

En tanto que diosa que se mostraba con un estilete en la mano, era considerada como la diosa protectora de las letras, y así era cantada en algunos himnos babilónicos: la gran escriba del cielo. Esta función no era incompatible con su devoción por la tierra cultivada y los cultivos de cereales. Los estiletes que habitualmente se utilizaban para trazar los signos cuneiformes sobre tablillas de barro húmedo estaban hechos con cañas afiladas. El resultado era una superficie de tierra recorrida por líneas de escritura, semejantes a los campos regados y recién arados.

Sus funciones tenían que ver con el cuidado de la tierra (campos y tablillas), con los cultivos y con la cultura: pero no se limitaban a las letras.

En efecto, el mismo himno en el que Nisaba es exaltada como dub-sar mah an-na, es decir, gran o majestuosa escriba del cielo, la presenta también como sag-tun3. Lluis Feliu (UB) traduce: responsable de los agrimensores, es decir, de quienes medían y delimitaban los terrenos donde se tenía que cultivar o construir y, en este caso, trazaban la planta del edificio, y, en particular, de las zanjas en las que los cimientos de la obra se depositarían. Jordi Abadal (UPC), por su parte, piensa que la expresión significa más bien gran contable: Nisaba llevaría las cuentas de las cantidades de cereales cultivados.
En verdad, sag significa jefe y tun3, mojón; también banda o cinta. Por tanto, Nisaba era la directora de quienes distribuían mojones o colocaban cintas, es decir, delimitaban (con mojones o con cintas o cuerdas). Ésta es, precisamente, la imagen que el término agrimensor evoca. Sin duda, remite a Roma. Los agrimensores eran quien iniciaban las obras de arquitectura, midiendo y delimitando los terrenos y replanteando en obra la planta del edificio que debe ser levantado. La imagen, sin embargo, no en inadecuada aplicada a Mesopotamia. Al igual que ocurría en Egipto, reyes como Gudea, conocido por su talante constructor, fueron representados portando una larga cuerda enrollada que servía, precisamente, para acotar la obra.

Nisaba (o Nidaba: Señora que rodea o delimita; dab es rodear, envolver), entonces, era la diosa que controlaba la puesta en obra. No era verdaderamente una arquitecta sino más bien una constructora. Anotaba con su estilete sobre una tablilla, y medía el terreno y el replanteo.

Mas si, en fin, volvemos al sueño de los inicios, recordaremos que Nisaba tenía una tablilla con una carta astral que, sin duda, había trazado; este trazado podía ser también el de una planta celestial que se proyectaría, entonces, en la tierra: es decir sería tanto un mapa del cielo cuyas trazas se proyectarían dando lugar a las trazas o plantas del templo, cuanto un proyecto celestial, un arquetipo, una "imagen mental" o celestial.

Todos los templos mesopotámicos tenían un referente celestial -al igual que Jerusalén, la materialización de la Jerusalén celestial-: un templo en lo alto, un mapa o un plano, replicado en una tablilla y ampliado en la tierra.

Ahora sí Nisaba actuaba como una arquitecta verdadera: como una proyectista de sueños. Que también velaba para que los sueños no fueran solo sueños.

Estamos todos en deuda con esta divinidad: diosa-madre y diosa-arquitecta; que nos edificó, nos protegió con el cerco que trazaba, nos cultivó y nos alimentó.

Nisaba era la esposa de Nabu, el dios de los escribas en Babilonia y nieto de Enki (el dios de la arquitectura y la agricultura -artes que siempre van juntas pues actúan en favor de la vida- sumerio)


Referencias:
- Cilindro A de Gudea, IV, 23-26; V, 21-24
- Himno a Nisaba, A II, 7-9

(Dedicado a Gregorio Luri, que defiende que la primera arquitectura son dos mojones hincados, y unidos)

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