Tener la nacionalidad de un país significa disponer de un documento escrito, un registro, un certificado. La relación entre nacionalidad, lengua, etnia y tierra ya casi no se da, al menos en países occidentales (si bien el decreto de algunos gobiernos de exigir a los emigrantes pruebas de su dominio de la lengua apuntan a que las antigua asociación entre aquellos conceptos sigue latiendo, y la reciente guerra de los Balcanes revela que este prejuicio no ha sido definitivamente ahuyentado). No se es de un país, sino que se tiene de la nacionalidad que éste otorga.
El tema se espesa si nos adentramos en las identidades de las regiones europeas. ¿Qué criterios se sigue para determinar si una persona "es" de una región? ¿Su nacimiento, sus ligámenes familiares, el que tenga la residencia en aquélla, el que trabaje allí, o el que conozca una determinada lengua? Al no existir la posibilidad de otorgar certificados, las viejas identidades étcnico-linguístico-patrias rondan.
Volviendo al pasado remoto, ¿quiénes eran los sumerios? ¿Qué los caracterizaba?
Los sumerios, se ha dicho, eran quienes hablaban sumerio, vivían en Sumer (al sur de Irak, en la región del delta del Tigris y el Eúfrates), y pertenecían a una etnia o raza sumeria. Se distinguirían así de los acadios, que eran semitas, de los hurritas, los elamitas, etc.
Mesopotamia habría estado, entonces, poblada por tribus, enfrentadas posiblemente, y conscientes de que eran distintas: hablaban lenguas distintas, adoraban a dioses e ídolos diversos, y se sentían distintas. ¿Era así?
El nombre de Sumer (que se aplica a una supuesta tribu, a una lengua y a un territorio) procede de un adjetivo acadio, summeru, que traduce una expresión en lengua sumeria ki-en-gi, intraducible, aunque quizá signifique Tierra Noble, Tierra de los Nobles, Tierra Natal (es decir, la zona del delta, o cualquier zona de Mesopotamia en sus orígenes), traducciones que implican, sin embargo, no atender a la literalidad de la expresión.
Se ha supuesto que summeru, en acadio, designaba a los sumerios, lo que probaría que, desde muy antiguo, se tenía consciencia que existía un pueblo sumerio, que hablaba una lengua muy especial, y vivía en "su" tierra, opuestos a los habitantes de ki-uri (Acad, es decir del centro de Mesopotamia) ¿Es así?
Ki-en-gi (Sumer) tiene un antónimo, ciertamente, pero no es ki-uri, sino kur. Kur es la región montañosa; también designa al extranjero (el bárbaro, según los griegos). Por tanto, sumerios eran todos los habitantes de los valles de los ríos Eúfrates y Tigris (Mesopotamia), tanto de ki-en-gi cuanto de ki-uri -independientemente de la lengua que hablaban-, y se contraponían a los habitantes de las montañas -que bien podían hablar sumerio.
La diferencia, entonces, no era étnica, sino geográfica. No existía siquiera un término para designar a la lengua sumeria antes de la primera mitad del II milenio ac, cuando hacía al menos un milenio que el sumerio había dejado de ser una lengua viva. Los mesopotámicos del IV y del III milenios aC, eran, posiblemente, multilingües y conscientes que hablaban lenguas distintas; sin embargo, éstas no estaban, al principio, definidas,; no existían nombres para diferenciarlas. Eme-gi7 es el término que se supone designaba tardíamente a la lengua sumeria, pero también designaba a los animales y las personas. También significaba lengua noble, expresión aplicable a cualquier idioma.
En verdad, la división de la población mesopotámica de los IV y III milenios en sumerios, acadios, etc. no corresponde a la realidad ni a la imagen que los mesopotámicos tenían de si. Esta división fue establecida a finales del s. XIX y, posteriormente, en los años treinta del siglo pasado.
Así, no bien se hubieron traducido los primeros textos escritos en sumerio, algún estudioso negó que los sumerios existieran, como se afirmaba. ¿Por qué? Algunos historiadores sostenían que la raza indo-europea era superior. Sostener que los sumerios no eran indo-europeos era afirmar que eran inferiores, un pueblo menor y primitivo, habitante de un territorio (la parte árabe del imperio otomano) muy deseado por las potencias occidentales, todas indo-europeas. Afirmar que los sumerios no constituían una raza aparte, entonces, era un intento de evitar lo que iba pronto a acontecer. La transformación o reducción del Próximo Oriente en un una colonia o una serie de colonias y, luego , en protectorados.
Más tarde, en los años treinta (como recuerda brillantemente Joaquín Sanmartín, y ya percibió Jacobsen en... 1939), historiadores y arqueólogos alemanes hitlerianos sostuvieron la grandeza y la excepcionalidad de los sumerios. No eran indo-europeos. Pero esto no les convertía en inferiores. Lo importante es que fueran radicalmente distintos de los acadios que eran semitas (como los hebreos). El que se sostuviera que la cultura occidental había nacido en Sumer implicaba que la cultura sumeria nada tuviera que ver con la acadia. Su lengua, su visión del mundo, su "patria" tenía que ser distintas. Eran racialmente distintos ¿Cómo hubiéramos podido, nosotros, blancos occidentales, descender de poblaciones marcadas por los semitas? Los sumerios tenían que ser únicos, y su legado se habría transferido a los griegos que eran indo-europeos, es decir, arios. La historia occidental estaba a salvo. Y era superior
Somos nosotros, occidentales de los siglos XIX, XX y XIX, los que hemos creado a los sumerios en tanto que pueblo étnicamente distinto de acadios, babilonios, etc.
;Los habitantes del delta hablaban sumerio (hasta finales del IV milenio, lengua muerta desde entonces pero utilizada, precisamente porque era más antigua y se la consideraba más elevada, en la redacción de los primeros documentos escritos), como también hablaban, muy posiblemente, otras lenguas (semitas), pero no "eran" sumerios. Somos nosotros los que los hemos convertido en "sumerios", según nuestros intereses estratégicos y nuestros prejuicios.
"Las historias modernas utilizan a menudo el término sumerio" como una designación étnica, y se refieren a la cultura sumeria, al arte, la literatura y la religión sumerias, incluso a una visión del mundo sumeria. Tales expresiones reflejan nociones modernas de nacionalismo y etnicidad, que son, cuanto menos, anacrónicas" (P. Michalowski).
En este sentido, las casi cuatrocientas páginas de letra pequeña y a dos columnas de la entrada "Sumer", en el Suplemento del Diccionario de la Biblia, 72, 1999, dirigida por Michalowski, son fundamentales. Como ha escrito un crítico, aún no han sido superadas.
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