miércoles, 11 de diciembre de 2013

MICHAEL ELMGREEN (1961) & INGAR DRAGSET (1969): TOMORROW (2013-2014), O LA CASA DEL ARQUITECTO ANCIANO Y ARRUINADO

















Lessing, en el siglo XVIII, cerró el debate, vivo en el Renacimiento, sobre las diferencias y virtudes respectivas de dos artes representativas o miméticas, como la pintura y la poesía. Enunció que la pintura era adecuada para representar cuerpos en reposo, o quietos en un momento cumbre, quizá orgásmico, mientras que la poesía era el medio perfecto para describir acciones -llevadas a cabo por los cuerpos cincelados por la pintura.

Las instalaciones, comunes desde los años treinta -Duchamp- o incluso antes -Malevitch en los años veinte-, jugaron a diluir la frontera entre representación y narración. Una instalación consiste en un despliegue de objetos, que no tienen interés en sí mismos, que deben ser descubierto en relación con otros elementos y con el espacio. El visitante observa desde la distancia la instalación expuesta en un espacio, como si éste fuera un escenario teatral en el que son objetos y no actores los que posan e interactúan, o se desplaza a través de la instalación, siempre enigmática, en la que el sentido es alusivo.

El Museo Victoria y Albert de Londres ha encargado a los artistas Elmgreen y Dragset un curioso proyecto, a caballo entre el trabajo museográfico y la obra de arte: exponer obras del museo de una manera que permita descubrir nuevos puntos de vista o significados del conjunto de las obras.

Los daneses Elmgreen y Dragset han escrito un cuento: Tomorrow. La historia de un arquitecto anciano, profesor universitario retirado, y constructor fracasado, incapaz de llevar a buen término la puesta en obra de un proyecto, arruinado y a punto de perder su casa y estudio, pese a su desesperada resistencia, la única que aún ofrece a los envites de la vida. Se llama Norman Swann, y vive, como el personaje de Proust, entre recuerdos a los que se aferra.
Recrean un interior: el espacio, en parte deshecho, en el que el arquitecto vive recluido. Los objetos son los que atesora -provienen de las colecciones del museo, principalmente-: reflejan sus gustos y su visión desencantada del mundo, su incierta y desplazada posición en el mundo. Los espectadores recorren la instalación. Pueden sentarse incluso en las sillas y aguardar, durante un día entero, en que el arquitecto soñado aparezca y se encuentro con ellos; pueden soñarlo.

 El trabajo de Elmgreen y Dragset consiste en la selección y presentación de unas obras: actúan como un arquitecto, precisamente, o un escenógrafo. Pero las obras pueden utilizarse. Las sillas y los sofás están a disposición de los visitantes. Ya no son obras, o partes de una obra, sino parte de la presentación, todo y siendo, sin embargo, elementos con los que se escenifica una historia. Son y no son obras.

La instalación es una obra y la presentación de obras. En sí, es una única obra; pero, al mismo tiempo, es un mecanismo escenográfico gracias al cual se despliegan y se exponen obras.

Éstas han sido escogidas por los artistas, mas simulan pertenecer a otra persona, un personaje ficticio.

Las obras, y la instalación, solo adquiere sentido si es percibida como el despliegue en el espacio de una historia, o una vida. Las piezas adquieren un nuevo sentido. Cuentan una historia. No solo hablan de sí mismas, y de su tiempo,  sino que se comportan como actores; por un momento dejar de ser lo que son, para convertirse en personajes, seres o enseres de una fábula.
La historia solo adquiere sentido a través de la instalación; pero ésta solo es comprensible si se remite a la historia, que ilustra o explica.

Los artistas han creado las condiciones adecuadas para que un personaje cobre cuerpo -en la mente o la imaginación del espectador, mientras aguarda y contemplo lo que remite a él, y habla de él.

Las obras son ilusiones que cuentan una verdad. En éste caso, no se quiere que hablen o lustren una época, un estilo, una manera de ver canónica o conocida, sino un punto de vista de un personaje de ficción. As´las obras adquieren una doble condición ficticia. Son fantasías dentro de una fantasía. Los mismos espectadores se convierten en actores. forman parte de la historia, pues son ellos los que devuelven a la vida al arquitecto fantasmagórico.

Su mañana está en nuestras manos; aunque la vida se muestre como un escenario o un decorado necesariamente temporal.

Un inteligentísimo juego de espejos.

Véase: http://www.vam.ac.uk/content/exhibitions/tomorrow-elmgreen-dragset/scenes-from-an-unrealised-film-the-script/

4 comentarios:

  1. Es el mejor comentario que he leído sobre una instalación, le felicito.

    Cuesta mucho encontrar instalaciones de interés, aunque dispongamos de oportunidades y del suficiente bagaje. Es “arte ensimismado” por excelencia, como todo el actual en el mejor de los casos. Y un nuevo género a pesar de los años que llevamos con ellas.

    La instalación es un medio de expresión que seguramente evolucionará a mejor, y las reflexiones que usted hace apuntan muy bien por ahí con este ejemplo. “Antes del Diluvio” fue una instalación didáctica y artística que le daba mil vueltas en todos los sentidos a infinidad de inocuas y lánguidas instalaciones artísticas. Cuando veo filmada alguna “performance” no puedo dejar de añorar una buena sesión de ilusionismo o de mimo. Y en cuanto a las instalaciones, tampoco puedo dejar de pensar en la escenografía teatral y en el escaparatismo (que era una profesión) aunque no nos podamos pasear por ellos; ¿quién se acuerda hoy del diseño creativo de escaparates? Saliendo con el ánimo decaído después de ver una instalación más, nunca dejo de pensar en Fabià Puigserver o en los escapartes de Loewe o Vinçon que son de los pocos que todavía los mantienen en inquietante seducción.

    En efecto, de las primeras muestras que tenemos noticia son las que menciona, pero hoy ya no basta con sacar de contexto un objeto y exponerlo al modo Dadá, hay que narrar alguna idea o transmitir alguna emoción, o ambas cosas. La mayoría de estos artistas insisten en el propósito de “sacudir conciencias” o “hacer una reflexión profunda”, en lugar sencillamente de buscar su poética y su narrativa, que la tiene. ¿No se dan cuenta que hoy en día nadie se sorprende ni sacude por nada? No pueden competir con el espectáculo exterior. Los primeros conceptuales lo intentaban, pero igualmente topaban a menudo con el compromiso social que asumían, como una nueva sopa de ajo. Las instalaciones que elucubran con aspectos formales, a veces son muy brillantes, a la manera del “op” y del arte cinético, al menos no pretenden evangelizar o dar el tostón. Un buen dibujo de Chumy-Chúmez estaba ventajosamente a mil leguas de distancia de multitud de aburridas y pretenciosas muestras e instalaciones. No hace muchos años, una sencilla exposición de los instrumentos de juguete de Pascal Comelade fue la mejor instalación que vi en mucho tiempo.

    Ya sé que este es un debate interminable. Tampoco hay claves para interpretar el expresionismo abstracto, por ejemplo, por más que partamos de Cézanne, el Cubismo y Kandinsky. ¿Por qué nos conmueven con frecuencia Pollock, Tàpies, Bill Viola, Barceló o Anish Kapoor? ¿Nos conmueven tanto como los rostros de las máscaras funerarias egipcio-romanas del Museo Arqueológico de la Universidad Johns Hopkins?

    Gracias.

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    1. Muchas gracias por la extensa reflexión. Creo que, en efecto, pone los puntos sobre las íes. Las instalaciones corren el riesgo de ser abstrusas o pretenciosas (como muchas de Dora García), banales (como algunas de Bruce Naumann) o retóricas (Juan Muñoz, Santiago Sierra). Por otra parte, ocupan tanto espacio para comunicar a veces una obviedad o una idea que se podría expresar mejor y más agudamente con un simple dibujo.
      No todos los artistas que realizan instalaciones tienen el sentido del espacio de algunos escenógrafos y escaparatistas, en efecto. La máxima sobre las virtudes de la concisión no se aplica por desgracia en muchas de las instalaciones.
      Una máscara romano-egipcia, en efecto, turba más -y fascina- que los últimos y aparatosos (cursis) vídeos de Bill Viola. Amén que se intuye que dice algo fundamental sobre la vida humana.

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  2. Felicidades por el excelente post y el tan acertado comentario de Belart, felicitaciones, repito, a ambos, poco más se puede añadir a lo dicho por ustedes. Sin embargo, si quiero agregar un prejuicio personal, prejuicio que no es otro que el de considerar que en los artistas, más que en el arte, existe una antigua pretensión que aparece a la vez que su propio nacimiento, el deseo de convertir el arte en vida y la vida en arte. Esa es una aspiración vana excepto en una muy peculiar circunstancia, cuando la vida del artista realmente está en juego y, por consiguiente, en peligro de perderla o de verla seriamente lastimada, la fiesta taurina, el circo, los deportes de alto riesgo y casi en los espectáculos eróticos en los que se copula a la vista del público.

    Las instalaciones y las performances pretenden conseguir esa unión, no respetan la distancia de seguridad que existe y que debe de existir entre vida y arte, entre mentira y verdad, entre simulacro y realidad.

    El resultado final, es para mí, fuera de sus valores estrictamente estéticos y formales, una variante más acusada del kitsch, moralmente más grave, es un paso más allá para el que todavía, creo, no se ha encontrado un nombre apropiado, es una especie de charlatanería, puro bullshit como dicen los ingleses.

    En uno de mis post comentaba una muy buena escena cómica, si la memoria no me falla, sucede en un capítulo de la tercera temporada de la extraordinaria serie televisiva británica: Blackadder, protagonizada por Rowan Atkinson. En ella, Atkinson, hace de mayordomo de un Príncipe de Gales, el futuro Jorge IV, bendito y estúpido, que interpretaba Hugh Lauri, el actor que más tarde fue el famoso doctor House en otra serie de mucho éxito.

    Al presenciar el Príncipe de Gales, desde el palco y en el transcurso de la escenificación de una obra de teatro, como uno de los personajes que interpreta uno de los actores mata a sangre fría a otro en el mismo escenario con la más absoluta impunidad, el futuro rey de Inglaterra, sorprendido, aterrorizado y escandalizado por el crimen que acaba de presenciar, empieza a gritar, pedir y ordenar, que acuda rápida la policía y detenga al agresor.

    Cuando su mayordomo, the Blackadder, le explica, calmándolo, que en realidad nadie ha matado a nadie, que aquello es simplemente una ficción, que sólo se trata de una representación, se enfada y escandaliza más de lo que ya lo está al constatar, como reconoce el mayordomo, que lo sucedido no es verdad. Se siente sinceramente ofendido y duda de seguir ordenando con vehemencia que venga la policía, ahora, sin embargo, para detener y encarcelar a toda la compañía de teatro por haber mentido a la realeza simulando un asesinato.

    Por suerte, el mayordomo le hace entrar en razón, aunque no logra que entienda claramente la diferencia entre representación y engaño, simulación y mentira.

    Saludos cordiales

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  3. Totalmente de acuerdo.,
    Quizá lo peor ocurra cuando el artista pone su vida en peligro convirtiendo la acción en un espectáculo, no muy distinto de lo que acontece en ciertos programas televisivos en los que los participantes son obligados a rodearse de serpientes venenosas o a ingerir insectos. ¿La razón de todo eso? Crematística. El interés, mínimo.
    Nunca entendí que podían aportar (a lacomprensión del mundo o del hombre) las "performances" de Chris Burden pidiendo, por ejemplo, que le dispararan al brazo, o incluso las duras acciones de Marina Abramovic, sobre todo porque cualquier acción artística tiene un correlato más duro en la vida diaria. Estas acciones tendrían sentido si nos hicieran reflexionar sobre la violencia cotidiana, mas ¿lo logran todas? La violencia expuesta ¿no es tan solo mórbida, "voyeurista" -y, por tanto, gratuita? El arte tiene que ver con el juego, el reto, la competición, ciertamente; mas ¿qué se gana cuando el artista pone su vida en peligro solo para sorprender a menudo, centrando el interés sobre su valor o su atrevimiento, sabiendo que, muy pronto, el riego que ha corrido (supuestamente, al menos) sería superado por otro artista aun más narcisista?
    ¡Muchas gracias por el ejemplo de Mister Bean!

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