Bill Viola ha ganado el Premi Internacional Catalunya. Bill Viola es un videoartista. No le gusta , empero,esta denominación. Quiere ser considerado artista, a secas. A Picasso se le puede llamar pintor, a Julio González, escultor, y a Sert, arquitecto, pero Bill Viola está por encima de esas clasificaciones, pese a haber producido sólo videos. Pero es un artista.
Bill Viola fue un gran creador de videoarte hace ya mucho tiempo. Sus creaciones se equiparaban con las de los mejores artistas que trabajaban con este medio (Dan Graham, Gary Hill, etc.). Pero sólo los fanáticos del arte contemporáneo le seguían. Empezó a disponer de más medios. Mejoró la calidad de la filmación, aumentó el tamaño de las pantallas hasta llenar salas enteras, y los temas se volvieron trascendentales, otros dirían grandilocuentes. Sus últimas obras se basan en pinturas religiosas barrocas. Interpretan la iconografía cristológica. La Virgen María, Santa Ana, el Cristo yaciente se han vuelto temas preferidos, contemplados por fieles dolientes como los que pueblan las pinturas de Grünewald. El éxito es apoteósico. Ni Madonna consigue las colas, religiosamente formadas, silenciosas y casi extéticas, que se formaron durante la presentación de sus últimas obras en Londres.
¿El resultado? En el mejor de los casos podría acercarse a la pintura barroca francesa (Le Sueur, Mignard) en la que posan muy dignos figuras santas vestidas con colores del parchís. En el resto, la crítica francesa habla de arte "saint-sulpicien", diríamos aquí que parecido al de las estampas de primera comunión o de los calendarios conventuales. Son obras cómicas. Involuntariamente. Parecen modernas. Se trata de videos, después de todo. Y los temas son tan conocidos, y respetados, como las historias de fantasmas. Hacen parte de la historia del arte. Son serios. Muy serios.
Meses antes de la entrega del Premio, ya se sabía que el prestigio de Bill Viola declinaba con la misma pendiente con la que crecía el número de espectadores. Louise Bourgeois era otra de las candidatas. Tenía todos los ases para ganar. Pero incumplía una norma no escrita. Es tan mayor que posiblemente no se hubiera podido entregarle el premio en mano. Así pues, la foto de los políticos con la artista no se hubiera podido tomar. ¿Qué interés tenía entonces escogerla?
El Premi Internacional Catalunya es un premio raro. Nadie lo conoce, nadie sabe a fe cierta los criterios de selección, qué pretende ni a qué responde. Ha habido premiados que aún se preguntan a santo de qué se les ha premiado. Pero sí se conocen los emulentos. Se trata de una cantidad ingente de dinero, uno de los premios mejor dotados del mundo. El Nobel debe ser una piruleta al lado.
La finalidad de este premio, en verdad, es obvia, demasiado evidente: permitir que los gobernantes se hagan propaganda (a costa de los contribuyentes). Fotos con Levi-Strauss; fotos con Doris Lessing; fotos, próximamente, con Bill Viola. "Fer pais", se diría. De nuevo.
Mas, ¿por qué Bill Viola? Se desconocen las razones. Pero quizá se puedan intuir. Las estampas que Bill Viola filma actualemente y que muestran, en pantallas de alta definición dispuestas como retablos -no recuerdo si incluso enmarcadas con marcos dorados-, escenas religiosas, patéticas o dolorosas, en las que las figuras exponen impúdica y superficialmente, como unos malos cómicos, toda una gama convencional de emociones, se asemejan a las estampas que Pere Pruna pintó tras la Guerra Civil (para el monasterio de Montserrat y al alta burguesía, por ejemplo), a los cuadros de Montserrat Gudiol, y, en general al noucentismo más dulzón, almibarado, confitado en agua bendita. Un arte con prédica en Cataluña. A Bill Viola le entusiasma Montserrat.
Cataluña es una tierra donde la religión ha pesado (¿pesa?) como el manto brocado de la Virgen. Un partido cristiano-demócrata aún mantiene las riendas del poder (el verdadero poder). ¿Dónde se concentran, si no, una montaña sagrada, una virgen negra (negra de los pecados confesados), una ciudad de los santos, un templo expiatorio, una cueva santa donde Ignacio de Loyola ideó las reglas jesuíticas, una capital de provincias con dos catedrales, o la dirección actual del Opus Dei? En la postguerra, hasta Valladolid debía parecer las Follies Bergères al lado del poder eclesíastico, perfectamente enraizado, "propio", de Gerona o de Vic. Los prelados paseaban bajo palio una y otra vez como las marquesas decimonónicas con sombrilla.
Y la iglesia siempre ha estado unida al poder, o, mejor dicho, al imaginario mítico del poder.
Premiar a Bill Viola, entonces, ha sido, posiblemente, un gran acierto. ¿Artístico? Ideológico. Pero es lo que cuenta.