domingo, 16 de mayo de 2010

Gregor Schneider : Habitación para un solo día -o estancia para un moribundo




El Museo de Arte Contenmporáneo de Barcelona (MACBA) expone una parte de la colección personal de los galeristas alemanes, activos en los años 60 y 70 del siglo pasado, Konrad y Dorotea Fischer de Düsseldorf. Titulada Con la probabilidad de ser visto. Dorothee y Konrad Fischer. Archivos de una actitud incluye la escultura o instalación Habitación para un solo día (Raum für einen Tag) (2005) del artista alemán Gregor Schneider

Se trata de una habitación angosta construida o reconstruida -con paneles de madera que simulan ser paredes de obra- en el museo. La estancia, de paredes blancas, se confunde con la organización espacial del museo, también pintada de blanco. Si no fuera porque el estilo de la casa y del museo es distinto -propio de una modesta casa aislada, de la periferia de una ciudad anónima, de mediados de siglo pasado, en el caso de la obra de Schneider-, se podría pensar que ésta es un recoveco del museo, un almacén, el cuarto de las escobas. Pasa casi desaperciba. Tan solo una cartela diminuta indica la presencia de una obra e invita a entrar en ella. Obra que es su propio receptáculo.
Celda antes de estancia, pese a la ventana vertical, con un cristal translúcido, que da al exterior (unos focos situados detrás del cristal simulan la hiriente luz diurna), las puertas y las paredes cubiertas con un entablado de madera pintado de blanco. El contraste entre el aspecto doméstico del espacio (maderas, una cortina de gasa, un aspecto gastado) y su tamaño propio de una cárcel -o una tumba- acentúa el carácter opresivo de la habitación. Recuerda los diminutos espacios de las porterías de antaño, encajonadas debajo del arranque de la escalera de servicio. Invita a quedarse, lo que es sicológicamente imposible.

Gregor Schneider (1969), premiado en la Bienal de Venecia de 2001, es hoy conocido por querer exponer a un moribundo (que accepte "exponer sus últimos días"), en una cama metálica de hospital, en una galería de arte: el público asistirá al final del enfermo, a su expiración última.

Esta obra polémica, aún no autorizada, es un caso extremo que remite al tema central de su obra, y la clausura: el espacio doméstico moderno como un espacio clínico, mortecino y mortuorio. Lo privado entendido como lo carcelario. Diminuto y desangelado, pese a -o puesto que- pintado inmisericordemente de blanco. Schneider construye y reconstruye réplicas de estancias dentro de estas estancias en bloques de viviendas abandonados, algunas de las cuales, vacías, cerradas a cal y canto son innacesibles.

La vida ha huido. Como explica el artista: "la realidad de la agonía en las clínicas, las salas de cuidados intensivos y los quirófanos alemanes es terrible. Este es el escándalo. La muerte y el camino hacia ella es hoy un sufrimiento”.

¿Una alegoría, justa o tremendista, del hábitat contemporáneo?

http://www.google.es/imgres?imgurl=http://www.cmoa.org/international/images/artistsworks/smallschneider.JPG&imgrefurl=http://www.cmoa.org/international/html/art/schneider.htm&usg=__sAhtv78PYw0ChpBDIKhIgpi2eLo=&h=319&w=240&sz=12&hl=es&start=23&um=1&itbs=1&tbnid=hvG6-62bR_LXYM:&tbnh=118&tbnw=89&prev=/images%3Fq%3DGregor%2BSchneider%26start%3D20%26um%3D1%26hl%3Des%26client%3Dfirefox-a%26sa%3DN%26rls%3Dorg.mozilla:es-ES:official%26ndsp%3D20%26tbs%3Disch:1


The Go-Betweens: Streets of Your Town (1988)

Galaxy 500: When Will You Come Home (1989)

viernes, 14 de mayo de 2010

Jean-Luc Godard: Charlotte et son Jules (1960)



Cuando Godard no se tomaba por Godard...

Alexandr Hackenschmied: Bezucelná procházka (Paseo sin rumbo) (1930)



http://hammid.wz.cz/content/index_en.html

jueves, 13 de mayo de 2010

El culto y la ciudad

Cerveteri
Templo perteneciente al anillo de templos que circundaban y protegían la ciudad de Agrigento.


La ciudad aparece en la Edad de Bronce, hacia 3500 aC, en Mesopotamia. Hasta entonces, y desde los inicios del Neolítico (9000 aC9, solo existían poblados, que podían llegar un número considerable de casas. Estos pueblos se componían por la unión de unidades familiares o clánicas autosuficientes y de tamaño parecido que se juntaban, aquizá, para facilitar los intercambios matrimoniales y asegurar una mejor defensa de pobladores y bienes.

En la ciudad, por el contrario, las viviendas tienen tamaños distintos (del palacio a la choza) que reflejan o son consecuencia de una estratificación social (reyes y cortesanos, jefes, sacerdotes, militares, artesanos), y destacan edificios especializados, fruto, sin duda, de la división del trabajo, tales como santuarios, palacios, talleres y almacenes.

Se han aducido causas distintas para explicar la transformación material y social de los poblados en ciudades, o la fundación de éstas en espacios vírgenes. La necesidad de controlar un territorio cada vez más amplio, cultivado para satisfacer las necesidades cada vez más amplias, llevó a la reorganización social y urbanística, con la aparición de un gobierno fuerte, santificado poor el cielo, apoyado en un ejército entregado, y el dominio de unos productores de bienes de primera necesidad y suntuarios. La escritura también se destaca como un mecanismo, que se descubre al mismo tiempo que la ciudad, para administrar y controlar el vaivén de los productos entre del campo y la ciudad, y gestionar los nacientes mercados.

Sin embargo, esta explicación no puede ser demostrada y es considerada como una interpretación que los descubrimientos arqueológicos no siempre corroboran. Ni siquiera las primeras muestras de escritura son siempre contables.

El helenista François de Polignac, estudioso de la ciudad griega antiguo, ya emitió la hipótesis (polémica en su día, y aceptada mayoritariamente hoy), hace casi unos veinticinco años, que el plan de las ciudades coloniales griegas en el sur de Italia y en Sicilia (la Magna Grecia) no respondía siempre a un esquema previo, sino que las trazas de las calles seguían las de las procesiones de los pobladores iniciales, recién llegados de Grecia, que partían de los templos o áreas sagradas de la naciente ciudad hacia un cinturón de santuarios externos, construidos a menudo en emplazamientos que ya eran sagrados para las poblaciones nativas, y que constituían la verdadera defensa del espacio urbano que, de este modo, no necesitaba de murallas. La trama, entonces, no obedecía a un modelo geométrico impuesto, sino que estaba impulsado por el sentimiento religioso que ciertos lugares despertaban, provocando movimientos de fieles cuyos pasos trazaban lo que serían las primeras vías.

Atribuir la fundación de las ciudades coloniales griegas a los ritos procesionales y no a necesidades económicas o sociales ayudó a entender mejor lo que motivaba que ciertos humanos se agruparan, convivieran y delegaran ciertas funciones o poderes en otras personas o colectivos: una compleja tarea común,el culto a una divinidad, les llevaba a unirse.

Este motivo religioso podría quizá extenderse hasta la fundación de la misma idea de ciudad o de espacio urbano. Tanto en Grecia como en Etruria (centro de Italia) existían ligas urbanas, asociaciones de ciudades que el culto a una misma divinidad.

Un culto común podría también explicar que seres humanos decidieran unirse y crear un hábitat de un nuevo tipo formal y social (la ciudad), organizado en función de las necesidades sociales del culto (presencia activa o pasiva de sacerdotes, militares, agricultores y artesanos, productores y guardianes de los bienes ofrendados y las acciones que pautan el rito).

Los ciudadanos comulgarían con una misma divinidad -o una serie de divinidades-. La creencia o la fidelidad en unas mismas potencias sobrenaturales, celestiales o infernales, les habría empujado a unirse y a organizarse. Dado que compartían creencias y alimentos sagrados, fuertes ligámenes se tejían entre ellos, relaciones que se simbolizaban plásticamente a través de lo que conforma una ciudad: un tejido de vías de comunicación, de espacios públicos y de edificios funcionalmente diferenciadas, pensados para que los ciudadanos puedan desplazarse hacia los centros de culto. Todos los caminos conducen a(l corazón de) Roma.

De este modo, un impulso trascendente -no siempre libre de deseos veniales- habría empujado a los humanos a reconsiderados sus modos de vida y hallar la mejor manera de compsartir laa atenciones que una o unas divinidades necesiades.
Las necesidades, entonces, no serían materiales -o no sereían solo materiales- sino espirituales. La ciudad hasbría sido, literalmente, la ciudad de dios: un invento eficaz sobrenatural.

(Una historia de dos ciudades: Sarajevo, Roma) Ahmeda Imamovica: 10 Minuta (Diez minutos) (1994)



Premio al mojor cortometraje de Europa, 2002