domingo, 6 de febrero de 2011

Ann Xiao: The Uncertain City (2004)



Multipremiado corto de animación de la joven arquitecta y cineasta china Ann Xiao. Véase también el cortometraje de animación Between the Lines (2008), sobre la estación londinense de King´s Cross, en la web a artista (antes citada), o en Artintern.net. De visión obligatoria en facultades de arquitectura y urbanismo.

sábado, 5 de febrero de 2011

Marina Chernikova: Crossings (2004) & Urban Surfing (2007)


Crossings / Marina CHERNIKOVA
envoyé par VIDEOFORMES. - Films courts et animations.



Un viaje a tres ciudades, Roma, Tokio y Moscú, que inicia un breve ciclo de cortometrajes sobre ciudades, sobre miradas sobre ciudades y la experiencia de la vida en la ciudad.

Sobre Marina Chernikova, véase su web.

Sus videos urbanos pertenecen a la colección Image Archives, la mayor colección por internet de videos de arquitectura (video-arquitectura).

Crossings está incluido en el dvd City2City, Lowave, 2006 (editado con la ayuda del CNC -Centre National de la Cinématographie). Proyectado en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en 2009.

viernes, 4 de febrero de 2011

Faz etrusca



Máscara de terracota etrusca, a tamaño natural, del siglo VII aC, procedente de la necrópolis de Tolle, cerca de Chiusi (Italia), que cubría una urna cineraria en forma de vasja canopio.
Se trata de una pieza única en la historia del arte etrusco, ya que fue modelada sobre el rostro, masculino o femenino, del difunto, una figura excepcional, sin duda, a quien se sacrificaron innumerables animales, y algún humano. No se explica porque se desmarca tanto de la iconografía funeraria etrusca, por su tamaño, su técnica, y por los rasgos duros exhibidos, con los ojos entreabiertos (las estatuas funerarias etruscas abren los ojos desmesuradamente y sonríen para que la Muerte no les asuste, y para mostrarle que no la temen, que confían en ella y en Caronte).

Museo Etrusco de Chianciano Terme.

(Foto: Tocho, con el permiso e la dirección del Museo)

jueves, 3 de febrero de 2011

(El retorno) de las casas del alma
































Urnas cinerarias etruscas en forma de casa, en piedra o en terracota, entre los siglos VII y V aC, del Museo Etrusco de Chianciano Terme, en Chianciano, cerca de Chiusi (Italia).
Tamaño aproximado: base 50x30 cm, altura: 40 cm, salvo las piezas 4, 8 y 9, de 30x20x15 cm, aproximadamente.
Las cinco primeras están permanentemente expuestas. El resto, en las reservas: jamás expuestas ni publicadas (el museo posee más, y su número crece cada año) . La primera, pintada, fue hallada intacta en 2001. No ha requerido restauración alguna. Los pájaros que la coronan, que simbolizan el alma del difunto -o son una ofrenda a una divinidad funeraria-, se hallaban incluso en su sitio.
Las urnas, junto con unos ciento cuarenta urnas canopio y treinte mil objetos votivos, proceden de Tolle, la mayor necrópolis etrusca del mundo, excavada desde 1985. El material, inédito, atesta tres reservas.


(Fotos: Tocho, con el permiso del director del Museo)

(Desde Chianciano Terme, cerca de Chiusi, en Italia)

El Museo Archeologico delle Acque di Chianciano Terme, en Chiusi (Italia), y el Museo delle Culture, de Lugano (Suiza), preparan conjuntamente una muestra, Le Case delle Anime, sobre maquetas arquitectónicas de la antigüedad, que se inaugurará en junio en Chiusi.

La exposición parte de Casas del alma, que tuvo lugar en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, en 1997, y cuyo catálogo ha servido de fuente de documentación de la presente muestra. En ambas se quería tratar el tema del imaginario antiguo del hogar, y valorar si aún es de recibo.

La muestra actual comprende treinta y cinco maquetas provenientes de museos italianos y extranjeros, y cinco de los fondos del propio museo. Incluye un tercio del casi centenar de maquetas expuestas en Barcelona. Pero añade una buena colección de casas del alma etruscas, provenientes de museos locales cercanos, y una pequeña muestra de maquetas de culturas no mediterráneas (precolombinas y del Extremo Oriente), de colecciones públicas suizas.

Ambas muestras, sin embargo, no son idénticas: en Barcelona, se incluyeron planos antiguos (sobre tablillas, papiros, placas de mármol), a fin de exponer los diversos sistemas proyectuales antiguos; la exposición que pronto se va a inaugurar solo contiene maquetas antiguas. La manera de dar forma a la idea mental del arquitecto no es el tema que se percibe, sino los valores que dichas imágenes vehiculan, y cómo son recibidas. Mientras en Barcelona, se trataba de ver la arquitectura desde los puntos de vista del creador (el arquitecto) y del receptor, en Chiusi se ciñen a la imagen que el receptor se hace a la vista de la arquitectura. El aprecio que siente ante su hogar se traduce en la "maqueta" que contendrá sus cenizas, y que le acompañará, le protegerá en su tránsito hacia el más allá. Son los valores del hogar el tema central de la muestra de Chiusi.
La muestra de Chiusi ordena las obras atendiendo a las funciones funerarias y voticas que cumple, así como a la miniaturización a la que somete el mundo, para dominarlo mejor, y para expresar su admiración ante él, convirtiéndolo en un mundo que cabe casi en la mano. 

Es extraño, y emocionante, ver que la muestra de Barcelona, de algún modo, aún sigue vigente y da frutos.

Ayer, tuvo lugar en el museo de Chiusi un encuentro para dialogar sobre el imaginario o los imaginarios del espacio doméstico sobre el o los que la exposición versará.
Y cena en Pesce di´Oro (http://www.ristorantepescedoro.it/), cabe el lago arificial de Chiusi (creado por los etruscos como lugar donde poner a prueba las naves con las que lucharían con griegos y cartagineses para dominar el Mediterráneo), en el que sirven brustico, un pescado lacustre al modo etrusco (cocido entero y sin limpiar, y ahumado, sobre un fuego violento con "madera" de cañas, y posteriormente vaciado, asado y macerdado en aceite y limón): extraordinario. Considerado el mejor restaurante toscano.

martes, 1 de febrero de 2011

El Cairo, 28 y 29 de enero de 2011






















Ejemplo de urbanización de lujo en la costa cerca de Alejandría.


Vivienda en el Egipto Medio, cerca de Minia

(Fotos: Tocho. Uso libre)


Sábado 28 de marzo

El autocar entró zigzagueando y en tromba en El Cairo. La casa nula circulación por la carretera y en los arrabales de la ciudad favorecían el tren desbocado. Eran las cuatro menos cinco de la tarde. El toque de queda empezaba cinco minutos más tarde.  Un pinchazo de uno de los dos vehículos militares que nos acompañaban, en medio del desierto, había frenado nuestro avance. Bajamos a toda prisa. Se cerraron las puertas acristaladas del hotel. El personal extendió una larga y gruesa manguera hasta la calle en previsión de un posible incendio. Cayó la noche. Las primeras patrullas o los primeros saqueadores corrían por la avenida de las Pirámides, por la que retumbaba el creciente estrépito metálico  de un carro de combate que disparaba al aire mientras avanzaba sin detenerse ante ningún obstáculo, ya fuera un coche o una persona.

Fue la noche anterior, en Minia, la capìtal del Egipto Medio, a unos doscientos cincuenta quilómetros al sur de El Cairo, en cuanto el guía se nos acercó y nos comunicó que quizá no podríamos llegar al día siguiente a la capital, cuando comprendimos  que la situación en Egipto, tras la jornada de revueltas, a la salida de las mezquitas y las iglesias, del viernes, se complicaba.
Hasta entonces, habíamos circulado fuertemente protegidos, mas el Egipto Medio se ha considerado, desde los años ochenta, una zona insegura para extranjeros y para cristianos, poco visitada. La total falta de turistas -salvo un japonés que, absorto, fotografiada los estelas fundaciones, esculpidas en las paredes rocosas que delimitan el desierto, de Akhetaton, la capital que el faraón Akhenaton fundara, en una árida planicie-, incluso en esta parte del país, era extraña. Pero la calma imperaba en los pueblos cercanos al  Nilo por los que pasábamos. Un policía, con una mano ostentosamente vendada, mostraba,  sin embargo, al día siguiente, que las manifestaciones también habían prendido en Minia.

El gobernador militar del Egipto Medio no autorizaba nuestra partida. Pero las órdenes eran contradictorias. Subíamos al autobús para descender a continuación. Un creciente número de policias y generales engalonados, serios, mas amables con nosotros, se concentraban ante el hotel. Nuevos vehículos militares, atestados de soldados, de mirada cansada, aparcaban ante aquél. No se nos autorizaba siquiera a cruzar la calle que mira a los jardines y las terrazas que bordean el río.
Cuando ya nos preparábamos para una nueve noche en Minia, llegó la orden esperada: podíamos, teníamos que regresar a El Cairo sin detenernos.

Domingo, 29 de enero

Ocho de la mañana. Se levanta el toque de queda. Durante toda la noche han circulado patrullas vecinales, coches y algún tanque. Disparos y altercados. Tiros de metralleta ocasionales trazaban una estela verdosa y relampaguente sobre nuestras cabezas, en la terraza del hotel. El olor a quemado que llegaba hasta las habitaciones no era una impresión errónea: salteadores habían logrado, pese a las brigadas de defensa vecinales, incendiar y saquear tres restaurantes (entre éstos Le Parisien), el vulgar hotel Mena (ante el que, tres días antes, aparcaban grandes coches negros con los vidrios tintados), una gasolinera y una discoteca con un rótulo de neón; las fotos de chicas maquilladas, ligeras de ropa y entradas en carne, exhibidas en la fachada, habían sido arrancadas. El dueño de una farmacia, cabe el hotel, se había apresurado a vaciar las estanterías y a pintar de blanco las puertas acristaladas. Al días siguiente, mandaría tapiar la entrada. Dos operarios cargaban a toda prisa taburetes de bar giratorios y mesas de un club en una camioneta, antes de cerrar las puertas, quizá definitivamente.

Los comercios, cerrados, salvo vendedores callejeros de fruta, de periódicos, y pequeños ultramarinos. Algún restaurante mantenía las persianas entreabiertas. En el centro, sin embargo, modestos cafés tenían unas pocas mesitas de madera en la angosto acera, todas ocupadas por vecinos que bebían y fumaban pipas de agua.

Camiones militares. Tanques ante los que se pasa ya casi sin mirarlos. Controles vecinales efectivos. Un modesto funcionario riega, tranquilo y metódico, un parterre intensamente verde entre dos calzadas. Algunos operarios barren la calle y recogen la basura. Vecinos, con bastones de madera, se suceden para dirigir el tráfico. Nunca se ha circulado mejor en El Cairo, y no solo por el fuerte descenso del tráfico. La policía ha desaparecido. Un orden casi nórdico reina.
Camino de la plaza el-Tahir, frente al Museo Egipcio, barrios impolutos, en los que algunas tiendas están abiertas y los escaparates iluminados, y calles bien ordenadas, suceden a coches quemados, alguna camioneta Mitsubishi azul oscuro con los cristales y la parte posterior, en la que se cargan a los policías, destrozada por balazos, y grises edificios gubernamentales, con la entrada alfombrada por una extensa capa de ceniza.
Calle y callejuelas cortadas, por barricadas, coches o camiones atravesados. En la plaza, ante la fachada del Museo, cerrado, en o detrás de cuya esquina superior izquierda se alza una fina cortina de humo, y de un edificio gubernamental -de moderna, intimidante arquitectura-, con toda la fachada ennegrecida, hombres y mujeres exhiben pancartas pequeñas escritas a mano en árabe. Sonríen. Levantan el pulgar a nuestro paso. Y se excusan por la situación, afirmando que ya no pueden más. Lo único que quieren, repiten, es que el presidente y su familia se vayan para siempre. No importa qué pueda ocurrir después. Algunos sostienen banderas o banderolas tricolores. Parecen francesas. Casi nadie habla, pero, de tanto en tanto, corean cortas frases que no entendemos. Subidos a un tanque, soldados de pie, quietos, a los que nadie presta atención. Un hombre, de rodillas y con la cabeza gacha, reza, incongruentemente. Da la espalda a la multitud, y algún vecino advierte por gestos que no se camine o se esté ante él. Un helicóptero sobrevuela la plaza.  Y, de pronto, un bramido ensordecedor, sobrecogedor. Las fachadas y los viaductos elevados de hormigón que ciñen la plaza y avanzan hacia el río, vibran y multiplican el rugido de dos cazas negros que vuelan en círculo a muy baja altitud.
De espaldas a una fila de tanques con el cañón erecto, hombres postrados sobre cartones alargados dispuestos en  cuadrícula, rezan a un lado de la plaza, a la sombra de los viaductos.

El inicio del toque de queda se acerca. Regresamos en taxi hacia el hotel. Cruzamos todos los controles sin dificultad. La noche siguiente, tranquila. O quizá nos acostumbramos al silencio, a los disparos ocasionales y al traqueteo, a la tos interminable de un solitario tanque, absurdo, al que la calle ilusoriamente vacía parece venirle grande.

En los alrededores de El Cairo se está levantando New Giza: una ciudad, plantada en el desierto, un remedo del París del diecinueve, cruzado por bulevares y plantado de farolas neogóticas, que más parece una versión aún más ostentosa de una ciudad de los Emiratos Árabes. En la costa, hasta cien quilómetros de Alejandría se suceden las urbanizaciones de lujo, valladas y fuertenmente defendidas por torreones.
La periferia de El Cairo y de Alejandría, por su parte, está abierta por canales de aguas pútridas, casi vidriosas, en los que se pudren animales muertos, cuyas laderas están sepultadas por capas de basura sin fondo, a las que se miran innumerables bloques sucios y sin cristales,  plantados en descampados tapizados por una incierta capa blanquecina de basura quemada.
La miseria, la suciedad y el abandono  son aún más lacerantes que hace veinte años, cuando aún los descomunales carteles impólutos, que anuncian New Giza, 1 y 2, no se alzaban triunfalmente en el desierto.

Hace unos quince días, el conservador de antigüedades del Museo de Arte e Historia de Ginebra contaba acerca de la fortuna que Japón pagó hace unos pocos años para obtener el préstamo, impensable, del tesoro de Tutankhamon. Entregada al director de antigüedades de Egipto, fue transferido de inmediato a Dª Suzanne Mubarak, esposa del presidente.
Por otra parte, las reservas del Museo de Ginebra antes citado guardan los fondos del Museo Arqueológico Nacional de Gaza hasta que puedan retornar y ser expuestos. La compleja operación requirió permisos de Israel, de la Autoridad Palestina, de Egipto, de Suiza y de la ONU. El bloqueo, sin embargo, era absoluto. Durante meses nada se pudo hacer. Hasta la intervención de Suzanne Mubarak. No se sabe o no se dice a cambio de qué.

¿Sorprende la revuelta o la revolución egipcia?


Agradecimientos a la serena Embajada de España en El Cairo, a D. Arturo Capdevila (representante del consulado español en el aeropuerto de El Cairo, a quien debemos la invaluable información para tomar a tiempo el avión), a D. Nasser Korkar y a la agencia Planes.

viernes, 21 de enero de 2011

Cese temporal de actividad entre los días 21 y 31 de enero

TOCHO dejará de apilarse entre los días 21 y 31 de enero de 2011.

(Arte y arquitectura contemporáneas) Michel Houellebecq: La carta y el territorio


Michel Houellebecq – La carte et le territoire 4 (Mediapart)
Cargado por Mediapart. - Videos de noticias recién publicadas.

Michel Houellebecq: La carte et le territoire, Flammarion, 2011. Premio Goncourt 2010.

Sátira sobre el arte y la arquitectura contemporáneas