miércoles, 6 de agosto de 2014
Building the Picture: Architecture in Italian Renaissance Painting (Edificando la imagen: Arquitectura en la pintura renacentista italiana, The National Gallery, Londres, agosto de 2014)
La editorial Gustavo Gili (Barcelona) trató, hace años, de co-editar un libro sobre los fondos arquitectónicos, a menudo tan pequeños que pasan desapercibidos, en la pintura clásica occidental. El tema no pareció interesar, pese a que el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) había organizado la muestra La ciudad que nunca existió. arquitecturas imaginarias en el arte occidental, dedicada a un nuevo género artístico menos, aparecido a finales del siglo XVI -que entroncaba, empero, con el capricho arquitectónico romano, descubierto tras el hallazgo de la Domus Aurea, el palacio de Nerón, sepultado tras su muerte para borrar su nombre de la memoria, en Roma, a principios del s. XVI.
La crisis obliga a los museos a organizar exposiciones a partir de sus fondos, ofreciendo nuevas lecturas de las obras o destacando aspecto anteriormente obviados. Es así como la Galería Nacional de Londres ha presentado una muestra novedosa sobre la arquitectura pintada: fondos arquitectónicos en la pintura renacentista italiana.
Las obras no son siempre de primer nivel, ni los artistas siempre conocidos. Por otra parte, los escasos préstamos incluidos impiden mostrar todas las facetas y destacar todos los significados de la arquitectura en la pintura.
Sin embargo, el conjunto revela la importancia de la arquitectura occidental (edificios y ciudades, reales e imaginarios, del presente y del pasado) en la pintura clásica italiana. el mismo ejercicio podría llevarse a cabo con otras escuelas artísticas.
Los cuadros, ya sea aislados, ya sea formando parte de retablos, se mostraban en interiores construidos, necesariamente. La arquitectura pintada, ya fuera como fondo, ya como marco -aunque nunca como tema-, ayudaba a que la imagen se insertara en el espacio. La arquitectura actuaba de enlace: facilitaba la transición del espacio real al imaginario.
Las arquitecturas pintadas solían ser obra de especialistas, pintores del taller a quienes se confiaba esta tarea, sobre o entre las cuales los maestros de taller compondrían y quizá pintarían la escena principal -que otros especialistas en plantas y flores, miembros también del taller, acabarían de decorar. Delimitaban u organizaban el plano del cuadro que el jefe de taller poblaría de figuras (la exposición se titula Building the picture: Construyendo la imagen). Las arquitecturas ayudaban a componer los cuadros. Mas, ésta no era la función principal. Se componían para insertar el cuadro en el espacio, y para que el espectador se situara ante él. los cuadros renacentistas no se pintaban libremente. Obedecían a encargos precisos, minuciosos. se componían para estancias determinadas (y cumplían funciones fijadas de antemano). Era necesario, pues, que la escena pintada pudiera conectar con la experiencia, o con los sueños, de las personas a quienes iba dirigido, a quienes tenía que ilustrar.
La arquitectura podía también marcar las diferencias. Ya no actuaba como puerta sino como defensa. Señalaba una frontera entre ambos espacios y ambos tiempos. También entre ambos niveles de realidad: la realidad cotidiana, terrenal, y la imaginaria. Los edificios y ciudades pintados modulaban así transiciones y cortes entre la arquitectura de la sala -palacio, iglesia- y la de la escena pintada.
Los fondos arquitectónicos ayudaban a entender lo que la escena significaba. eran portadores de sentido. su forma no era casual ni gratuita. Ya fueran belenes o palacios, ruinas o edificios nuevos, monumentos o conjuntos anónimos, facilitaban la lectura de la imagen: un modesto belén, en un cuadro insertado en un palacio, visualizaba, sin que la palabra fuera necesaria, la ruptura que el cristianismo introdujo con el mundo imperial romano, marcaba el inicio de una nueva era. Las ruinas solían evocar tanto el pasado pagano cuanto el antiguo testamento: majestuosidad y derrumbe ante el tiempo, ante los nuevos tiempos.
Además de organizar el espacio pictórico y de relacionarlo con el real, la arquitectura pintada organizaba el tiempo. Por un lado invitaba al espectador a sentirse partícipe de la escena, es decir a sentir que la historia -sagrada o alegórica- representada no pertenecía al pasado, sino que el pasado se hacía presente, conectaba con el presente, de algún modo, acontecía (de nuevo) en el presente. El tiempo quedaba abolido. Pero también , la majestuosidad de las arquitecturas pintadas, y en ocasiones su carácter extraño o irreal, servía para que el espectador sintiera lo que había ganado -si la escena pintada era pagana- o perdido -si se representaba la Anunciación o la Natividad- desde el acontecimiento representado, de modo a suscitar sensaciones alegres o de culpabilidad, inclinándose ante un hecho memorable, sin paragón con la triste vida presente. Acontecimiento que, no obstante, podía devolver al espectador a la vida verdadera, siendo consciente de que vivía en el tiempo, lejos del tiempo congelado, ideal en el que el acontecimiento representado -una escena del Nuevo Testamento-.
martes, 5 de agosto de 2014
CORINNE SILVA (1976): BADLANDS (MALAS TIERRAS, 2011)
La serie fotográfica Badlands documenta el encuentro entre las torres, de especial gusto, tras altas vallas de hormigón, dotadas de torreones, que construyen adinerados jubilados europeos y almerienses enriquecidos por el cultivo intensivo en invernaderos, y las barracas, bajo un árbol polvoriento, que los trabajadores temporales, casi siempre del norte de África, tienen que construirse, unidos, ambos, por el dominio del plástico, el plástico metafórico de los campos de golf y los parques temáticos con rocas artificiales de hormigón (y el real de las verjas a medio hacer de las urbanizaciones), y los desechos de sucios plásticos amontonados, que cubrían los invernaderos, y que, en ocasiones, constituyen el único material de construcción a disposición de los jornaleros.
Tierras malas.
Esta serie es obra de la fotógrafa británica Corinne Silva, quien expone, junto a Ursula Schulz-Dornburg y Jananne al-Ani, en este mes de agosto, en Londres (exposición sobre la que volveremos)
Véase la página web de esta artista.
lunes, 4 de agosto de 2014
KUTLUG ATAMAN (1961): DOME (CÚPULA, 2009)
El vídeo se puede ver en este enlace
http://www.kutlugataman.com/site/artworks/work/92/
Ataman es un artista turco (finalista del Premio Turner, y expuesto en ferias de arte contemporáneo como Documenta) cuya obra videográfica trata de traducir o ilustrar los posibles problemas que causa en la sociedad y el paisaje de Turquía (o Anatolia, como prefiera llamarla pues, según él, Turquía es una creación artificial) la introducción de formas y maneras de hacer "occidentales".
En la obra de vídeo-arte (o la vídeo instalación) Cúpula (Dome) -una forma arquitectónica oriental, que simboliza el cielo, o una apertura hacia el cielo-, uno o varios jóvenes, como ángeles (el ángel es otra figura de origen oriental: persa, en este caso), con rasgos y vestimentas occidentales y actitudes que en Occidente se asocian con Oriente, flotan en el espacio. La liviandad evocada, y el espacio ilimitado, se materializan a través de pesadas pantallas planas, como si la salida del marco o el encierro arquitectónico, que sugiera la mirada dirigida hacia lo alto para contemplar el cielo y sus criaturas, no fuera sino una ilusión, en el peor sentido posible. Jóvenes desarraigados y perdidos. La cúpula, un elemento arquitectónico con el que se completa un mundo, abre aquí al desorden anterior a la creación.
Autor también de películas estrenadas en cines (y no en centros de arte), Ataman acaba de estrenar su última obra, Kuzu (El carnero)
W. ROSTO: NO PLACE LIKE HOME (NO HAY NADA COMO EL HOGAR, 2008)
Thee Wreckers - No Place Like Home from Studio Rosto A.D on Vimeo.
Sobre este animador y artista holandés (conocido por este cortometraje de animación premiado en varios festivales), véase: http://www.rostoad.com/
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