martes, 2 de agosto de 2016

Arte y movimiento (o arte y mercado)

Una instalación artística en San Petersburgo (Rusia), a cargo de dos empresas informáticas, proyecta estos días imágenes en movimiento de obras pintadas y esculpidas de Miguel Ángel, "con el fin da darles vida".
Se sobrentiende que las obras originales carecen de ella. Pinturas y esculturas no se mueven, en efecto. Obvio.
¿El movimiento "real" otorga vida -es decir movimiento, según los autores de la instalación- a una obra de arte?

El filósofo Lessing, a finales del siglo XVIII, escribió sobre la grandeza del grupo escultorico helenistico El Laocoonte, hallado en las termas romanas de Caracalla y expuesto en uno de los patios del palacio de El Vaticano en Roma. La escultura muestra al mítico sacerdote Lacoonte y a sus hijos agónicamente  luchando con una descomunal serpiente, salida del mar cabe Troya, que los ahoga, por orden de Zeus, porque Laocoonte había advertido a los troyanos que no introdujeran en la ciudad una supuesta ofrenda que los aqueos o griegos habrían dejado en la playa antes de retirarse sin conquistar la ciudad. El final de la historia es conocida: Laocoonte y sus hijos perecieron, los troyanos creyeron que el cielo los había castigado por dudar de la ofrenda y se apresuraron a llevarla a la ciudad. Del interior de la gran estatua de madera -el caballo de Troya- descendieron, de noche, soldados griegos que acabaron por sorpresa con el poder de Troya, abriendo las puertas de la ciudad a los engañosos y traicioneros griegos que solo habían simulado la retirada.

Lessing comparó lo que los poemas cuentan con lo que la escultura muestra y determinó que la poesía podía describir el movimiento mientras que las artes plásticas podrían sugerir tensión, esfuerzo -la culminación del movimiento - en un gesto casi agónico traducido en pintura o mármol. La escultura no mostraba el desarrollo de una acción sino que evocaba un instante -final, fatal, esencial- en el que se resume la acción. Las artes plásticas mostraban cuerpos vivos en el espacio, la poesía, cuerpos que vivían en el tiempo. 
De algún modo, la pintura y la escultura son las artes que mejor traducen la finalidad y singularidad de un movimiento, captan y muestran el sentido de un gesto que la imaginación del espectador, a la vista de la obra, interpreta y completa.
¿Tiene sentido -además de comercial- la instalación rusa? 
El espectáculo condiciona el arte, forma parte de él. El arte entretiene, ilustra, ciertamente, pero no sé si hace falta  semejante despliegue de medios para visualizar la vida que las obras de Miguel Ángel encierran y manifiestan, una vida sin duda más "intensa" y "veraz" que las animaciones informativas muestran o poseen. Solo captan movimientos sin sentido. Y parten de la creencia que el espectador es "infantil" o está infantilizado.
Pan y circo. 

domingo, 31 de julio de 2016

ROMAIN GAVRAS (1981): JAMIE XX: GOSH (2016)



Si un lector ha apreciado el anterior vídeo musical urbano (aunque no la canción), quizá mire este vídeo (del hijo del director de cine Costa-Gavras) rodado en la nueva ciudad china de Tianducheng -una copia (un ¿fraude?) de París que incluye una versión del palacio y los jardines de Versalles, alrededor de una réplica de la Torre Eiffel, bajo una bóveda plomiza, y la atenta vigilancia de un cercado de torres anónimas deshabitadas.

EL ARQUITECTO, SEGÚN KARL MARX (1818-1883)

"(Existe) un trabajo propiamente humano. Una araña opera de modo similar a un tejedor, y la abeja es más hábil que muchos arquitectos gracias a la estructura de sus celdas. Mas, lo que distingue al peor de los arquitectos de la abeja más experta, es que aquél construye su celda en su mente antes de construirla en la colmena. El resultado de dicho trabajo preexiste idealmente en la imaginación del trabajador. No logra solo un cambio en la forma de materiales naturales; alcanza al mismo tiempo la meta de la que tiene plena conciencia, objetivo que determina su modo de acción como si fuera una norma, y al que debe subordinar su voluntad."

(Karl Marx, El Capital, 1867)

¿Leyó Le Corbusier esta página?

sábado, 30 de julio de 2016

Fraude (o ¿fraude?)

El descubrimiento de los restos de un barco vikingo en el lecho del río Mississipi en los Estados Unidos trastocó completamente la historia mundial en 2014: los vikingos habían llegado no solo hasta la costa canadiense sino que habían recorrido toda América del Norte hasta el Golfo de México.
La noticia ha resurgido hace pocos días.
Se trata, en efecto, de un descubrimiento que cambia la perspectiva de la historia, que debe ser reescrita.
Debería, si el barco fuera vikingo, o el hallazgo, fuera cierto.
Pero no lo es. No se ha desenterrado ningún barco, vikingo o no. La noticia es falsa, pero su impacto ha sido mundial. Se preparada incluso una muestra sobre este sensacional descubrimiento.

¿Qué es un fraude en arte? ¿Qué es una obra de arte o un artefacto fraudulento?
Se trata de un objeto indistinguible de uno genuino, es decir, de un objeto reconocido y aceptado como una obra de arte, artesanía o industrial: una pieza formada, manufacturada que puede exhibir destreza, dotada de todas las cualidades  sensibles imaginables, y que provoca el mismo efecto de deslumbramiento, curiosidad, deseo o repulsa que puede suscitar una obra de arte maestra. Un fraude no se distingue a simple vista.
Una obra fraudulenta pretende engañar: quiere pasar por ser lo que no es; el autor quiere confundir. La obra parece ser de una época que no le corresponde. Realizada en una fecha dada, quiere que se crea que es de una muy distinta.
Este hecho suscita una serie de dudas y de preguntas.

Fraudes artísticos han existido siempre. Casos recientes célebres como el osario de Cristo hallado hace algún año en Jerusalen, no son extraños. Muchas obras expuestas, a sabiendas o no, en museos, son falsos. En otros casos existen sospechas, fundadas o no. El kouros (estatua de un joven griega) del Museo Getty en los Ángeles sigue suscitando debates no resueltos. En ocasiones son partes de una obra que suscitan dudas. También existen obras compuestas en una época dada a partir de fragmentos de obras genuinas. Ninguna prueba científica puede, en este caso, detectar el engaño.

El creador de un fraude busca, por tanto, el engaño, por causas diversas: políticas, para emular artistas de otras épocas, para dañar la reputación de especialistas, para poner en evidencia criterios considerados erróneos, para divertirse o burlarse, etc.
Es, por tanto, la intención del artista la que determina si una obra es fraudulenta, independientemente de cuando ha sido realizada y de a qué época pretende ser adscrita. Los falsos cuadros de Barceló conviven con los verdaderos en el tiempo.
Mas, el discernir la intención del artista es difícil. Praxíteles esculpió una de las obras maestras de todo los tiempos: la llamada Venus de Cnide, una efigie de la diosas desnuda, la primera imagen de una diosa desnuda del arte griego. Y, sin embargo, es muy posible que Praxíteles no creyera en Venus. Dicha estatua era, en verdad, un retrato de su amante.
Por otra parte, todo el arte religioso pretende que creamos en la existencia de dioses y héroes. ¿Existen? ¿Creen los responsables de estas obras en su existencia? ¿Quieren que los espectadores -o los fieles- comulguen con ruedas de molino?

La valoración ética de la intención del artista puede ser un criterio para poner en evidencia un fraude, pero no siempre es relevante.
Obras maestras existen que fueron creadas con las peores intenciones: Miguel Ángel empezó su carrera como falsario. Hoy, sus obras que pretendía fueran confundidas con estatuas clásicas son obras maestras que aportan luz sobre el ideario, el gusto y los criterios estéticos del artista.
En verdad, un fraude dice mucho sobre su creador y sobre la época: sus valores, sus sueños y sus prejuicios.
Que se pretenda hacer creer que los vikingos descubrieron los Estados Unidos puede ser una simple broma -y el arte tiene una componente humorística: en ocasiones, como en el caso de la obra de Marcel Duchamp, que a veces firmó con un nombre falso aunque siempre reconociera su autoría, solo el humor la justifica o salva-, pero también puede revelar una visión de la historia que se querría distinta.
Es cierto que se juega con la credulidad de la época. Que los vikingos recorrieran el Mississipi podría haber ocurrido: los vikingos llegaron hasta lo que hoy es Canadá y navegaban por una extensa red de ríos. Después de todo, es así como llegaron a Centro Asia y a Bagdad. Hubiera sido más difícilmente admisible el fraude si se hubiera pretendido que los sumerios hubieran navegado hasta el sur de los Estados Unidos -aunque la Biblia afirmase que uno de los hijos de Noé estuvo en el origen de la población norteamericana, y esa creencia perduró durante mucho tiempo.
Pero el fraude vikingo dice mucho, sobre todo, sobre el gusto por la historia, las fábulas, y un pasado que queremos siempre más reluciente, y distinto del pasado de los vecinos. Bien lo sabemos en algunas autonomías españolas.
El pasado es siempre una construcción. Damos importancia a los romanos en detrimento de los fenicios no solo por razones históricas, por el legado del pasado, sino también por la manera cómo queremos ser considerados. Nos buscamos siempre determinadas raíces. Los árboles genealógicos son construcciones, basadas en la realidad, a veces bienintencionadas, pero construcciones al fin que destacan ramas -que dibujan ramas- a costa de otras.
El barco vikingo es un fraude porque los vikingos no llegaron al Mississipi, pero es un objeto genuino porque revela nuestra peculiar manera de entender la historia, porque demuestra que la historia ha sido forjada por nosotros, que nos damos el pasado que deseamos. Dice mucho sobre nuestros deseos: los expone y satiriza sobre éstos.
Los fraudes, en verdad, son necesarios. E inevitables.

MICHEL GONDRY (1963): KYLIE MINOGUE, COME INTO MY WORLD (BOULOGNE-BILLANCOURT, PARIS, 2002)



...o la periferia de parís (Boulogne-Billancourt) vista por el cineasta Michel Gondry.
Un vídeo musical que no es de hoy, premiado, y que quizá merezca una revisión -por la imagen.
La imagen de la ciudad en los vídeos musicales es casi un tema propio.