lunes, 29 de mayo de 2017
MOISÉS P. SÁNCHEZ (1979): LA CASA EN EL MAR (2017)
Escucha legal en: https://moisespsanchez.bandcamp.com/track/la-casa-en-el-mar
sobre esta pianista español, véase su página web
Labels:
Modern Art,
música y arquitectura
Perspectiva
No son las canas, las estradas, las coronillas, las arrugas, la nariz alargada, los labios finos, las manchas en la piel, la creciente sordera, o la vista declinante lo que distingue a quienes son o podrían ser los padres de quienes tienen menos de veinticinco años y aun son estudiantes. Lo que los -nos- separa es el punto de vista.
A los veinte años, el mundo se despliega como un panorama. Todo o casi todo está por explorar. La vista no se detiene. Salta de un motivo a otro. Cualquiera puede dar pie a un estudio. Nada causa temor. No se teme el fracaso. ¿Dónde asentarse?: esta pregunta no tiene sentido: en cualquier parte y en ningún lugar. Asentarse, instalarse no es aun una opción -o un imperativo- vital. Los problemas, las dificultades no existen. Se pensará en ellas cuando aparezcan, y se sortearán, sin duda. Se vive, curiosamente en el presente. El futuro, incierto, es una preocupación paterna o de profesores. La perspectiva amplia la vista, pero impide tomar las medidas de la realidad. El mundo no se enfrenta al joven: parece dejarlo pasar; un mundo siempre lejano y, por tanto, siempre desconocido pero apetecible.
La perspectiva de los adultos se invierte. No miramos al mundo, sino que es ésta el que nos escruta. Nos juzga por lo que hemos hecho y lo que no hemos querido hacer; por nuestras opciones o por nuestra falta de vista. Nuestra visión se encoge. Una parte del mundo se oscurece. Ya no emprendemos casi nada porque sabemos los problemas que la acción conlleva. Eso no -o para qué: tal es nuestro lema. Pensamos en las dificultades, no en lo que podremos descubrir. Somo sabios, tenemos experiencia, no nos hacemos ilusiones, nada nos engaña ni nos sorprende -no queremos sorpresas, ni las buscamos: estamos desengañados. Poco merece un esfuerzo. Prevemos las consecuencias, siempre por debajo de las expectativas: o eso creemos. Nada nos hará cambiar de idea, nada modificará nuestra perspectiva. Demasiadas veces hemos querido mirar otras soluciones y hemos acabado teniendo que desviar la mirada. Y, por tanto, ya no vemos casi nada. Pensamos que somos perspicaces, que podemos anticiparnos a cualquier problema o desliz, es decir, ya no nos dejamos embargar por el mundo. Es como si hubiéramos cerrado los ojos.
A los veinte años, el mundo se despliega como un panorama. Todo o casi todo está por explorar. La vista no se detiene. Salta de un motivo a otro. Cualquiera puede dar pie a un estudio. Nada causa temor. No se teme el fracaso. ¿Dónde asentarse?: esta pregunta no tiene sentido: en cualquier parte y en ningún lugar. Asentarse, instalarse no es aun una opción -o un imperativo- vital. Los problemas, las dificultades no existen. Se pensará en ellas cuando aparezcan, y se sortearán, sin duda. Se vive, curiosamente en el presente. El futuro, incierto, es una preocupación paterna o de profesores. La perspectiva amplia la vista, pero impide tomar las medidas de la realidad. El mundo no se enfrenta al joven: parece dejarlo pasar; un mundo siempre lejano y, por tanto, siempre desconocido pero apetecible.
La perspectiva de los adultos se invierte. No miramos al mundo, sino que es ésta el que nos escruta. Nos juzga por lo que hemos hecho y lo que no hemos querido hacer; por nuestras opciones o por nuestra falta de vista. Nuestra visión se encoge. Una parte del mundo se oscurece. Ya no emprendemos casi nada porque sabemos los problemas que la acción conlleva. Eso no -o para qué: tal es nuestro lema. Pensamos en las dificultades, no en lo que podremos descubrir. Somo sabios, tenemos experiencia, no nos hacemos ilusiones, nada nos engaña ni nos sorprende -no queremos sorpresas, ni las buscamos: estamos desengañados. Poco merece un esfuerzo. Prevemos las consecuencias, siempre por debajo de las expectativas: o eso creemos. Nada nos hará cambiar de idea, nada modificará nuestra perspectiva. Demasiadas veces hemos querido mirar otras soluciones y hemos acabado teniendo que desviar la mirada. Y, por tanto, ya no vemos casi nada. Pensamos que somos perspicaces, que podemos anticiparnos a cualquier problema o desliz, es decir, ya no nos dejamos embargar por el mundo. Es como si hubiéramos cerrado los ojos.
domingo, 28 de mayo de 2017
GUILLAUME BILJ (1946): ARCHAEOLOGICAL SITE (A SORRY INSTALLATION, 2017)
Un hondo hoyo de planta cuadrada, vallado, en la tierra. Desciende una decena de metros. Al fondo, en el centro, emerge una pirámide. Recuerda un pináculo. Todo parece que ha sido desenterrada. La imagen no es casual. El "yacimiento arqueológico" se halla no lejos de las iglesias tardogóticas de Munster (Alemania -donde cada diez años se celebra una exposición al aire libre de esculturas públicas encargadas para la ocasión). La excavación revela una catedral subterránea. Una primer templo que quedó sepultado -pese a no hallarse en ruinas aunque sí fragmentado-, quizá abandonado tras una guerra, o un templo completo ubicado en las profundidades que convierte, por comparación, a la catedral en la tierra en una verdadera construcción celestial.
Una instalación silenciosa, que no alza la cabeza ni la voz, que puede pasar desapercibido pero que, cuando es descubierta, evoca un monumento funerario -como si la tierra se hubiera tragado un espacio sagrado.
Obra del escenógrafo y "arquitecto" belga Guillaume Bilj
FRANCIS ALYS (1958): THE SILENCE OF ANI (2015)
The silence of Ani from Francis Alÿs on Vimeo.
Ani es una capital abandonada armenia, en el este de Turquía, una de las ciudades más pobladas y brillantes de la Edad Media -fundada a finales de la antigüedad, hacia el siglo V-, que rivalizaba con Bagdad en el siglo XII.
El vídeo del arquitecto y artista belga Francis Alÿs hace revivir las ruinas o, mejor dicho, convierte las ruinas en un espacio de espectros sonoros.
Ani es una capital abandonada armenia, en el este de Turquía, una de las ciudades más pobladas y brillantes de la Edad Media -fundada a finales de la antigüedad, hacia el siglo V-, que rivalizaba con Bagdad en el siglo XII.
El vídeo del arquitecto y artista belga Francis Alÿs hace revivir las ruinas o, mejor dicho, convierte las ruinas en un espacio de espectros sonoros.
jueves, 25 de mayo de 2017
AZUCARILLO KINGS: ODISEA ESPACIAL (2012)
Ayer, se inauguró en el Museo del Diseño de Barcelona la desmesurada, desconcertante y fascinante exposición itinerante que el Museo Victoria y Albert de Londres dedicó a David Bowie en 2013.
Barcelona ya homenajeó a Bowie en esta versión por bulerías (¿?) de la Odisea Espacial que canta el arquitecto Ramón Faura en la banda Azucarillo Kings.
Examen
Examen: entre el alumno y el profesor
Finales de mayo, principios de junio: se inicio el periodo de últimos exámenes parciales y de exámenes finales, en la universidad al menos. Nervios, abandonos, y quejas de los profesores ante la pila de hojas escritas, a mano a menudo, a veces a lápiz, casi borrado, con una letra difícil, anónimamente.
¿Qué hacemos los profesores? Corregimos o evaluamos? Somos correctores o evaluadores?
Corregir significa enderezar: poner recto. Una corrección implica un error o defecto en lo que se considera. Existe una norma, de la que se ha apartado lo que se somete a corrección, a fin de poder restablecer la estructura o forma desviada. Cuando se corrige se compara el texto con un modelo señalando allí donde éste ya no actúa. Una corrección requiere el vertido del texto en un molde a fin de ajusta a aquél. Todo lo que requiere una corrección presenta una falta o un exceso, una deformación o una falta de información. El corrector tiene que comparar el texto con el modelo prefijado.
Evaluar, por el contrario, significa hallar o medir el valor de lo qué o de quien se somete a evaluación. No existe ningún modelo. No se buscan errores o deficiencias, sino que se resalta los "valores" del texto. Éste es incomparable. Lo que implica que cualquier elemento valioso es exaltado, pero también conlleva que la falta de cualquier elemento o parte "digna" de mención acarrea una suspensión. Evaluar y examinar son sinónimos. Ambas acciones requieren un atento estudio de lo que se muestra, sin punto de comparación. Examinar significa sacar -ex- lo que se lleva dentro -agere: poner en movimiento. Examinar es pesar o sopesar -el peso, la importancia- de un texto, lograr que el alumno extraiga lo que sabe, lo que conjuga, compone, de dentro de sí, lograr que saque o exteriorice, ponga por escrito o comunique lo mejor de sí mismo.
Un profesor debe corregir primero para evaluar a continuación. La vara o modelo castiga, la medición subsiguiente da la medida de lo que el texto significa y aporta. Compara con lo que espera, y se deja sorprender por lo que encuentra. Espera lo que no halla y halla lo que no espera.
Mas, ¿se puede determinar el "peso" y la "rectitud" o forma "correcta" de un examen, cuando un mismo profesor debe enfrentarse a un centenar de ejercicios? El valor del profesor, en este caso -su prurito- se pone a prueba. Y no siempre logramos sobreponernos.
Finales de mayo, principios de junio: se inicio el periodo de últimos exámenes parciales y de exámenes finales, en la universidad al menos. Nervios, abandonos, y quejas de los profesores ante la pila de hojas escritas, a mano a menudo, a veces a lápiz, casi borrado, con una letra difícil, anónimamente.
¿Qué hacemos los profesores? Corregimos o evaluamos? Somos correctores o evaluadores?
Corregir significa enderezar: poner recto. Una corrección implica un error o defecto en lo que se considera. Existe una norma, de la que se ha apartado lo que se somete a corrección, a fin de poder restablecer la estructura o forma desviada. Cuando se corrige se compara el texto con un modelo señalando allí donde éste ya no actúa. Una corrección requiere el vertido del texto en un molde a fin de ajusta a aquél. Todo lo que requiere una corrección presenta una falta o un exceso, una deformación o una falta de información. El corrector tiene que comparar el texto con el modelo prefijado.
Evaluar, por el contrario, significa hallar o medir el valor de lo qué o de quien se somete a evaluación. No existe ningún modelo. No se buscan errores o deficiencias, sino que se resalta los "valores" del texto. Éste es incomparable. Lo que implica que cualquier elemento valioso es exaltado, pero también conlleva que la falta de cualquier elemento o parte "digna" de mención acarrea una suspensión. Evaluar y examinar son sinónimos. Ambas acciones requieren un atento estudio de lo que se muestra, sin punto de comparación. Examinar significa sacar -ex- lo que se lleva dentro -agere: poner en movimiento. Examinar es pesar o sopesar -el peso, la importancia- de un texto, lograr que el alumno extraiga lo que sabe, lo que conjuga, compone, de dentro de sí, lograr que saque o exteriorice, ponga por escrito o comunique lo mejor de sí mismo.
Un profesor debe corregir primero para evaluar a continuación. La vara o modelo castiga, la medición subsiguiente da la medida de lo que el texto significa y aporta. Compara con lo que espera, y se deja sorprender por lo que encuentra. Espera lo que no halla y halla lo que no espera.
Mas, ¿se puede determinar el "peso" y la "rectitud" o forma "correcta" de un examen, cuando un mismo profesor debe enfrentarse a un centenar de ejercicios? El valor del profesor, en este caso -su prurito- se pone a prueba. Y no siempre logramos sobreponernos.
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