Nietzsche aceptó este postulado renacentista. Pero le dio la vuelta. La obra de arte ya no estaría enfocada hacia el mundo, para desvelar recónditos aspectos -o aspectos obvios pero que escapan a nuestra observación- sino hacia nosotros. Lo que la obra de arte mostraría sería no el mundo exterior, sino interior. Pondría de manifiesto, ciertamente, realidades inconcebibles o invisibles. Seguiría siendo un medio para exponer lo que no se ve ni se piensa o imagina. Mas esta realidad se compondría de los juicios, los prejuicios, los esquemas, las limitaciones con los que abordamos la comprensión o percepción del mundo. Mas que un retrato del mundo exterior, la obra de arte sería un espejo en el que nos miraríamos, sería un autorretrato. La obra de arte nos ayudaría a ser conscientes que el mundo que percibimos es una creación nuestra. Vemos lo que podemos ver de la manera cómo lo podemos ver. La obra de arte nos hace ver los filtros con los que captamos el mundo, filtros que seleccionan, distorsionan y organizan la imagen del mundo que nos llega. La obra de arte no muestra el tiempo sino el humor, nuestro humor que condiciona nuestra percepción del mundo, pero también la activa, pues sin el deseo de entrar en contacto con él, no seríamos capaces de descubrirlo ni de revelarlo. La obra de arte es la imagen de un deseo de conectar con el mundo, no del mundo con el que conectamos. En verdad, esta concepción del arte atiende, literalmente, a cómo los artistas renacentistas reproducían el mundo: a través de unos esquemas que habían determinado. La diferencia es que dichos artistas creían que estos esquemas geométricos correspondían con la estructura del mundo. Nietzsche no se hizo ilusiones, en cambio. Los esquemas son nuestros. Nada tienen que ver con los del mundo -esquemas de los que carece, en verdad. Solo podemos descubrir el mundo a través de la manera cómo lo ordenan, lo configuran. El mundo se muestra tal como queremos, tal como podemos verlo. Fuera de nuestra visión, no existe o está fuera de nuestro alcance.
miércoles, 4 de abril de 2018
La obra de arte (según Nietzsche)
Se considera que la obra de arte es una ventana al mundo; ventana particular, pues abre vistas, revela detalles que, sin dicha ventana, no se percibirían. Más que una mirada determinada al mundo, la obra de arte revelaría facetas inéditas del mundo, o mundos desconocidos. Así, el mundo se prolongaría en la obra de arte: ésta contendría parcelas del mundo que, sin el medio de la obra de arte, no alcanzaríamos a ver ni siquiera a imaginar.
martes, 3 de abril de 2018
NINA SHORINA (1943): DOOR (1986)
Sobre esta deslumbrante cineasta de animación soviética, autora de inquietantes cortometrajes, poco conocida en Occidente, véase, por ejemplo, este enlace
El arquitecto y el constructor
"...a pesar de lo que digan los libros, un constructor es siempre más que un arquitecto: el dinero siempre vale más que las ideas, porque puede ponerlas a su servicio"
(Rafael Chirbes: Crematorio)
PS: Crematorio es mejor novela española del siglo XXI. Imprescindible para todo arquitecto. El crematorio es una realidad -allí donde acabaremos todos- y una metáfora de las ideas barridas y de la tierra quemada por algo peor que un incendio sin control incluso, ya que los árboles no vuelven a crecer: construcciones que acaban con la tierra.
(Rafael Chirbes: Crematorio)
PS: Crematorio es mejor novela española del siglo XXI. Imprescindible para todo arquitecto. El crematorio es una realidad -allí donde acabaremos todos- y una metáfora de las ideas barridas y de la tierra quemada por algo peor que un incendio sin control incluso, ya que los árboles no vuelven a crecer: construcciones que acaban con la tierra.
(A UN LECTOR) JUAN EDUARDO CIRLOT (1916-1973): ELEGÍA SUMERIA (1948)
https://vimeo.com/262663625
Contraseña: cirlot
Un lector comentó el vídeo con el texto y la lectura del poema Elegía sumeria, de Juan Eduardo Cirlot, estaba desactivado.
Ha costado, pero vuelve a estar activo. Se trata de un vídeo privado, que se activa con la contraseña.
He probado y se pone en marcha.
Me excuso por la desconexión. Gracias por el interés
domingo, 1 de abril de 2018
Resurrección
Por una vez Mateo (28, 6), Marcos (16, 6) y Lucas (24, 6) están de acuerdo: al tercer día, las mujeres acudieron a la tumba de Cristo, vieron que la piedra tumbal había sido desplazada, entraron en aquélla y vieron un ser alado que descendía, o a dos seres alados sentados en el reborde del sarcófago, que les anunciaba que Cristo había resucitado.
La resurrección anunciada había acontecido.
El verbo griego que los tres evangelistas emplean para describir qué ha ocurrido es el mismo: egeiroo. De inmediato, surge un problema interpretativo. Egeiroo no significa resucitar, sino despertar. Quien se despierta no se alza del mundo de los muertos, sino de los sueños. Ciertamente, en la antigüedad, los sueños y la muerte, los dormidos y los muertos no se distinguían. Pero egeiroo no significará resucitar hasta Pablo. Se trata de un verbo que describe un acto de vigilia. Se podría traducir también por "estar atento". El verbo se aplica incluso a una construcción que se alza.
Quizá seamos conscientes que las propias palabras modernas que utilizamos para describir unos de los misterios de la vida de Cristo no tienen siempre el mismo significado. Cristo resucitó. Se produjo, pues, una -o la- resurrección. Mas, resucitar y resurrección no tienen la misma etimología. Resurrección viene del latín surgere, que significa levantarse de la silla, o surgir. Denota una acción súbita e inesperada, mas no milagrosa
Resucitar significa, literalmente, volver a suscitar. Suscitare acabó significando resucitar en los textos de los Padres de la iglesia, mas no en los siglos I y II. Suscitare significa alzar y también se aplica a una obra que se levanta. También se puede traducir por animar o excitar. Un fuego puede ser resucitado, es decir avivado -pero no vuelto a la vida. De nuevo, nombra una acción meditada, técnica, no milagrosa.
¿Qué quisieron decir los evangelistas? ¿Qué acción describían? La resurrección, tal como la entendemos, la vuelta a la vida, es una interpretación de Padres de la iglesia como Tertuliano, apoyado quizá en Pablo, mas en el siglo I, Cristo se despertó, quizá de un sueño profundo, tan profundo que evocaba a la muerte. El imaginario de la época, sin duda nos escapa, por lo que el misterio sigue más vivo que nunca, avivado por las palabras evocadoras.
La resurrección anunciada había acontecido.
El verbo griego que los tres evangelistas emplean para describir qué ha ocurrido es el mismo: egeiroo. De inmediato, surge un problema interpretativo. Egeiroo no significa resucitar, sino despertar. Quien se despierta no se alza del mundo de los muertos, sino de los sueños. Ciertamente, en la antigüedad, los sueños y la muerte, los dormidos y los muertos no se distinguían. Pero egeiroo no significará resucitar hasta Pablo. Se trata de un verbo que describe un acto de vigilia. Se podría traducir también por "estar atento". El verbo se aplica incluso a una construcción que se alza.
Quizá seamos conscientes que las propias palabras modernas que utilizamos para describir unos de los misterios de la vida de Cristo no tienen siempre el mismo significado. Cristo resucitó. Se produjo, pues, una -o la- resurrección. Mas, resucitar y resurrección no tienen la misma etimología. Resurrección viene del latín surgere, que significa levantarse de la silla, o surgir. Denota una acción súbita e inesperada, mas no milagrosa
Resucitar significa, literalmente, volver a suscitar. Suscitare acabó significando resucitar en los textos de los Padres de la iglesia, mas no en los siglos I y II. Suscitare significa alzar y también se aplica a una obra que se levanta. También se puede traducir por animar o excitar. Un fuego puede ser resucitado, es decir avivado -pero no vuelto a la vida. De nuevo, nombra una acción meditada, técnica, no milagrosa.
¿Qué quisieron decir los evangelistas? ¿Qué acción describían? La resurrección, tal como la entendemos, la vuelta a la vida, es una interpretación de Padres de la iglesia como Tertuliano, apoyado quizá en Pablo, mas en el siglo I, Cristo se despertó, quizá de un sueño profundo, tan profundo que evocaba a la muerte. El imaginario de la época, sin duda nos escapa, por lo que el misterio sigue más vivo que nunca, avivado por las palabras evocadoras.
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