viernes, 5 de agosto de 2022

LUCIEN KROLL (1927-2022): EL LUGAR COMÚN




































 Lucien Kroll era belga. Y como Jacques Brel, otro artista belga, este arquitecto estaba en contra de la “platitude”, una palabra francesa relacionada con el adjetivo “plat”, que describe la cualidad formal de una forma o un paisaje pero también denota cualidades morales cercanas a la mezquindad, la avaricia  y la falta de ideas: plano, liso, romo, sin nada que destaque, infinitamente repetido en todas las direcciones, y que se podría traducir por lugar común.

Aunque Kroll defendía los lugares comunes, entendidos, ahora, no lugares anónimos, sino como espacios comunitarios, personalizados, intuidos de vida, una vida compleja y contradictoria, en los que reina todo lo contrario a la simpleza, la repetición, el orden militarizado.

Una de las mayores estupideces del decálogo del arquitecto Le Corbusier fue su prohibición del tejado a dos aguas. Independientemente del que el edificio se halle en el desierto, el polo norte o en lo más alto se una cadena montañosa, el tejado debía ser una terraza, a imagen de ciertas construcciones mediterráneas, típicas de las medinas, perfectamente adaptadas, en este caso, al clima, nevara o no habitualmente.. Otra era la exigencia de construir sobre zancos, liberando terreno no se sabía para qué, por no hablar del imperativo de las estrechas ventanas corridas, hiciera sol o se viviera en una niebla permanente, en medio de un paisaje incontaminado o en medio de un patinejo.

Es precisamente contra estos caprichosos y formalistas postulados a priori contra los que luchó, en los años sesenta y setenta, sobre todo, Lucien Kroll junto a su mujer y socia Simone. 

Pero no postuló derribar los denostados (pero aclamados por la ortodoxia) paralelepípedos arquitectónicos que infectan, hasta el horizonte, las periferias urbanas, desde los años 50, sino que, mucho antes que Lacaton y Vassal, defendió mantenerlos para transformarlos, añadiendo y suprimiendo volúmenes, construyendo encima, modificándolos, de manera que la diversidad de la vida, los gustos y necesidades personales pudieran insertarse en los pentagramas idénticos de los polígonos.

Kroll recurrió a un vocabulario formal conocido, dispuesto según maneras de ordenar no caprichosas sino que trataban de responder a las sugerencias o invitaciones del entorno. Curiosamente, son los dibujos infantiles, como en el art brut que defendía el artista Jean Dubuffet, los que le inspiraron la distribución y composición de algunos proyectos como una escuela infantil o un hospital psiquiátrico que no pudo completar porque se considera excesivamente subversivo.  

Olvidado y criticado, las ideas, propuestas y textos de Kroll han sido estudiados y revaluados.

Véase, por ejemplo:

https://www.cairn.info/revue-clara-2018-1-page-188.htm

https://www.larchitecturedaujourdhui.fr/hommage-a-lucien-kroll/

jueves, 4 de agosto de 2022

WILLIAM KLEIN (1928): BROADWAY BY LIGHT (1958)


 Sobre el fotógrafo y director de cine norteamericano William Klein, véase por ejemplo, este enlace: 

miércoles, 3 de agosto de 2022

EVELYN HOFER (1922-2009): NEW YORK




































La fotógrafa alemana Evelyn Hofer, huida de los nazis a Suiza donde se formó e instalada en Nueva York (vivió también en Méjico y trabajó en España en los años 60), cometió dos “pecados” que dificultaron su reconocimiento: utilizó la fotografía en color ya en los años 50, mucho antes que los considerados padres de la fotografía en color veinte años más tarde, cuando éste técnica era despreciada, y solo realizó fotografía por encargo. Por otro parte, desatendió los encargos del sector de la moda que le hubieran convertido en una figura no prestigiosa sino popular.

Utilizó el color, que trataba en su propio laboratorio, para componer fotografías casi neo-plasticistas o abstractas. Colores fuertes, densos, saturados. Retrató la población negra con dignidad, y con sarcasmo la población blanca afortunada.

Imágenes densamente pobladas de elementos arquitectónicos y urbanos encajonados, fotografías de detalles, que parten -y realzan- elementos fragmentados. Resaltó los anuncios callejeros jugando a veces con las palabras y frases que los componen. 

Sus fotografías no fueron nunca instantáneas, sino compasiones meditadas, escenografiadas, en las que las figuras posaban estudiadamente, figuras, sin embargo, muy alejadas de los modelos que posan aristocratamente en las fotografías de estudio convencionales enmarcadas.

Evelyn Hofer supo retratar un Nueva York sin monumentos, monumentalizando el detalle y las figuras anónimas.

Una exposición en la Bretaña francesa , hoy nos recuerda a esta “no olvidada” fotógrafa -sí reconocida- porque nunca fue conocida:  

https://gwinzegal.com/


 

lunes, 1 de agosto de 2022

Calor

 No, aunque referirse al imaginario del calor en estos días puede parecer una impertinencia, no se trata de una sarta de lamentos. 

La palabra calor proviene directamente de la misma palabra en latín. Ésta, quizá más explícitamente que la palabra moderna, no se refiere solo -ni tan siquiera en primer lugar- a un fenómeno meteorológico o climático, sino a una cualidad que puede ser comparada con la divinidad. Lejos de cualquier asociación con el infierno, el calor se asocia con la fuente primigenia de la vida. La muerte, por el contrario, se asocia a frío. Las llamas de asocien con la posesión  divina que permite superar las limitaciones humanas.

El cierto que, en latín esto muy claro, calor y acaloramiento se relacionan. Viveza, energía, rectitud por un lado, son causadas por un alma ardiente, pero la furia y la violencia pueden ser consecuencia de un carácter consumido por el fuego. No se pueden tomar decisiones en caliente, y una calentura es un mal juez que debe esperar templarse para intervenir. El exceso de calor, como el exceso de luz, nubla o ciega e impide tener una visión justa de una situación problemática. El calentón consume por dentro, pudre lo que ataca.

Los paños calientes son ambiguos: palian defectos, ciertamente, pero su eficacia es dudosa. Son un remedio temporal, pero no ataca a fondo el problema que subyace.

Todo esto es cierto. Lo vivimos y lo sufrimos ocasionalmente.

Pero el calor no suele evocar la destrucción, sino la amistad, el establecimiento de relaciones. La frialdad, por el contrario, cercena cualquier relación. Las congela, las detiene, imponiendo la dureza del hielo. Un témpano es una imagen de un carácter duro, insensible, inclemente, que resiste cualquier súplica. Las palabras gélidas abren una brecha, causan frío en el ánimo de quien las recibe. 

Mientras, la calidez es la cualidad de las relaciones de buena vecindad; mantiene y controla el fuego, aviva la llama, signo de vida. Se manifiesta en el tono de la voz, en la mesura de los gestos, en las manos tendidas, en la apertura de miras, en la disposición en establecer relaciones, en el cuidado de las mismas. La calidez invita al tacto, cuya temperatura es la de un ser vivo -que no emerja del país de los muertos como las serpientes y los peces. Las relaciones cálidas sanan. El deshielo es la primera manifestación de la superación de los enfrentamientos. Las aguas vuelven a su cauce, vuelven a brotar, regresan a su lecho, y la vida regresa. La mecha anima. Siempre que no se desmande y caliente los ánimos en exceso.