lunes, 1 de agosto de 2022

Calor

 No, aunque referirse al imaginario del calor en estos días puede parecer una impertinencia, no se trata de una sarta de lamentos. 

La palabra calor proviene directamente de la misma palabra en latín. Ésta, quizá más explícitamente que la palabra moderna, no se refiere solo -ni tan siquiera en primer lugar- a un fenómeno meteorológico o climático, sino a una cualidad que puede ser comparada con la divinidad. Lejos de cualquier asociación con el infierno, el calor se asocia con la fuente primigenia de la vida. La muerte, por el contrario, se asocia a frío. Las llamas de asocien con la posesión  divina que permite superar las limitaciones humanas.

El cierto que, en latín esto muy claro, calor y acaloramiento se relacionan. Viveza, energía, rectitud por un lado, son causadas por un alma ardiente, pero la furia y la violencia pueden ser consecuencia de un carácter consumido por el fuego. No se pueden tomar decisiones en caliente, y una calentura es un mal juez que debe esperar templarse para intervenir. El exceso de calor, como el exceso de luz, nubla o ciega e impide tener una visión justa de una situación problemática. El calentón consume por dentro, pudre lo que ataca.

Los paños calientes son ambiguos: palian defectos, ciertamente, pero su eficacia es dudosa. Son un remedio temporal, pero no ataca a fondo el problema que subyace.

Todo esto es cierto. Lo vivimos y lo sufrimos ocasionalmente.

Pero el calor no suele evocar la destrucción, sino la amistad, el establecimiento de relaciones. La frialdad, por el contrario, cercena cualquier relación. Las congela, las detiene, imponiendo la dureza del hielo. Un témpano es una imagen de un carácter duro, insensible, inclemente, que resiste cualquier súplica. Las palabras gélidas abren una brecha, causan frío en el ánimo de quien las recibe. 

Mientras, la calidez es la cualidad de las relaciones de buena vecindad; mantiene y controla el fuego, aviva la llama, signo de vida. Se manifiesta en el tono de la voz, en la mesura de los gestos, en las manos tendidas, en la apertura de miras, en la disposición en establecer relaciones, en el cuidado de las mismas. La calidez invita al tacto, cuya temperatura es la de un ser vivo -que no emerja del país de los muertos como las serpientes y los peces. Las relaciones cálidas sanan. El deshielo es la primera manifestación de la superación de los enfrentamientos. Las aguas vuelven a su cauce, vuelven a brotar, regresan a su lecho, y la vida regresa. La mecha anima. Siempre que no se desmande y caliente los ánimos en exceso. 





 

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