Apolo y Atenea dominan la ciudad de Atenas desde las alturas.
Fotos: Tocho, diciembre de 2022
El primer rey de Atenas tenía la parte inferior del cuerpo en forma de serpiente. Era lógico: había nacido en la entrañas de la tierra, y emergió como amanecen los monstruos. Tan solo era humano de cintura para arriba.
Mas, su hija Creúsa ya era enteramente humana.
Es quizá por este motivo que, apenas llegó a la edad adulta, Apolo la violo en una cueva que se abre en la ladera noroeste del acrópolis. De la forzada unión nació Ion. La fama le llegaría gracias a sus descendientes. Los jonios, que fundaron las ciudades griegas en las costas del Mediterráneo oriental.
Creúsa no podía aceptar a su hijo. Ordenó que se le encerrara en un moisés y se le diera muerte.
La trágica historia de los héroes fundadores greco -latinos se repetía, desde el nacimiento indeseado, hasta la reclusión y el abandono por la ya habían pasado Edipo y Télefo, hijo de Heracles.
Pero Apolo suplicó a su hermano el dios Hermes, de alado calzado, rápido como el rayo, que descendiera a la tierra, rescatara al recién nacido Ion, y lo llevara al templo que Apolo tenía en el santuario de Delfos. Es allí donde Ion fue educado. Acabó siendo el tesorero del templo con el respeto de todos los que moraban en Delfos.
Creúsa recuperó el honor esposándose con el príncipe Juto. Pero no lograban tener hijos.
Las parejas estériles solían acudir al Delfos para suplicar descendencia o para saber si algún día los dioses les concederían un heredero. Apolo, en sueños, comunicó a Creúsa, apenas ella entró en el santuario e interrogó a la sacerdotisa del templo, que debía adoptar al primer niño que se cruzara en su camino. Apolo en secreto hizo entrar a Ion en el templo.
El drama no había concluido. Mientras que Juto aceptó adoptar al niño , Creúsa lo despreció. Y lo hubiera matado si no fuera porque descubrió el moisés, que aún se guardaba en el templo, y le contaron cómo había llegado allí. Creúsa cayó de bruces: reconoció al momento a su hijo Ion.
Es gracias a Ion que Atenas pudo exigir a las ciudades jónicas, que Ion el ateniense había fundado (su padre, Apolo, era el dios-arquitecto que construyó el primer santuario, convertido en el centro del mundo) que se le sometieran, una gracia que Apolo había concedido.
Atenea fue la diosa fundadora h protectora de Atenas, pero el poder de dominación de la ciudad le fue concedido por Apolo.
Por esto, Apolo estaba íntimamente unido al origen mismo del prestigio y la influencia de Atenas, y es por esta razón que Apolo podría tantos santuarios en el Acrópolis y en la polis, como comentamos en una entrada anterior. Fue Apolo quien animó a Atenas a dominar el mundo, como contaba Euripides en la tragedia Ion. Aún hoy, la grandeza herida de Atenas se percibe.