lunes, 12 de diciembre de 2022

El ágora y los dioses en Atenas


Tholos y Metroon


Templo de Hefesto







Templos de Apolo Patroos y de Zeus Phratrios



 

Fotos: Tocho, diciembre de 2022

Mientras que la polis griega estaba formada por los mortales, el acrópolis pertenecía a los dioses tutelares, por lo que las comunidades humanas dirimían sus asuntos sin la interferencia de los dioses.
Esta división de poderes y funciones en la Grecia antigua, tan distinta de lo que acontecía en Mesopotamia, donde los dioses eran los reyes de todo lo que concernía a los mortales,  presentaba matices, sin embargo. Es cierto que el acrópolis era siempre la parte alta de la ciudad en la que moraban los dioses, mientras que los negocios, los intercambios y la dirección de la ciudad acontecían en el ágora, principalmente. Pero la existencia de un espacio propiamente humano no impedía que los dioses también estuvieren presentes para dar fe de las decisiones allí tomadas. Es así como junto con el senado (el bouleterion, donde se reunía la boule o asamblea que estudiaba las de iones tomadas por la asamblea ejecutiva o ekklesia, que se reunía, en Atenas, en la colina del Pnyx, cercana al acrópolis, pero de menor altura, y bien conectada con el ágora vecina), el Consejo de Guardia que velaba las veinticuatros horas del día en el tholos -por si ocurría un incidente que necesitará una rápida toma de decisiones, a cargo de un número reducido de miembros del Senado-, y los archivos estatales, el ágora comprendía pequeños santuarios dedicados a divinidades protectoras de los clanes (divinidades en su función de protectoras de clanes originarios, como Apolo Patroos, y Zeus Phratrios, así como la antigua diosa Rhea, una diosa madre, al que estaba consagrada el Metroon -en el que el primitivo Senado se reunía, cuyas decisiones quedaban avaladas por la diosa, posteriormente convertido en Archivo estatal que guardaba los documentos que concernían la vida de la ciudad.
El ágora acogía por tanto templos y santuarios que certificaban la legalidad de todas las transacciones y decisiones tomadas y efectuadas en un espacio en principio civil, pero que requería el beneplácito divino.
La división entre religión y política es un hecho ya moderno, aunque se inició, con mucha prudencia, en parte, en Atenas, sobre todo.


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