Su apellido, Pescado, en francés, denotaba un origen “roturier”, como se decía entonces en Francia, es decir de baja estofa, de baja cuna; en verdad un origen que hoy calificaríamos de burgués, pero que a principios del siglo dieciocho, en el reino de Francia, designaba a los Don Nadie.
Abandonada por su padre, un evadido de la justicia, fue entregada a un hospicio para niñas “sin clase” donde, sorprendentemente, recibió una educación cuidada, destinada a las jóvenes, y donde pronto destacó por su inteligencia y su talento.
Ya adolescente, su madre la “promovió”, a una vida “mejor” que la que ella tenía. Solo cabían tres soluciones : matrimonio con un noble venido a menos, la prostitución de altos vuelos, y la corte, en la que se juntaban las dos vías anteriores, con la esperanza que, un día, el rey se fijara en ella.
El “éxito” sobrepasó cualquier esperanza más infundada. Jeanne-Antoinette Poisson, se convirtió durante unos pocos años en la amante, y sobre todo, hasta el final de su corta vida, en la consejera, del rey Luis XV de Francia.
Aceptada por todos, incluso por la reina, se convirtió en la protectora de las artes liberales más poderosa e inteligente, y en una extraordinaria grabadora, dominando técnicas que solo grabadores de la talla de Rembrandt se atrevían a usar con éxito.
A la marquesa de Pompadour -que tal es el título nobiliario que el rey le otorgó- se le debe las carreras de los escritores Voltaire y Diderot, la publicación de la Enciclopedia, oponiéndose con éxito a la prohibición de los tribunales franceses reales y eclesiásticos, el diseño y la construcción de la plaza de la Concordia de París -el arquitecto francés Gabriel la educó en las artes de la arquitectura-, y la promoción de las artes decorativas francesas, de la naciente alta costura, por ejemplo, cuyo empuje aún no ha decaído.
Compositora musical, dibujante y grabadora, Jeanne-Antoinette Poisson, fue -y es- una de las artistas más relevantes del siglo de las Luces, tardíamente reconocida precisamente por su condición de amante real, y su origen de baja alcurnia (cómo se decía), y hoy, en el que se reivindica la creación artística femenina en las artes llamadas mayores, tan solo algún museo norteamericano ha recodado el talento y las luces de Poisson, de cuya obra prácticamente solo se conservan algún juego de grabados, habiéndose perdido sus tallas de gemas y sus dibujos. Sí se recuerda, y aún se canta, una composición musical suya que hoy parece una canción popular, un logro al alcance de pocos compositores. Su temprana muerte selló el destino político del entonces reino de Francia.