Toda época tiene sus mantras, y sus lugares comunes.
Nos reímos de las acartonadas fórmulas de cortesía que, hasta no hace mucho, debían incluirse, como un pago o una ofrenda necesarios, el perejil de toda receta culinaria, en una carta oficial: vuencía, su seguro servidor, su servidor en Cristo, guarde Dios muchos años , en gracia de….
Hoy las fórmulas han cambiado. Pero no han desaparecido. Cualquier texto dirigido a la autoridad, cualquier mensaje divulgado, debe incluir palabras y expresiones tales como : fluye, inclusivo, género, sostenibilidad , resiliencia y empoderamiento, vengan o no a cuento. Su presencia, desgranada a lo largo del texto, otorga credibilidad en eficacia al mensaje, so pena de no ser tenido en cuenta o rechazado.
Todo fluye. Cualquier cosa o tema hoy fluye, sea una opinión, una relación, una obra, un juego, una receta. Los verbos desarrollar, circular, evolucionar, emanar, las expresiones llevar a cabo, evitar problemas, los sustantivos composición, transición, armonía, continuidad, han caído en desuso. O fluye, sea lo que sea que deba fluir, o el atasco se impone.
Mas, ¿qué significa fluir? Fluere, en latín, se traduce, como se puede suponer, por manar o correr, referido a líquidos. Pero no únicamente. Una túnica puede ser fluida, es decir, ligera, flotante, agitada por el viento.
Pero los casos en los que el verbo fluo (fluere) denota una acción o un movimiento reprobable superan las consideraciones positivas del movimiento de los fluidos. Los líquidos que más habitualmente manan, referidos al ser humano, son el sudor y la sangre. Un cuerpo cubierto por dichos fluidos es desagradable de ver, y denota esfuerzo, enfermedad o heridas.
El fluir es incontinente. Un líquido no cesa de verterse. Lo que fluye no tiene pausa, no está pautado, carece de ritmo: es un discurrir continuo, sin modulación, sin tono, sin ton ni son, informe, sin estar conformado. El flujo evoca la molicie. Se deja ir, se abandona. Es incapaz de contenerse, de retención, de control sobre su propio discurrir.
Desde un punto de vista ético, el flujo es una muestra de carencias. Todo escapa, y pasa, como los placeres, que se desvanecen, escribía Cicerón. Y sobre todo, el flujo no tiene fin. Es similar a la palabrería, a la verborrea. A la palabra hueca, que nada dice.
Alabar el fluir es premiar la falta de orden, de organización, de contención. No es sino una muestra de incapacidad, de poner coto a lo que no tiene sentido, de saber callarse, de reflexionar, en suma. El fluir es la viva imagen de la pérdida, de nuestra incapacidad de retención, de contención, de aprendizaje. Toda pasa como si nada contara, como si nada tuviera valor.
Cuando oigamos de nuevo alabar el fluir pensemos que seguramente dicha defensa es un signo de nuestra impotencia para reflexionar sobre lo que ocurre, sobre lo que nos ocurre.