viernes, 8 de noviembre de 2024
martes, 5 de noviembre de 2024
El arte del toreo
Seguramente no es necesario hoy remontarnos a la etimología de las palabras. Su significado literal y metafórico, sus implicaciones, la extensión de sus aplicaciones, lo que apuntan y lo que evocan son meridianamente (signifique lo que signifique este adverbio) claros: torear y capear designan acciones en las que un ser humano y una bestia interactúan -y en algunas ocasiones parece que intercambian los papeles.
El torero azuza al toro: lo enerva, lo excita, lo atrae, para que embista en línea directa, justo para esquivarlo y desorientarlo.
La capa actúa de señuelo. El juego consiste en poner de los nervios al toro sin que la vida nivel temple del torero se resienta. Se trata de marear el toro -cono si fuera una perdiz. Se le produce la ilusión que tiene al torero, su supuesta víctima, a un tiro de piedra; mas, aquella, en el último momento, se esfuma: ya no está donde estaba.
El torero engaña al toro, antes de rematarlo, lo distrae, lo confunde, antes de la estocada. El toro apunta a la capa, detrás de la cual no hay nada. Debe de detenerse al momento, dar la vuelta y contraatacar, gesto que el torero espera para desorientar aún más al toro. El torero juega al despiste, un juego que si no fuera con el golpe final, se asemeja a un juego de cartas o de manos: nada por aquí, nada por allá, la bolita no está nunca donde se supone.
Y siempre queda el burladero -el nombre lo dice todo- para escapar a la acometida del toro y sacarle la lengua. Torear, lógicamente, significa burlar, engañar, mientras que la expresión capear el temporal destaca la acción o decisión de quien se sacude con malas artes de un problema, arteramente, esconde su responsabilidad.
El torero, como el actor, el embaucador, el charlatán, el traperlista juega al gato y el ratón: el maravilloso y enervante juego de la ficción, de las apariencias, que emboban, distraen y dejan la boca abierta por la astucia, la desvergüenza, la falta de prejuicios y el encantamiento.
Hoy se anunciado que el nuevo responsable de Interior en la comunidad de Valencia, nombrado por el presidente, el fatídico día en que las aguas se han salido de madre, destaca por “su conocimiento de la idiosincrasia de los festejos taurinos y, en especial, de “bous al carrer””, según se afirma desde la Consejería de Justicia.
¡Olé tus…!
domingo, 3 de noviembre de 2024
De perdidos al río….
https://x.com/remerikos/status/1852940729447842200
Si fuera una escena de Martes y Trece….
La realidad no hace tanta gracia
Juego de tronos
La historia más conocida que se ha impuesto narra que la guerra de Sucesión europea concluyó en el Reino de España y en concreto en el Principado con la toma de Barcelona, la disolución de las instituciones catalanas, la reorganización centralista del reino, la victoria final del rey Felipe V de Borbón sobre el Archiduque Carlos de Habsburgo, y la entronización de una nueva casa real, que aún reina, de origen francés, los Borbones (originarios del centro de Francia y reyes de Navarra, en la Península Ibérica, entre otros territorios)
Recordemos que la Guerra de Sucesión se desató en Europa, y se centró en una durísima contienda entre el Sacro Imperio Germánico, gobernado por la familia imperial de los Habsburgo, que reinaba también en España, y el Reino de Francia, en manos de Luis XIV de Borbón.
La guerra se desató a raíz de la imposibilidad de engendrar a un heredero del rey Carlos II, en España, y las ambiciones de LuisXIV que redactó dos tratados para desmantelar el imperio español, entregando los territorios a varias potencias, Francia en primer lugar, lo que llevó a Carlos II, ante la amenaza de la desaparición del imperio, a nombrar un heredero de origen francés para calmar las ansias de la monarquía francesa, irritando al emperador alemán a cuya dinastía pertenecía Carlos II, dinastía que esperaba, a través de príncipes alemanas, seguir en el trono del reino de España.
La lucha se dirimió en la península. Acabó en una guerra civil entre los herederos de los Habsburgo, el archiduque Carlos (Carlos IV), y el rey Felipe V de Borbón.
El fracaso de la toma de Barcelona por parte de Felipe V en 1706 -quien huyó a Perpignan, ante el avance de tropas austriacas-, donde se había asentado Carlos IV, y las dos tentativas fracasadas de éste de tomar Madrid, prolongaron la guerra civil que concluyó cuando Carlos IV dejó Barcelona al ser nombrado emperador del Sacro Imperio Germánico, y Felipe V tomó la ciudad de Barcelona.
Mas, lo que quizá sea menos conocido, sea un hecho que narra el novelista inglés del siglo XVIII, Laurence Sterne, en La vida y las opiniones de Tristam Shandy, Caballero (libro III, cap. XXV), una novela delirante, inspirada en el Quijote cervantino, reiteradamente citado, y que inspiró el Ulises de Joyce.
Tras el fallecimiento de quien iba a ser el heredero del trono de Francia, cuando le llegara la hora a Luis XIV, Felipe V, ya en el trono de España, se postuló como rey de Francia, lo que amenazaba con desatar una nueva guerra europea, pues Felipe V hubiera acumulado el reino de Francia y el imperio español, una potencial amenaza para el Sacro Imperio Germánico, el imperio británico y los territorios del Papado.
Quien fue ministro de Felipe V, el influyente cardenal italiano Giulio Alberoni, logró disuadir al rey de la puesta en práctica de sus ambiciones. Alberoni, a la vez, suavizó las consecuencias de la Guerra de Sucesión, pactando con juristas catalanes favorables a Felipe V, el mantenimiento del derecho civil catalán, y un modelo de organización territorial menos centralista.
Sin embargo, la muerte de Luis XIV volvió a suscitar el deseo de Felipe V de convertirse en rey de Francia. Cualquier desplazamiento del rey fuera de la Península desataba los rumores de su partida a Versalles.
De nuevo, la intervención del cardenal Alberoni logró evitar una nueva guerra devastadora, al convencer a Felipe V, en contra de los deseos de la corte, de renunciar al trono de Francia.
Sin sus consejos, y el seguimiento de los mismos del rey, la historia de Europa habría sido distinta y seguramente más trágica. Mas ¿habría tenido lugar la Revolución francesa y las consecuencias del imperio napoleónico? Una pregunta a la que no cabe respuesta alguna.
No dejemos de leer las “surrealistas” aventuras de Tristam Shandy, uno de los textos más voluntariamente delirantes jamás escritos, ¡las supuestas memorias personales de un no-nacido!
https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/25520/1/RHM_29_07.pdf
sábado, 2 de noviembre de 2024
THE BEATLES: MAGICAL MYSTERY TOUR (1967)
La ciudad acabada
Tenemos la sensación -lo que seguramente no es solo una impresión- que la ciudad de Barcelona está en permanente obras. Éstas no solo se llevan a cabo en el mes de agosto, el mes “tradicional” o habitual para ejecutarlas, cuando las calles están vacías, o lo estaban otrora, antes de la llegada de los turistas, y los comercios cerrados, con la persiana bajada, como si la ciudad estuviera adormecida, tan solo sobresaltada por el bramido metálico de las taladradoras, y el penetrante olor del alquitrán.
Los constantes acontecimientos que puntúan la vida de la ciudad, desde los juegos olímpicos hace ya más de treinta años, sacuden la ciudad por las reformas que se emprenden: calles cortadas, zanjas que no cesan de abrirse y cerrarse, fruto del dudoso acuerdo entre administraciones, erizadas de gruas.
Hoy, parece que solo las inacabables obras del templo expiatorio de la Sagrada Fanilia, un mal sueño de mal gusto, tienen ya las horas contadas.
La ciudad, en cambio, es un mar de obras que apenas concluidas dan pie a reformas, mejoras y nuevas intervenciones que remedan o amplíen las actuaciones del pasado, que nunca acaban de pasar. El verbo acabar es significativo.
Contaba la arquitecta y urbanista María Rubert, en una clase esta misma semana, que una periodista le preguntó cuando la ciudad, en permanente tránsito, estaría acabada. ¿Veríamos un día la ciudad libre de máquinas y operarios, caseras de obras y vallas?. La ciudad ¿dejaría de estar en construcción? ¿Se habría alcanzado al fin la conclusión de un proyecto?
María Rubert contestó que esto no ocurriría nunca: la ciudad nunca estaría acabada. Las obras proseguirían mientras la ciudad viviera. Siempre se hallarían solar sin construir todavía, edificios y espacios necesitados de cuidados. La ciudad ideal no existe ni debe de existir. Mas que un sueño es una amenaza.
Pues el verbo acabar es ambivalente. Se compone a partir del sustantivo cabo, que procede del latín caput -que no significa, coloquialmente, “acabado” o rendido, pero que evoca bien el acabamiento-, sino que se traduce por cabeza. Ls cabeza, como un cabo geográfico, es o se halla en un extremo. Mas lejos no se puede llegar: no hay nada, el vacío. Quien llega al finisterre no puede seguir avanzando. Debe regresar, retroceder, invertir el camino emprendido, so pena de perderse. El cabo señala hasta dónde podemos llegar -una expresión con un tono inquietante. Las reglas se desbaratan más allá del cabo. Empieza entonces un territorio de incertidumbres, ilimitado, ignoto, donde todo lo que rige en la tierra habitable deja de tener validez y sentido.
Acabar significa alcanzar el final de lo emprendido. El fin perseguido se ha logrado. La tarea o la aventura cesa. Ya no tiene sentido proseguir. Se puede descansar. ¿Qué hacer entonces? ¿Por qué seguir vivo?
El llegar al final conlleva la muerte de lo que orientaba la vida activa. Acabar significa matar. El acabamiento es una acción violenta. Voy a acabar contigo, una expresión que no debiera. Tras esta acción, que pretende poner fin (a las obras, el trabajo, los proyectos, los sueños, las ensoñaciones, las ilusiones, los delirios, también) violenta o tajantemente -un tajo, un corte profundo que sangra y no se puede cocer, que deja una huella perdurable-, sin discusión, solo queda un campo de ruinas, la desolación. Ya no se tiene nada que hacer. Ya no se puede obrar. Solo se queda de brazos caídos, desorientado.
El fin es un corte brusco, un cese, el encuentro con una pared o con lo desconocido. La pérdida de rumbo, la falta de perspectiva, de una visión de futuro acerca peligrosamente al final de la esperanza. La postración, el encogimiento marca la posición vital.
Una ciudad acabada es una ciudad muerta, donde ya no hay nada qué hacer (una expresión ambigua dónde las haya) . Hay nada. No tiene futuro.No permite la vida. Solo cabe el abandono. La dejadez, el desánimo imperan. El pulso cesa.
A M.R
martes, 29 de octubre de 2024
Becarito que viniste al mundo….
A ver, becarios.
Podéis encoger entre beca universitaria de 2000 euros brutos al año si estáis en último curso de carrera y tenéis un promedio de notas de como mínimo 7,25 sobre 10 (en la escuela de Arquitectura que es la que puntúa más bajo de toda la universidad), una beca llamada de Aprendizaje, si ya estáis en tercer curso de carrera, de entre 150 y 300 euros al mes dependiendo de las horas asignadas -una beca que paga impuestos-, o haceros novio de o influenzer tiktoker, “creador de contenidos” (una expresión deliciosa; antes se decía tan solo documentalista o redactor, quizá investigador, lo que debe sonar a poco, a viejuno, seguramente) y obtener una beca de trece mil euros al año.
Y luego os quejáis que no hay becas….