jueves, 20 de febrero de 2025

Tras la estela de Alejandro














 Fotos: Tocho, Musée Guimet, París, febrero de 2025


Estas estatuillas -estas cabezas y bustos de estatuillas o relieves- de los siglos tres y cuatro, o séptimo, de nuestra era- no causan problemas de identificación: asumimos que son figuras de la antigüedad, helenísticas, romanas e incluso de un primer cristianismo aún marcado por el arte clásico, griego o romano.

La pertenencia al museo Guimet de París podría provocar quizá un leve arqueo de cejas, una cierta expresión de incredulidad. Estas obras no estén expuestas en el museo del Louvre, que incluye el departamento de Antigüedades Griegas, Etruscas y Romanas, con la mayor colección de obras clásicas, fuera de Roma, Atenas e Istanbul. 

La duda o la sorpresa pueden provenir del tipo de museo al que pertenecen estas figuras. El museo Guimet está dedicado exclusivamente a obras de Extremo Oriente.

Mas, bien pudiera ser que también acogiera algunas obras clásicas.

Una visita a las colecciones disipa, sin embargo, esta duda. El museo se caracteriza por obras de iconografía muy alejada de motivos, cultos y creencias dominantes en el Mediterráneo occidental, central  y oriental en la antigüedad, pagano o no.

Budismo, hinduismo. Taoísmo, entre otros cultos y saberes, determinan los motivos representados.

En el caso de las figuras fotografías, no se falta a los objetivos y del museo ni a las características de las obras albergadas.

Dichas estatuillas proceden de dos yacimientos, Hadda y de la provincia de Gansu. El primero se ubica hoy en Afganistán; el segundo en el noroeste de China, en Dunhuang, ubicado, entre los siglos IV y VII, en la ruta de la seda.

En ambos casos, las figuras, unas del siglo III, otras del VII,  pertenecen a santuarios budistas. Son un eco, en algunos casos nítido, del primer arte naturalista budista del siglo tercero AC. 

Hasta entonces, no existía figuración budista alguna. A Buda y a sus seguidores no se les podía representar, pese a que no eran divinidades, sino tan solo humanos iluminados gracias a la reflexión propia, a la introspección y la prosecución de la sabiduría en ausencia de cualquier guía sobrenatural.

Las primeras representaciones del príncipe Siddarta, haya existido o no, tras su revelación interior ( Buda significa iluminado o ilustrado), no se fueron hasta el siglo III AC. 

La fecha y la figuración naturalista, inexistente hasta entonces, no son casuales. Son la consecuencia de la conquista alejandrina y de la presencia de escultores y tallistas helenísticos en las huestes de Alejandro, tras alcanzar lo que hoy es Paquistán y Afganistán, una figuración que se extendió por santuarios budistas en China a través de la ruta de la seda.

Esta figuración es fruto del sincretismo: la equiparación de figuras orientales con personajes occidentales. La iluminación del príncipe Siddarta  y su condición de guía espiritual se asoció al guía griego, que respondía a las expectativas humanas, y se asociaba tardíamente al sol, un astro real pero también metafórico: el dios Apolo, que había ordenado el mundo y trazado las primeras vías que los humanos seguirían para no perderse, y que, desde el centro del mundo, que era su santuario de Delfos (Grecia), indicaba a los humanos cuál era su destino y el recto camino que debían emprender, Apolo que se expresaba y respondía  por boca de su sacerdotisa iluminada y conocedora de las revelaciones apolíneas.

Los griegos no concebían que los dioses ni los sabios no pudieran representarse. En ausencia de cualquier figuración sensible, los humanos no habrían podido estar en contacto con ellos. Habrían tenido la sensación de hablar en el vacío, de estar desamparados, solos ante la nada. La figuración reconfortaba. Los dioses, aunque alejados y distantes habitualmente podían mostrarse y dar una imagen de ilusoria cercanía. Ésta es la que los escultores griegos trataron de figurar. El príncipe iluminado, Buda, alentaba y aconsejaba a los humanos con los que se mostraba próximo. No los abandonaba. 

Una muestra de las relaciones culturales y creativas tejidas en la antigüedad que hoy algunos denuncias como atentados a la “identidad” de los “pueblos” y “naciones”. Como si el “otro” no fuera como “yo”.

Como si la iluminación se hubiera apagado. Y la oscuridad o ceguera hubieran regresado. 






domingo, 16 de febrero de 2025

Gaza

 “ Preciso es reconocer que el hombre es cosa pasmosamente vana, variable y ondeante, y que es bien difícil fundamentar sobre él juicio constante y uniforme (…)

El más valeroso de los hombres y tan humano para los vencidos como Alejandro, habiéndose hecho dueño después de muchos obstáculos de la ciudad de Gaza, encontró a Betis que la defendía con un valor de que Alejandro había sentido los efectos; Betis solo, abandonado de los suyos, con las armas hechas pedazos, cubierto todo de sangre y heridas, combatía aún rodeado de macedonios que le asediaban por todas partes. Entonces Alejandro le dijo, contrariado por el gran trabajo que le había costado la victoria (pues entre otros daños había recibido dos heridas en su persona): «No alcanzarás la muerte que pretendes, Betis; preciso es que sufras toda suerte de tormentos, todos los que puedan emplearse contra un cautivo.» El héroe a quien tales palabras iban dirigidas, seguro de sí mismo y con rostro arrogante y altivo, se mantuvo sin decir palabra ante tales amenazas; entonces Alejandro, viendo su silencio altanero y obstinado, dijo: «¿Ha doblado siquiera la rodilla? ¿Se le ha oído tan sólo una voz de súplica? Yo domaré ese silencio, y si no puedo arrancarle una, palabra, haré que profiera gemidos y quejas.» Y convirtiendo su cólera en rabia, mandó que se le oradasen los talones, y le hizo así arrastrar vivo, desgarrarle y desmembrarle amarrado a la trasera de una carrera. ¿Aconteció que la fuerza del valor fuese en el monarca tan natural que por no admirarla la respetó menos? ¿o que la considerase sólo como patrimonio suyo, y que al rayar a tal altura no pudo con calma contemplarla en otro sin el despecho de la envidia? ¿o que en la impetuosidad natural de su cólera fuese incapaz de contenerse? Cierto que si esta pasión hubiera podido dominarla el monarca, es de creer que la hubiera sujetado en la toma y desolación de la ciudad de Tebas, al ver pasar a cuchillo cruelmente tantos hombres valerosos desprovistos de defensa: seis mil recibieron la muerte, en ninguno de los cuales se vio intento de huir; nadie pidió gracia ni misericordia; al contrario, todos se hicieron fuertes ante el enemigo victorioso, provocándole a que les hiciera morir de una manera honrosa. A ninguno abatieron tanto las heridas del combate, que lo intentara vengarse, al exhalar el último suspiro, y con la ceguedad de la desesperación consolar su muerte con la de algún enemigo El espectáculo de aquel dolor no encontró piedad alguna: y no bastó todo el espacio de un día para saciar la sed de venganza: esta carnicería duró hasta que fue derramada la última gota de sangre, y no se detuvo sino en las personas indefensas, viejos, mujeres y niños, para hacer de todos ellos treinta mil esclavos.“


Hoy, la carnicería no se detiene ni ante personas indefensas, viejos, mujeres y niños…. El progreso


(Michel de Montaigne: Ensayos, vol. I, cap. I)

Primera edición original francesa de 1588.

Traducción de Constantino Román, 1898


Existe una nueva edición en francés moderno - el texto original en francés del siglo XVI es ilegible- de Guy de Pernon, publicada en 2009. Muy recomendable 


ROBERT KRAMREITER (1905-1965): PARROQUIA DE SANTA MARÍA DE SALES (1941-1967)
























































 


Fotos: Tocho, febrero de 2025


La iglesia de Santa Maria de Sales fue proyectada por el arquitecto austriaco Robert Kramreiter. Era discípulo de Peter Behrens. Se instaló en España (Madrid, Barcelona, Valencia, Oviedo) durante la Segunda Guerra Mundial al servicio del gobierno alemán, interviniendo, por ejemplo, en la ampliación del Instituto Alemán  de Cultura en Madrid.





Especialista en arquitectura religiosa y fabril, proyectó esta iglesia que se hubiera tenido que construir en la Costa Brava pero que finalmente se emplazó en la ciudad catalana de Viladecans, en el sur del área metropolitana de Barcelona, en 1962. 
Kramreiter ya había regresado a Austria en 1950 donde prosiguió su trabajo en arquitectura sacra católica.
La iglesia de Viladecans, de hormigón, hoy afeada por construcciones recientes también de hormigón que impiden contemplar el volumen de la Iglesia e, interiormente, por un revestimiento parcial de madera -amén de una imaginería de un gusto cercano a la movida-, se mantiene, empero, en bastante buen estado, asumiendo la irreparable suciedad del hormigón poroso -un problema irresoluble que condena todos los edificios de hormigón visto-, causado por la lluvia y la polución. 
La amplia nave central, iluminada por vidrieras que se conforman como jirones de luz en el muro perimetral de hormigón, se dispone como un balcón que sobrevuela la cripta, con el altar mayor en el centro de la iglesia.
Pese a la época en que se proyectó, la iglesia nada tiene que ver con la imagen de la arquitectura nacional católica -y no digamos del nacional socialismo- que se hubiera esperar, en la que se perciben quizá ecos de la arquitectura brutalista de Le Corbusier.

Agradecimientos a los arquitectos Arcadio de Bobes, David Mesa y Carlos Navas, quienes nos informaron sobre esta iglesia, este arquitecto y este periodo que desconocíamos.