Seguramente no es necesario hoy remontarnos a la etimología de las palabras. Su significado literal y metafórico, sus implicaciones, la extensión de sus aplicaciones, lo que apuntan y lo que evocan son meridianamente (signifique lo que signifique este adverbio) claros: torear y capear designan acciones en las que un ser humano y una bestia interactúan -y en algunas ocasiones parece que intercambian los papeles.
El torero azuza al toro: lo enerva, lo excita, lo atrae, para que embista en línea directa, justo para esquivarlo y desorientarlo.
La capa actúa de señuelo. El juego consiste en poner de los nervios al toro sin que la vida nivel temple del torero se resienta. Se trata de marear el toro -cono si fuera una perdiz. Se le produce la ilusión que tiene al torero, su supuesta víctima, a un tiro de piedra; mas, aquella, en el último momento, se esfuma: ya no está donde estaba.
El torero engaña al toro, antes de rematarlo, lo distrae, lo confunde, antes de la estocada. El toro apunta a la capa, detrás de la cual no hay nada. Debe de detenerse al momento, dar la vuelta y contraatacar, gesto que el torero espera para desorientar aún más al toro. El torero juega al despiste, un juego que si no fuera con el golpe final, se asemeja a un juego de cartas o de manos: nada por aquí, nada por allá, la bolita no está nunca donde se supone.
Y siempre queda el burladero -el nombre lo dice todo- para escapar a la acometida del toro y sacarle la lengua. Torear, lógicamente, significa burlar, engañar, mientras que la expresión capear el temporal destaca la acción o decisión de quien se sacude con malas artes de un problema, arteramente, esconde su responsabilidad.
El torero, como el actor, el embaucador, el charlatán, el traperlista juega al gato y el ratón: el maravilloso y enervante juego de la ficción, de las apariencias, que emboban, distraen y dejan la boca abierta por la astucia, la desvergüenza, la falta de prejuicios y el encantamiento.
Hoy se anunciado que el nuevo responsable de Interior en la comunidad de Valencia, nombrado por el presidente, el fatídico día en que las aguas se han salido de madre, destaca por “su conocimiento de la idiosincrasia de los festejos taurinos y, en especial, de “bous al carrer””, según se afirma desde la Consejería de Justicia.
¡Olé tus…!