Fotos: Tocho, Argel, abril de 2025
lunes, 28 de abril de 2025
FERNAND POUILLON (1922-1986): CLIMAT DE FRANCE (ARGEL, 1957)
Fotos: Tocho, Argel, abril de 2025
sábado, 26 de abril de 2025
MIKEL URQUIZA (1988): L´ATELIER DE GIACOMETTI (EL TALLER DE GIACOMETTI, 2019)
MIKEL URQUIZA (1988): OPUS VERNICULATUM (2017)
viernes, 25 de abril de 2025
JOSÉ MANUEL BALLESTER. EL JARDÍN DE LOS DIOSES (MADLIBRO, MADRID, 2025)
(Breve selección de dibujos)
EL JARDIN DE LOS DIOSES
Pedro Azara
El título de la amplia serie de dibujos a tinta sobre papel que José Manuel Ballester ha realizado a partir de obras del Museo Arqueológico Nacional de Madrid es particularmente feliz. Evoca perfectamente la importancia que los jardines, habitados por dioses y héroes, tenían en la Grecia antigua y, en general, en la antigüedad occidental.
Se trata de dibujos realizados a mano alzada, ejecutados rápidamente, en una sola sesión, mirando tan solo a la obra imitada. En cambio, la vista no se posa en el papel. En este caso, los ojos son la mano que traza de inmediato los rasgos que la vista descubre y destaca.
Los dibujos revelan dos aspectos distintos del jardín en la antigüedad. El jardín no es un entorno en el que se sitúan los personajes. No es un mero acompañamiento, una figura secundaria. El protagonismo no recae solo en dioses y héroes. O sí acontece es porque el jardín, y la naturaleza en general, son divinidades. No hace falta mencionar que, en el imaginario antiguo, en todas las culturas, la tierra —Gea en Grecia— es una diosa, una diosa madre. Los árboles suelen ser figuras metamorfoseadas, como castigo o como salvación.
Dafne —que significa laurel, en griego— escapó al asedio de Apolo —tan bien y reiteradamente dibujado por Ballester— gracias a su conversión en un árbol, lo que no impidió, sin embargo, que Apolo robara dos ramas cubiertas de hojas, para componer una corona —que se convirtió en el trofeo de todos los ganadores de las pruebas en honor de esta divinidad, y de todos los que obtenían la victoria, fuera la que fuera la contienda, militar, deportiva, artística o verbal—.
El árbol de la mirra es también el fruto de otro acto violento y sacrílego, y un remedio de última hora para curar heridas. Mirra era una muchacha condenada por Venus a desear a su padre, con el que consiguió yacer en la oscuridad de la noche, mediante engaños, tras seducirlo. De esta unión nació Adonis, amado por Venus y protegido por Apolo, con el que a veces se confunde. Mirra, mientras tanto, escapó del oprobio suplicando al cielo que la hiciera desaparecer de la faz de la tierra. Su deseo se cumplió. La convirtieron en el árbol cuya dorada resina es la olorosa mirra.
El almendro, el pino y la violeta, dos árboles o dos frutos (la almendra y el piñón), y una frágil flor, están curiosamente relacionados. Su origen se remonta al tiempo de los dioses. Una divinidad hermafrodita, Agdistis, fue castrada por el resto de los dioses. Que fuera al mismo tiempo hembra y varón, dios y diosa, perturbaba el orden claramente establecido entre dioses y diosas, diosas madre y dioses que las habían postergado para tomar su lugar y encabezar el panteón. De los genitales mutilados, caídos en la tierra, brotó el almendro, cuyo fruto es dulce y amargo a la vez. Una muchacha fue a buscar una almendra que se había caído del árbol. La ingirió. Sin duda, por esta razón, quedó encinta y dio a luz a un joven hermoso, de ambigua belleza, llamado Atis, que excitó la pasión de su antepasado, la divinidad Agdistis, convertida en diosa. Se transformó en una diosa-madre poderosa, dueña de la naturaleza, y sedujo a Atis. Pero el joven se sentía en inferioridad de condiciones ante la majestuosidad de Cibeles, tal era el nombre de la renacida divinidad Adigtis, que disimulaba así, con un cambio de nombre y de personalidad, la mutilación que había sufrido. Creyendo que nunca podría satisfacer a Cibeles, Atis, desesperado, se emasculó. La sangre que brotó fecundó la tierra. De su sangre brotaron las primeras violetas, de color azul rojizo, frágiles e inestables como el joven, cuya frescura dura lo que la fugaz juventud. En estos y otros casos, la naturaleza forma parte de la naturaleza de dioses y héroes, que alcanzan un equilibrio, se recomponen y renacen bajo una forma natural, un árbol o una flor, propios de un Edén.
Los rostros de los dioses, como muestran los detalles ornamentales que Ballester capta, aparecen entre hojas y ramas que encuadran las figuras. El pelo y los sarmientos, los rizos y los frutos se confunden. Pámpanos y hojas de vid componen, no un casco, un sombrero o una tiara, sino la misma cabellera del dios Dionisio. Flores, plantas, tallos, arbustos y árboles se enroscan por doquier y enmarcan las figuras. Se diría que viven permanentemente en un frondoso jardín. Solo un monstruo, apartado de la vista, un hijo de Poseidón, el Minotauro, vive en un espacio desértico o vacío en el que ningún elemento vegetal crece.
El porte de los dioses se mece como un tallo vencido por el viento o por las aguas. Los dioses son las plantas o los árboles del futuro, o se comportan como éstos. La expresión «Jardín de los dioses» es, en verdad, redundante, ya que un jardín siempre está habitado por dioses. El Edén, en el que se escuchaba el paso de la divinidad invisible, tan solo detectable por el rumor de sus pies en la hierba, dejó de ser un jardín paradisiaco cuando los primeros humanos lo poblaron.
En el centro del mundo se alza el Árbol de la Vida. Éste, en ocasiones, se representa en forma de palmera, un árbol o una planta que adquirió la importancia que tuvo en los tiempos antes del tiempo y en la actualidad, porque fue a sus pies donde la diosa griega Leto, de cuclillas y aferrada fuertemente al tronco, dio a luz a los dioses gemelos Apolo y Artemisa (o Diana, la cazadora). Artemisa sería la diosa de los densos bosques. Las fieras más poderosas, como las panteras, los leones y los toros descomunales, las alimañas que encontraron refugio en lo hondo del bosque y que constituían un permanente peligro, fueron sometidas y domesticadas por Artemisa. Así, los pueblos y las ciudades ubicados en las proximidades de los bosques ya no tuvieron que sufrir daños y temores. Artemisa velaba sobre los bosques. Éstos constituían un lugar de regeneración y transformación. Al entrar en las distintas etapas de la vida, los humanos debían someterse a un rito de paso. Tenían que abandonar la seguridad de sus hogares y adentrarse en el bosque, salpicado de altos troncos, y vencer sus miedos y los animales que los causaban. En medio de la naturaleza selvática, el ser humano devenía capaz de controlarse y de sobreponerse a su angustia.
Es cierto que la selva no es un jardín. Pero el jardín primigenio, el Edén, era una naturaleza incontaminada, donde todo estaba en su sitio. No cabía el temor, ya que la agresividad no era aceptada. En la edad de Saturno, creían los romanos, los humanos vivían en armonía con toda clase de seres vivos: dioses, animales y plantas. Nada ni nadie se oponía a ser alguno. Cada uno ocupaba el lugar que le correspondía. El espacio originario era un jardín, necesariamente armónico. Del mismo modo, en Egipto, el mundo, ordenado, nació de una flor de loto que se abrió en medio de las aguas de los inicios. Entes y seres siderales emergieron y ascendieron de la flor de loto abierta, el sol, en particular.
La tradicional oposición entre naturaleza y cultura, centrada en el contraste entre arquitectura y jardín, como muestran los dibujos de Ballester, está superada. No tiene sentido. La naturaleza no solo enmarca o incluso invade una parte de la escena, sino que forma parte de la arquitectura.
Se presenta como un elemento fundamental. Sin ella, los componentes arquitectónicos quedarían inertes y sin vida. Por todas partes, las complejas circunvoluciones de lianas, tallos y ramas delimitan la escena u ocupan el espacio, convertidas en el motivo central de la imagen. Se diría que el espacio no se concibe sin la infiltración vegetal que compone un marco barroco. Los mismos elementos arquitectónicos, los pilares de toda obra, como son los fustes de las columnas, se coronan con cestas de las que sobresalen hojas y frutos, componiendo capiteles orgánicos. La naturaleza emerge de las columnas. Brota y estalla como unos fuegos artificiales tras ascender verticalmente por el cielo. Los organismos vegetales suavizan la severa rectitud de los pilares. Ni siquiera los objetos escapan a la presencia arbórea o floral. Una copa se sustenta sobre un denso ramo del que despuntan hojas que se abren y componen un cáliz.
Los dibujos de Ballester ofrecen una lectura curiosa y certera de las imágenes del pasado. Esta representación evoca los ciento cuarenta y cuatro grabados en blanco y negro que Matisse realizó en 1943-1944 para ilustrar una edición del texto del poeta y novelista francés Henri de Montherlant. Se trataba de una obra de teatro titulada Pasifae, la mítica reina cretense, madre del Minotauro. Los motivos son semejantes a algunos de los que Ballester ha escogido. Figuras mitológicas, como el Minotauro, y árboles de la vida, un tema recurrente en la obra de Matisse. Vegetación, rostros y cuerpos heroicos componen las escenas.
Existe una primera diferencia. Matisse compuso los grabados sin tener ningún modelo que reprodujera, contrariamente a Ballester, quien ha dibujado directamente ante obras con imágenes de motivos vegetales expuestas en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Sin embargo, ésa no es la diferencia más importante. Esta diferencia no se basa en una manera de trabajar distinta, sino en una concepción distinta de la antigüedad. Se diría que, para Matisse, la reina Pasifae sigue entre los vivos. Pese a ser una figura imaginaria (mítica) de un tiempo anterior al tiempo, tiene la misma presencia que una modelo que posara ante el artista. Para Matisse, se diría que los mitos siguen estando vivos. Son motivos recurrentes que se muestran con la misma vivacidad e intensidad que en la antigüedad, y los protagonistas no son sombras del pasado. El contorno de la silueta está nítidamente trazado; un trazo continuo que envuelve y resalta las figuras. La inscripción es aún más intensa gracias a la técnica empleada. El linograbado exige abrir -casi excavar- un profundo surco en el grueso linóleo. Este surco entintado y prensado permite trasvasar el trazo al papel.
Por el contrario, los dibujos de Ballester son evanescentes y discontinuos. El procedimiento juega un papel en el resultado final, sin duda. Ballester dibuja a tinta ante la obra, directamente, sin boceto previo y sin inclinar la vista sobre el papel. La mano traza mientras se contempla la obra. Los ojos no controlan el trazado. Sin embargo, las figuras y las escenas son perfectamente reconocibles. El método empleado no deforma ni desdibuja los motivos. Estos están claramente trazados.
Sin embargo, son escenas esbozadas. Las figuras se desvanecen. Quedan trazas discontinuas. El resultado recuerda a la filmación de una trágica o patética escena de una excavación arqueológica en la película Roma, de Federico Fellini. Al descubrir una tumba con las paredes cubiertas de frescos, éstos, en contacto súbito con el aire y la humedad, de los que habían quedado protegidos hasta entonces, empiezan a desvanecerse. Parece que a las escenas y figuras mitológicas que Ballester trata de captar les ocurre lo mismo. Su inscripción en el presente es incierta. No llegan a materializarse. Los contornos son temblorosos -y sin embargo, capaces de evocar lo que se está desvaneciendo. Partes de los cuerpos han desaparecido. Tienen la calidad de un sueño. Son figuras de otro tiempo, perdidas u olvidadas para siempre. Lo que queda de su lejana existencia son trazas, huellas casi imperceptibles. Los mitos ya no influyen en el presente. Son historias del pasado que apenas conectan con el presente.
Los dibujos tienen el encanto de una tentativa trágica. Devolver a la vida figuras que han desaparecido, tratando de recrearlas a partir de indicios. El dibujo no inventa ni reconstruye lo que no puede ser despertado. Producir una ilusión de vida no tiene sentido. Solo cabe cazar y exponer las últimas señales de seres y escenas apenas ya recordados. La ilusión de una conexión con el pasado no es más que vana. Los héroes del pasado ya no nos alcanzan. Solo podemos intuirlos como figuras desmaterializadas, como las almas de los difuntos que solo se alcanzan a vislumbrar en sueños. Pero sin almas, por etéreas que sean, en un mundo desalmado, la vida es más difícil. Quizá ni siquiera merezca la pena ser vivida.
Los dibujos del pasado de Ballester son trazas de lo que ya no son para nosotros. Figuras que se han ido alejando de nosotros y de las que ya solo permanecen jirones capaces, aún hoy en día, de evocarnos lo que nunca seremos capaces de contemplar.
jueves, 24 de abril de 2025
El mal gusto (según ale Corbusier)
Los laudatorios textos sobre la blancura de los mármoles griegos, del Partenón, en particular, que Le Corbusier escribió en sus primeros textos, fruto de su viaje a Grecia y al imperio otomano podrían no solo revelar un cierto gusto estético sino una cierta ética -o falta de ella.
La blancura era un símbolo de pureza. Su aprecio, una muestra de elevada sensibilidad.
En cambio:
“ La decoración es sensorial y primaria, al igual que el color, y es adecuada para gente sencilla, campesinos y salvajes. La armonía y la proporción apelan al intelecto y cautivan al hombre culto.
[...] El decorado es la superfluidad necesaria, el quantum del campesino, y la proporción es la superfluidad necesaria, el quantum del hombre culto."
Este fragmento pertenece a la considera como biblia fundacional de la arquitectura moderna occidental: Hacia una arquitectura, publicada en 1923.
Es difícil, inoportuno y sin duda improcedente juzgar un texto que tiene más de cien años -incluso si se le toma por un portazo al pasado y una puerta abierta a una modernidad que parece no tener fin, pese a los cantos de sirena.-, con los ojos y los criterios de hoy.
El texto lo enuncia claramente: el gusto por la decoración y el color es una muestra de mal gusto, o de gusto burdo. Este gusto no educado, vulgar es propio de ignorantes, pobres, campesinos y salvajes; es decir, todos los que quedan fuera de la élite occidental. Los primitivos, los maleducados y los que nada tienen manifestan su interés por lo recargado y lo chillón. En cambio, el hombre blanco -no queda claro si la mujer blanca también goza de este sensibilidad- prefiere la desnudez y la blancura. A medida de la creciente educación y fortuna, el gusto se decanta por el vacío. La ornamentación es un medio para colmar vidas que nada tienen.
No solo los que no comparten valores elevados y bolsas abultadas disfrutan de lo abigarrado. También lo hacen los “salvajes”, sean educados o no, ricos o pobres. Por definición no pueden compartir los valores aristocráticos propios de la clase -o raza- blanca educada y adinerada, y gustos exquisitos, sublimes y caros. La blancura marmórea les suscita indiferencia, lo que denota una palmarla falta de gusto que solo está a disposición de la alta burguesía y la aristocracia con posibles.
Las consideraciones de Le Corbusier sobre los supuestos valores éticos de la blancura y la desnudez, que no están al alcance de los pobres y los “primitivos” -los salvajes, es decir, los que no están domesticados, formados en los valores de los “blancos”- echan una curiosa sombra sobre la blancura y el despojamiento de la arquitectura moderna racionalista, según la visión de Le Corbusier. Su construcción ¿acaso sería una muestra de altanería occidental, y una manera de expresar que quienes disfrutan de su creación y posesión, no se mezclan con quienes chapotean en la proliferación decorativa y, peor aún, coloristica.
¿Racionalismo y racismo -según se desprende de Hacia una arquitectura (un título que bien sugiere que la arquitectura se halla al final de un despojamiento que solo el hombre blanco culto y adinerado alcanza?
miércoles, 23 de abril de 2025
(El día de la) Rosa
Dos argumentos se enfrentan: el razonamiento justo, bien pensante, que expone lo que se tiene que pensar y decir, y el razonamiento injusto que desmonta las “bondades” del razonamiento edulcorado y expone sus debilidades.
Así, el razonamiento justo es cuestionado por el injusto ya que, haciendo que el justo pida las sales, escandalizado, le suelta y le demuestra que la justicia no existe. Si existiera, ¿acaso no se debería condenar a Zeus después que hubiera encadenado a su padre?
El afilado y veloz intercambio de ajustes entre ambos razonamientos concluye con una sarta de indultos que denuncian las debilidades del contendiente. Entre las banalidades del razonamiento justo se encuentra su bien-intencionalidad. Son palabras, lanza el razonamiento injusto, como rosas: bellas, etéreas, y carentes de peso; decorativas. Inútiles
Ese interludio se inserta en la comedia Las nubes, del griego Aristófanes (verso 910).
ῥόδα μ’εἴρηκας
Se trata de una sátira demoledora de la palabrería de los sofistas, en concreto, de Sócrates: buenas palabras vacías de sentido, juegos de palabras que nada tienen que ver con la realidad. Palabras con las que se juega porque no tienen peso, dóciles a la manipulación, al juego de manos.
La rosa, la flor aureolada de todas las virtudes, frágil y evanescente, deviene, para Aristófanes, en expresión de estupidez. Palabras que se dictan porque quedan bien, pero que no revelan lo que se piensa ni lo que en verdad ocurre. Palabras que esconden la verdad con sus delicados pétalos. Palabras que se las lleva pronto el aire.
Una imagen inesperada de la siempre bendita rosa.
Una imagen ¿acertada, que por fin un poeta se atrevió a lanzar?
martes, 22 de abril de 2025
El dibujo cobra vida
La estatua de Venus -o de Galatea- cobró vida y descendió del pedestal, apenas el escultor, Pigmalión, le dio el último golpe de cincel. De la unión de Pigmalión y Galatea, del encuentro entre la realidad y el sueño, nacería un hijo.
Pero la animación de las imágenes podía también dar lugar a situaciones inquietantes. ¿Quién estranguló al joven esposado que, por un descuido, olvidó el anillo de boda que había colgado del dedo de la gran estatua de bronce de Venus, la Venus del pueblo de Ille, al pie del monte Canigó, según narró Pròsper Mérimé.
Más clara parecía la causa de un asesinato en la novela El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wolfe, cuendo se contemplaba el siniestro retrato y los duros ojos pintados del joven.
¿Quién no ha sentido una vaga inquietud al contemplar un retrato naturalista al darse cuenta, desplazándose de un lado a otro frente al cuadro, que los ojos de la figura pintada siguen clavados en el espectador, se encuentre donde se encuentre?. Los ojos pintados parecen tener vida y suscitan pesadillas.
Basándose en motivos recurrentes en las películas del artista y poeta francés Jacques Cocteau -efigies cuyas pupilas no tienen una mirada fija, estatuas que se animan-, el fotógrafo judío nacionalizado norteamericano tras la Segunda Guerra mundial, Philippe Halsman, propuso a Cocteau, recién llegado a Nueva York, componer, con la ayuda de una modelo y un bailarín desnudos, una foto que retratara al artista pintando una gran tela en la que las figuras empezaran a despertarse, desperezarse, cobrar volumen y a tratar de extenderse fuera del marco.
La fotografía que hubiera debido constituir la portada de un número de la revista Life fue prohibida.
Halsman pertenecía a la agencia Magnum. Como cada año, ésta pone en venta algunas impresiones realizadas para la ocasión de negativos de grandes fotografías. Dibujo que se anima es, este año, la fotografía más destacada.
Halsman no es desconocido en España. Una fundación le dedicó una antológica hace seis años, centrada en los numerosos retratos de (los bigotes de) Dalí.
domingo, 20 de abril de 2025
Gloria y orgullo
Domingo de gloria
¿Qué denota?
Gloria, en latín, al igual que en las lenguas latinas modernas, significa renombre: un calificativo que realza una figura así como su nombre. La figura se transfigura. Dicha transfiguración se manifiesta por la irradiación. Ls gloria se asocia y se expresa por una luz que emana de la figura gloriosa. Luz deslumbrante, sobrenatural, que solo determinadas figuras poseen.
Dicha luz es un ornato, tal como también significa gloria, en latín. Una aureola que envuelve, destaca y personaliza la figura nimbada. La luz acrecienta la figura a los ojos de quienes la rodean. Hechiza; sobrecoge.
Dicha singularidad aísla a la figura gloriosa. Ésta se puede crecer, y se desmarca, henchida de gloria, es decir, de orgullo, como bien destaca el latín gloria.
La luz se vuelve sombra. Ensombrece a quienes se acercan a la figura gloriosa. Éste se revela arisca y desagradable. Se cree por encima de los demás a los que rechaza. Se muestra altiva. Se da unos aires de superioridad. La gloria, entonces, deshumaniza y, por tanto, rebaja. La gloria muta en vanagloria. La gloria aparte de la comunidad. La figura, creyéndose en un pedestal que impide cualquier acercamiento y contacto, acaba por suscitar desinterés, y caer en el olvido. Ya no es de este mundo.
El domingo de gloria, el profeta resucitó, se volvió una divinidad, ascendió y desapareció.
sábado, 19 de abril de 2025
JOSEPH URBAN (1872-1933): MAR-A-LAGO (FLORIDA, 1926)
DONALD TRUMP (1946): PROMOTING BEAUTIFUL FEDERAL CIVIC ARCHITECTURE (2025)
January 20, 2025
MEMORANDUM FOR THE ADMINISTRATOR OF THE GENERAL SERVICES
ADMINISTRATION
SUBJECT: Promoting Beautiful Federal Civic Architecture
I hereby direct the Administrator of the General Services Administration, in consultation with the Assistant to the President for Domestic Policy and the heads of departments and agencies of the United States where necessary, to submit to me within 60 days recommendations to advance the policy that Federal public buildings should be visually identifiable as civic buildings and respect regional, traditional, and classical architectural heritage in order to uplift and beautify public spaces and ennoble the United States and our system of self-government. Such recommendations shall consider appropriate revisions to the Guiding Principles for Federal Architecture and procedures for incorporating community input into Federal building design selections.
If, before such recommendations are submitted, the Administrator of the General Services Administration proposes to approve a design for a new Federal public building that diverges from the policy set forth in this memorandum, the Administrator shall notify me, through the Assistant to the President for Domestic Policy, not less than 30 days before the General Services Administration could reject such design without incurring substantial expenditures. Such notification shall set forth the reasons the Administrator proposes to approve such design.
viernes, 18 de abril de 2025
Silencio
Tocho: Procesión del silencio, Badalona (Barcelona), Jueves Santo, 17 Abril 2025
Cuántas actividades realizamos en silencio : pensar, meditar, rezar, imaginar, soñar, idear, leer, escribir, todos quehaceres intelectuales o contemplativos. Los trabajos manuales, en cambio, casan con el ruido, el tecleo de las máquinas.
El silencio activa la mente. El universo inteligible es silencioso. La música de las esferas es inaudible.
Creeríamos que el silencio se asocia con la muerte si el desgarro de las plañideras no contradijera esta afirmación.
Ni siquiera las procesiones del silencio del Jueves Santo cristianas (católicas) ponen en entredicho la cuestionada relación entre el silencio y la muerte. Apenas suena la campana, las voces se acallan, como si huyeran por un sumidero, y un denso silencio cae, un silencio que pesa, que nos pesa. Es cierto que las procesiones castellanas -que son las que se escenifican en Cataluña- representan las doce estaciones del martirio de Jesús, del prendimiento y su juicio, hasta la tortura, la condena a muerte, la ejecución y el enterramiento. Grupos escultóricos llevados a hombros - o arrastrados sobre ruedas- desfilan en silencio, apenas roto por el canto lastimero de un niño vestido de blanco, entre porteadores de cirios y nazarenos encapuchados, algunos encadenados, que preceden y cierran el desfile entre la trémula luz de las velas.
Pero el silencio no es una expresión mortuoria o ni siquiera de respeto.
El verbo latino sileo -que ha dado la palabra silencio- significa callarse. Se sabe pero no se dice. La callada por respuesta. Calla quien nada tiene que contar, o quien escandalizaría si revelase todo lo que sabe. Se calla porque se tiene demasiado qué contar, o porque no se puede contar lo que se sabe. Porque uno se sonroja de lo que sabe. Lo que debería hacerse público debe permanecer en secreto. Es un misterio inexplicable o que no puede divulgarse. La razón no llega a entender el porqué de lo que ocurre. Son hechos que rebasan la humana comprensión. Hechos sabidos injustificables, sobre los que no se puede -quizá no se deba- echar luz. No se revela lo que es profundo, si bien la profundidad se obtiene -o se concede- porque no se expone. La confesión revelaría la banalidad o inanidad del hecho o acontecimiento mantenido en secreto. En este caso, la violencia ejercida, el daño causado, la venganza cruel, y el lavarse las manos ante el dolor. Es decir, acciones y decisiones muy humanas. El silencio que se impone es el de la vergüenza por el daño y el dolor que causamos voluntariamente o por indiferencia. Bien lo sabemos en 2025; bien sabemos que no hacemos sino comportamos como humanos cuando y porque desviamos la mirada, mirando a otro lado. Y callamos.