viernes, 31 de mayo de 2013

La formación del estudiante de arquitectura

El arquitecto, en España, tiene una responsabilidad mayor que en otros países. Cualquier problema que afecte una construcción, ya sea la estructura, las instalaciones, la obra, etc., recae en su persona. En ocasiones, la cárcel le espera. De ahí los elevados seguros que tiene que contratar -que recargan la factura de los honorarios-. Ésta es así una de las razones que se arguye para defender la exigente formación técnica del estudiante de arquitectura. Se le piden ejercicios que simulen proyectos "reales", y se proscriben ejercicios teóricos o fantásticos. Su suerte, así como la de la obra y de los ocupantes, depende de su apego a la realidad. La gravedad se impone. La reflexión solo provoca visiones, como si hubiera perdido el mundo de vista.
La mayoría de los edificios parecen sólidos en España. Demasiado, en ocasiones; el deseado derribo es difícil o imposible. Los bloques que enladrillan montes, valles y acantilados aguantan aguaceros e improperios.
Pese a la perfecta técnica constructiva seguida, ¿son acaso mejores obras de arquitectura? En España abundan las construcciones: un recorrido por las costas y el interior del territorio no deja lugar a dudas; el hormigón, los bloques-toro, y los ladrillos industriales no se encogen; ¿ocurre lo mismo con la arquitectura?

La arquitectura es el fruto de una reflexión sobre la posibilidad y las condiciones de habitar; define o constituye un lugar que es una morada.
Este lugar no tiene porque tener lugar en la tierra; pude haber sido proyectado mentalmente. Un lugar soñado o anhelado, es decir deseado, es más deseable que un espacio que no da pie a la imaginación, que no invita o permite imaginar una vida plena en aquel lugar. La arquitectura no requiere necesariamente conocimientos técnicos, sino la capacidad de transformar, de habilitar, sobre todo ideal o mentalmente un espacio en un lugar  capaz de suscitar imágenes acogedoras o inquietantes; capaz de mantenernos en vida, por tanto, de soñar, de aspirar a otra vida.

Quizá no sea sorprendente que algunos de los mejores artistas plásticos actuales sean arquitectos o hayan tenido una formación de arquitecto. Las obras que producen ofrecen una mirada crítica sobre nuestros modos de habitar, sobre el habitar que la construcción ofrece: espacios en los que no cabe (imaginar) vida alguna, habitualmente.

Los estudiantes de arquitectura deberían estudiar arquitectura, es decir, imaginar espacios para la vida con sentido, a través del estudio o la contemplación de obras de arte: novelas, poemas, obras de teatro, películas, documentales, videoarte, instalaciones, pinturas, dibujos, fotografías, cómics, composiciones musicales, danza, artes performativas, etc.; obras en las que la vida, que solo existe si tiene un lugar donde manifestarse, se manifiesta con plenitud.

Tiempo tendrán, cuando acaben los estudios -ojalá no necesiten acabar nunca-, de encerrarse entre paredes y cerrar el grifo de la imaginación.  
Pues mientras calculan, apilan, cuentan, no sueñan ni imaginan. No pueden; les puede el apego a lo que se piensa es lo real. Es decir, no "hacen" o estudian arquitectura. Solo cárceles para la mente. Van muriendo lentamente. Y así, cuando ya no tengan nada en que proyectar una visión del mundo, cuando ya no vean nada, levantarán muros ciegos en las que creemos vivir. Cavarán su tumba.

4 comentarios:

  1. UNA: apareció un pariente con un papel cuadriculado “esto es lo que quiero” y un presupuesto cerrado, requiriéndome para que “le hiciera los papeles”. Me negué y le dije que en todo caso le haría un proyecto. Contra todo pronóstico, aceptó.

    Acabada la obra, la última frase que pronunció: “Caramba! Sí que sabéis cosas los arquitectos!” Y tenía pinta de que lo decía sinceramente.

    DOS: hablando con un constructor francés, explicándole el (al menos en teoría) papel del arquitecto en España, ponía (él) cara de incredulidad; cuando acabé, me dijo lapidario: “Pues en Francia, el arquitecto es el que viene a las obras a elegir los colores y a tocar los cojones!” Lo dijo en francés, que suena mejor, pero lo dijo.

    Viajando por Francia, donde el arquitecto tiene una formación y un papel tecnológicamente (casi) nulo, no me da la sensación de que su arquitectura “cotidiana” sea mejor que la de aquí es decir, bastante mala.

    Desde luego, la arquitectura no es solo tecnología (remember Vitrubio), pero también es tecnología. Al final alguien hará falta que además de ofrecer sitios para que las almas vivan, también dé lugares para vivir a los cuerpos, con sus miserias y necesidades cotidianas, es decir, en el mundo físico.

    Establecer una dicotomía entre el mundo del espíritu y el mundo real (dejémoslo así) es terreno abonado precisamente a lo contrario de lo que se expresa en el blog : que nos dejen a los arquitectos (cada día más impopulares socialmente, proyectando imágenes de creadores de problemas y no de solucionadores) en nuestras ensoñaciones y vengan algunos trolls, irrogados de “nosotros sí que sabemos solucionar problemas”, solamente porque en algún momento de su formación alguien les enseñó cómo se hace una pared o cómo se arma un pilar.

    Eso no es arquitectura, aunque el señor de Guindos esté en ello y las mentes pensantes del establishment arquitectónico no sepan cómo responderle.

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  2. Buenos días

    Tiene usted plena razón, un arquitecto tiene que tener conocimientos técnico, un buen dominio de la técnica. La construcción al servicio de la arquitectura, un buen instrumento.
    El texto se refiere, empero, a lo que cabría enseñar al estudiante, antes de que se enfrenté a la "realidad", mientras no tenga que enfrentarse a ella, y pueda soñar. Son años en los que se puede, quizá se deba tener una visión lo más amplia posible del hábitat, cuando se pueda proyectar en el futuro y estudiar qué imágenes se han ofrecido de aquél. Años en los que el arte puede formar el gusto, la opinión, y contribuir a asentar esquemas y definir voluntades. Años que posiblemente no vuelvan. ¿Por qué perderlos? Son años de libertad, de amplitud de miras. Las normas, la estrechez, los prejuicios, las constricciones aún no existen. El tiempo inclemente aún no siega los sueños.
    Gracias por su observación.
    Atrntamente

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    1. Apreciado D. Tochoocho: muchas gracias por su pronta respuesta.

      Temo que defendiendo posiciones aparentemente contrapuestas hemos llegado, al menos yo, a la conclusión de que estamos (casi) de acuerdo: el estudiante de arquitectura debe recibir una formación mucho más completa que la mera relacionada con la “distribución” de los edificios o del territorio y con la tecnología a secas.

      Estamos de acuerdo en que la arquitectura es más que una determinada distribución construida con unos ladrillos puestos unos al lado de otros; si así fuera, cualquiera que poseyera el Neufert (interesantísimo libro, por otra parte) y las obras completas de nuestros prolíficos legisladores y con un poco de ayuda de la Wikipedia, podría hacer de arquitecto.

      Ciertamente, los estudiantes deben soñar y se les debe enseñar a hacerlo, pero… ¿y lo otro?.

      ¿Es lícito no preparar/anunciar a los futuros arquitectos algo que luego formará parte imprescindible (casi siempre) de su futuro profesional, que es como decir su supervivencia?

      Y cierro mi círculo argumental volviendo a la tesis original en castellano castizo: lo cortés no quita lo valiente.

      Gracias otra vez por su paciencia.

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  3. Buenos días

    Ciertamente a la formación artística, antropológica y teórica, se tiene que añadir la formación técnica, bien cubierta en los estudios de arquitectura.
    Se debería finalmente impartir ética -valoración del acto, de su finalidad- y derecho. Quizá se cometerían menos atropellos en la "realidad".
    Cubiertas las lecciones sobre la puesta en obra, clases sobre cómo mirar, sobre métodos y finalidades, sobre el sentido y el alcance de la acción, sobre el porque además del cómo se obra, serían necesarias.
    Y, sobre todo, aprovechar los seis años de estudios, para experimentar, pensar y mirar, que la realidad corta las alas después. Al menos que se pueda volar, o dejar volar la imaginación, cuando la imaginación es más potente y libre.
    Intuyo, en efecto, que no estamos demasiado en desacuerdo.
    Muchas gracias por sus comentarios
    Un atento saludo

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