El gran
sumerólogo Piotr Michalowski, entrevistado ayer para la exposición sobre arte
sumerio que
Caixaforum prepara para 2012-2013, ofrecía una nueva interpretación del
Poema de Gilgamesh y de su aportación tanto a la narrativa como a la comprensión de lo que somos.
El Poema cuenta el progresivo
descubrimiento por parte del rey de
Uruk,
Gilgamesh, de su condición mortal así como de toda la humanidad. La muerte de su escudero
Enkidú y de la imposibilidad ante la que se halla
Gilgamesh de resucitarlo, le revela que la muerte, y la asunción de ésta, son lo que distingue a los mortales de los inmortales.
Sin embargo, la muerte no conlleva el olvido. Ésta es la segunda revelación que transcribe el Poema.
Tras haber fracasado en su intento de resucitar a su escudero -
Gilgamesh pierde la única planta de la inmortalidad, cuya existencia le ha sido comunicada por
Utnapishtim, el único superviviente del diluvio, con el que el cielo ha querido castigar a la humanidad-, y haber descubierto la triste vida aletargada que aguarda al hombre tras la muerte -gracias a la aparición del espectro de su escudero
Enkidu que le cuenta qué vida lleva en el
inframundo-,
Gilgamesh retorna a su ciudad,
Uruk, cuyos muros había mandado construir.
Al llegar, tras su periplo hasta los confines del mundo, ante la muralla de la ciudad, de pronto se da cuenta que
Uruk es su obra, y que ésta perdurará.
Gilgamesh no caerá en el olvido, porque la ciudad que ha edificado siempre mantendrá vivo el recuerdo de su fundador.
Sin embargo,
Michalowski va más lejos en la interpretación del texto. Cuenta que el
Poema de Gilgamesh concluye no solo con la admiración que el rey siente ante su obra, sino con unos versos el alcance de cuyo significado quizá haya escapado hasta ahora:
"
Gilgamesh dice a
Ur-
snanabi, el guardián de noche:
"Sube, pues,
Ur-
shanabi, sobre la muralla de
Uruk,
paséate,
examina sus fundaciones..."
(
Poema de Gilgamesh, Tablilla
XI, 15)
Los reyes
mesopotámicos solían presidir los ritos
fundacionales de edificios y ciudades. Entre los objetos
votivos depositados en las zanjas en las que posteriormente la cimentación de los muros iba a ser hincada, se encontraban tablillas o ladrillos en los que se escribía o se imprimía (con un tampón) un texto que narraba el rito fundacional que se estaba practicando y se cantaba las excelencias del rey que había mandaba fundar el edificio o la ciudad puesto en obra.
Dado que el rito fundacional de
Uruk siguió, sin duda, lo que la tradición
exigísa, en los cimientos de la muralla de
Uruk, que la delimitaban y la definían, se depositaron tablillas con el relato de la vida, obra y milagros de
Gilgamesh: es decir el texto del propio
Poema de Gilgamesh, que concluye, precisamente con dicho relato.
Si
Gilgamesh sobrevive en la memoria es gracias a la
preservación de la ciudad de
Uruk que ha mandado fundar y edificar. Las murallas perduran porque su edificación ha seguido el rito adecuado, practicado
adecuadamente. El rito consiste en la deposición en la tierra de unos objetos entre los que se hallan textos que cantan la grandeza del rey fundador. Textos en los que el rey,
Gilgamesh, se convierte en una figura literaria.
Gilgamesh, entonces, se vuelve inmortal no solo o no tanto porque la perduración de su obra, las murallas de
Uruk, mantienen vivo el recuerdo de su nombre, sino porque el relato de su vida es preservado, porque éste puede ser contado para siempre.
Gilgamesh alcanza la gloria porque su vida se ha convertido en una ficción, y puede ser narrada, porque se ha convertido en una personaje "de leyenda" (de novela, de ficción).
El que pueda contar su vida, como si se separara de su vida a la que pudiera observar y narrar desde la distancia, convierte a
Gilgamesh en una figura inmortal. Su verdadera obra es su vida convertida en texto, en materia literaria. El Poema (en verdad, una autobiografía de
Gilgamesh) es lo que lo inmortaliza, o, mejor dicho, es la posibilidad de
narrarlo para siempre lo que dota a
Gilgamesh de vida eterna, un relato circular, que concluye con la fijación por escrito de un texto que es el mismo texto que se acaba de contar. El Poema narra su propia elaboración.
Los
textos fundacionales escritos o estampillados en ladrillos o
tablillas depositados en los cimientos de los edificios eran
recuperados cuando aquéllos, degradados o destruidos, tenían que ser reconstruidos. El relato era entonces recitado
ritualmente durante el acto de
refundación, a fin que el edificio recuperara el esplendor de los inicios. El texto fundacional de
Uruk cuenta cómo el texto es creado, texto que cuenta la
creación del texto, el cual cuenta...: un relato sin fin, circular, en el que la creación se narra a sí misma.
Si la segunda parte del Quijote, de
Cervantes, contaba como el Quijote vivía para contar su vida, para ser un personaje de ficción, que lo reemplaza, ya
Gilgamesh vive para ser, y porque es una figura literaria, figura que él mismo crea y cuenta.
Quizá, como comentaba
Michalowski, no exista una creación literaria más sutil y compleja que el Poema de
Gilgamesh (añadiríamos, un poema cuya estructura, de pronto, lo convierte en un inesperado precedente de
A la búsqueda del tiempo perdido, de
Proust) el cual, por desgracia, apenas se enseña ya en las escuelas, como si fuera un texto del pasado cuando, en verdad, en un espejo en el que podemos contemplar el reflejo de nuestras aspiraciones (y desgracias).