lunes, 27 de enero de 2014

ODILON REDON (1840-1916): OANNÈS (1883)




Foto: Tocho, Art Institute, Chicago, enero de 2014

Cuenta la leyenda que de las lentas aguas del Éufrates, emergió un día una carpa gigantesca. Los largos filamentos que pendían debajo de la boca le daban un aspecto de sabio por las pobladas barbas, así como por un rostro humano, serio y sereno: parecía, en verdad, un sacerdote que se hubiere revestido con los atributos de una carpa, porque las aguas que evocaban lustraban y purificaban; eran las aguas en las que los seres vivos se hundían y de las que renacían, purgadas las faltas. Tan sabia y fuerte era la carpa que salió del río, se alzó y se dirigió, con voz grave y potente, desplazándose sobre unos pies humanos, justo delante de la cola, de tal modo, que parecía que levitaba sobre una nube que la cola que se agitaba formaba, hacia la ciudad de Babilonia. Allí, empezó a educar, a adiestrar a los hombres. Les enseñó a escribir, les mostró cómo cultivar la tierra y, por fin, les transmitió las técnicas constructivas para que pudieran edificar casas, templos y ciudades. El cuidado de las mismas también les inculcó. Les hizo ver la importancia de las leyes, de las mesuras y de las medidas; les destacó las bondades de la contención; les puso limites que no podían traspasar ni transgredir so pena de volver a la barbarie. Luego, Oannès -tal era el nombre de tan venerable ser- retornó a las aguas y desapareció para siempre.

No era la primera vez que este ser enseñó a los hombres. Las carpas eran animales sabios y sagrados en Mesopotamia. Los dioses primigenios, anteriores a la creación del universo, cuando éste era toda agua, tenían una forma de pez: eran carpas, que atendían al dios de la cultura y la arquitectura, el dios de las aguas providenciales, que aportaban vida y frescura, aguas sapienciales en cuyas ondas estaban disueltos todos los gérmenes de la vida, el dios Enki, benefactor de los humanos.
 Cuando los dioses celestiales se apoderaron del mundo, los ancianos de las aguas, que conocían los secretos del mundo, ya que dominaban la técnica de la escritura, ayudaron a los hombres a relacionarse con las potencias celestiales. Se les llamaba apkallu (que significa agua grande), sabios y adivinos, a quienes los hombres pedían ayuda y consejo cuando el porvenir se nublaba.

Oannes es el título de un hermoso grabado del pintor simbolista francés Odilon Redon -a quien se le han dedicado varias exposiciones recientemente en Francia-, pintor secreto de una obra fantástica; un grabado muy poco conocido (aunque Redon realizó varias obras -grabados y óleos- dedicados a Oannès), que ha visto la luz gracias a una exposición temporal de dibujos y grabados, ya citada en la entrada anterior, actualmente en el Art Institute de Chicago.
Oannès se asemeja a una figura crística, cuyo desnudo cuerpo que irradia apenas emerge de las aguas lustrales. Se trata de un ser anfibio que forma parte de las ondas. Agua y luz se cruzan en su cuerpo. Un apunte de aureola -o de corona- lo cubre. Su mirada, desviada y triste, dice bien el futuro de la humanidad que entreve.

sábado, 25 de enero de 2014

MARC CHAGALL (1887-1985): DAS HAUS (LA CASA, 1922-23)


Foto: Tocho, Art Institute, Chicago, enero de 2014

La necesaria rotación, por motivos de conservación, de las exposiciones de dibujos y grabados, que no pueden mostrarse a la luz permanentemente, saca ocasionalmente a la luz obras poco conocidas u olvidadas.
Una exposición actual de dibujos y grabados abocetados, titulada Ecos y Sueños, en el Art Institute de Chicago, muestra este grabado, para mí desconocido de Marc Chagall, alejado de los temas y los modos asociados a este pintor ruso.
Un ser humano, quizá el artista, porta una casa, posiblemente la suya. Acaso la casa sea el lugar dónde viva, siendo su espacio su lugar de trabajo, allí dónde le lleva el azar; la casa no está enraizada en ningún sitio, salvo en la persona; hace cuerpo con ella. Se muestra como una prolongación de ésta. La casa no se entiende sin el habitante, del mismo modo que el individuo no tiene presencia sin un hábitat al que ha hecho suyo, con y en el que vive. La casa no solo es suya, sino que es él. Es el espacio dónde se halla cómodo. La casa media entre el ser humano y el mundo. Lo protege al mismo tiempo que lo enmarca y lo destaca. Se trata del espacio circundante, adaptado a las necesidades, a la "personalidad" de la persona. La casa emerge de ésta. Es su testa. Lo corona. Es fruto de su pensamiento, de su visión del mundo, de su estar en el mundo. Éste es visto gracias y a través de la ventana que la casa aporta y es. La casa no encierra, sino que abre; abre el habitante al mundo. Por eso le acompaña siempre. Sin la casa, el hombre se sustrae del mundo, y el mundo, que tiene sentido en tanto que acoge al hombre, desaparece.
Un hermoso e insólito grabado sobre madera.

viernes, 24 de enero de 2014

SARAH MORRIS (1967): LOS ÁNGELES (2004) / MIDTOWN (ENSANCHE -NUEVA YORK, 1998)


Sarah Morris "Los Angeles" from Sarah Morris on Vimeo.
Sarah Morris "Midtown" from Sarah Morris on Vimeo.

SARAH MORRIS (1967): POINTS ON A LINE (SOBRE LA CASA FANSWORTH, DE MIES VAN DER ROHE -FRAGMENTO-, 2010)


Sarah Morris "Points on a Line" from Sarah Morris on Vimeo.

Sarah Morris es un artista norteamericano-británica conocida por sus "retratos" de grandes ciudades y de edificios "emblemáticos", a los que trata de que pongan los pies en la tierra. Es quizá quien mejor trata temas arquitectónicos y urbanos en cine.
El documental, de más de media hora de duración muestra detalles cotidianos -que revelan que la vida no ha prendido en ellos- y el casi imposible mantenimiento de edificios que no han sido proyectados y construidos para seres humanos, ni para este mundo, y que requieren esfuerzos inusitados para preservar su imagen, su última razón de ser.

miércoles, 22 de enero de 2014

RICHARD SERRA (1938): INSIDE OUT (DENTRO Y FUERA -LABERINTO-, 2013)

























Fotos: Tocho, Nueva York, enero de 2013

El escultor Richard Serra expone su última y monumental obra en una galería de arte de Nueva York: un laberinto opresivo por cuyos estrechos meandros, de muros ondulantes e inclinados, se circula, sin ver nada  a unos pocos metros, hasta llegar a un claro.
La obra, de planta original -que mantiene unas constantes propias de la obra de este escultor: su carácter arquitectónico, la invitación a recorrerla por dentro y rodearla, el tamaño desmesurado, y el material- no desmerece de obras anteriores (como la que se expone permanentemente en la Fundación DIA, en Beacon), si bien juega con referencias barrocas, juegos de luces y sombras, espacios que se abren y se comprimen, imposibilidad de percibir la planta de los espacios

DEREK BRUNEN (1981): PLOT (SOLAR, 2007)



Derek Brunen es un joven artista canadiense que, en una acción de más de seis horas, filmada, va excavando su propia tumba.
La arqueología revierte un entierro. Saca a la luz lo que ritos funerarios, el azar o las destrucciones han enterrado, preservando, paradójicamente, lo que la arqueología, al exponer lo enterrado a la luz, hace desaparecer al instante: el ente rescatado se disuelve.

Lo que ha sido depositado en una tumba se ha ofrendado a otro mundo. Ha sido voluntariamente excluido del presente. Su devolución al mundo presente no está exento de daños, quizá mortales.

Este inquietante vídeo, del que solo se ofrece un fragmento, muestra a un hombre excavando, ya sea para enterrar ya sea para desenterrar, queriendo llegar a cierta verdad.

martes, 21 de enero de 2014

LOUISE BOURGEOIS (1911-2010): MAISON FRAGILE (CASA FRÁGIL, 1972)






Fotos: Tocho, DIA Foundation, Beacon (NY), enero de 2014

La Fundación DIA (DIA Foundation), en Beacon, un burgo con pocas casas de madera desperdigadas, a unos cien quilómetros de Nueva York, valle del río Hudson arriba, está situada en una fábrica reconvertida de unos veintisiete mil metros cuadrados (se requieren unas tres horas y media para recorrerla). Las obras que acoge, desde Richard Serra hasta Andy Warhol, son monumentales, desmesuradas.
Sin embargo,  el altillo, unas estancias preservadas tal como fueron halladas antes de la rehabilitación del edificio, acoge una exposición casi permanente de obras de Louise Bourgeois, cedidas por un largo tiempo. Entre éstas, y en contraste con el edificio y el resto de las obras expuestas, destacan dos leves, altas e inestables construcciones metálicas , dos moradas reducidas a unos elementos esenciales, un plano elevado (un techo protector, soportado por cuatro delgados pilares que recuerdan tallos movidos por el viento), casi invisible en la penumbra, confundidas con el suelo de cemento gris oscuro pulido, tituladas Moradas Frágiles. Las varillas defienden el espacio interior al  tiempo que invitan a entrar. El techo cubre pero no pesa. La casa eleva el ánimo. Quien se recogiera en su interior se sentiría acogido, acurrucado, como en un capullo: una invitación al renacimiento, una salida hacia la luz.
Se trata de una morada de hierro, sin embargo. La asociación con una celda no deja de estar presente. Una celda es un interior para la meditación, un lugar de recogimiento, o de encierro.
La casa envuelve, protege, y oprime, ncesariamente.