Foto: Tocho, Art Institute, Chicago, enero de 2014
La necesaria rotación, por motivos de conservación, de las exposiciones de dibujos y grabados, que no pueden mostrarse a la luz permanentemente, saca ocasionalmente a la luz obras poco conocidas u olvidadas.
Una exposición actual de dibujos y grabados abocetados, titulada Ecos y Sueños, en el Art Institute de Chicago, muestra este grabado, para mí desconocido de Marc Chagall, alejado de los temas y los modos asociados a este pintor ruso.
Un ser humano, quizá el artista, porta una casa, posiblemente la suya. Acaso la casa sea el lugar dónde viva, siendo su espacio su lugar de trabajo, allí dónde le lleva el azar; la casa no está enraizada en ningún sitio, salvo en la persona; hace cuerpo con ella. Se muestra como una prolongación de ésta. La casa no se entiende sin el habitante, del mismo modo que el individuo no tiene presencia sin un hábitat al que ha hecho suyo, con y en el que vive. La casa no solo es suya, sino que es él. Es el espacio dónde se halla cómodo. La casa media entre el ser humano y el mundo. Lo protege al mismo tiempo que lo enmarca y lo destaca. Se trata del espacio circundante, adaptado a las necesidades, a la "personalidad" de la persona. La casa emerge de ésta. Es su testa. Lo corona. Es fruto de su pensamiento, de su visión del mundo, de su estar en el mundo. Éste es visto gracias y a través de la ventana que la casa aporta y es. La casa no encierra, sino que abre; abre el habitante al mundo. Por eso le acompaña siempre. Sin la casa, el hombre se sustrae del mundo, y el mundo, que tiene sentido en tanto que acoge al hombre, desaparece.
Un hermoso e insólito grabado sobre madera.
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